Más Allá de la Ciencia. N° 106, Diciembre de 1997.

¿Qué fiabilidad tienen los tests de «seropositividad» del SIDA?.

¿Cómo saber si una persona padece la llamada «enfermedad del Sida»? Oficialmente, es sencillo: uno está infectado por el virus del Sida si los resultados de los tests dan positivo. Pero ¿es eso realmente así? Lluís Botinas, coordinador de la Asociación COBRA, nos explica en el siguiente texto lo que opinan los médicos «disidentes» sobre ello.

Debo empezar diciéndole al lector que, aun en el supuesto de que el VIH existiera -y no hay ninguna prueba científica de ello-, resulta que ninguno de los tests empleados, ni los llamados «indirectos» por detección de anticuerpos -como el ELISA o el Western Blot- ni los llamados «directos» -en particular, la técnica PCR- han sido validados antes de aplicarlo a millones de personas. Porque para validar un test para un virus cualquiera hay que lograr en estudios previos a su uso y en una cantidad significativa de casos, aislar ese virus en todas las personas a quienes el test dé positivo; y, por el contrario, no poder aislar el virus en ninguna de las que el test dé negativo. Bueno, pues esa comprobación tan elemental jamás se ha realizado para ningún test del VIH.

Por otra parte, resulta que los criterios de interpretación de los tests son distintos según los casos ya que varían entre un fabricante y otro del mismo tipo de test, varían entre lo que deciden las autoridades sanitarias de un país y otro e, incluso, de una institución a otra del mismo país. Por ejemplo, la mayoría de quienes en el Estado español sufren el calvario de creerse seropositivos serían diagnosticados como seronegativos en Australia por la sencilla razón de que allí se aplican unos criterios bastante más restrictivos.

LA CONFUSIÓN MÉDICA A LA HORA DE VALORAR LOS TESTS.

Además, resulta que los médicos españoles (véase el texto en estas páginas del doctor Rodríguez Alarcón) creen que el test Western Blot es más «fiable» que el test ELISA y por eso a éste se le llama «test de detección» y al primero «test de confirmación». ¿Y por qué? Pues porque saben -por experiencia- que muchas personas que primero dan positivo haciéndoseles el ELISA después dan negativo con el Western Blot. Y lo curioso es que en ese caso se las considera definitivamente «seronegativas», es decir, «no portadoras del VIH». Pues resulta que en Inglaterra y en el País de Gales, el Western Blot está prohibido desde 1992 porque el Laboratorio de Referencia para Virus de Londres, dirigido por el doctor Mortimer, llegó a la conclusión de que planetaba demasiados problemas (errores, contradicciones...), razón por la que -dice- «debería haber permanecido como una simple herramienta de investigación» en vez de ser utilizado para diagnosticar la supuesta «infección por VIH». Con lo que los médicos de estos dos países han vuelto a la anterior práctica y usan solamente el ELISA, es decir, el test que en el Estado español es considerado menos fiable y que da muchos más «positivos». «Bueno -imagino que dirá el lector-, entonces es de suponer que el número de «seropositivos» allí será muy alto, ¿no?». Pues no. Porque resulta que se calcula que habrá unos 30.000 seropositivos en todo el Reino Unido, mientras en el Estado español -aunque no se sabe realmente la cifra- se considera que hay ¡más de 120.000! ¿Y cómo se explica que en ambos países británicos se obtengan proporcionalmente menos «seropositivos» cuando usan sólo el test que se supone da más resultados «positivos»? Pues, sencillamente, la razón es que cada país puede modificar a su gusto el «umbral de reacción», es decir la interpretación de cada test y, así, hacer que el porcentaje de «positivos» sea el deseado...

LOS TESTS NO DETECTAN VIRUS, SINO ANTICUERPOS.

Robert Gallo.«¿Y eso cómo es posible?», se volverá a preguntar el lector. Pues porque los tests de detección del Sida no son unos tests que ofrecen una respuesta de «sí o no», sino unos tests de «más o menos». Es decir, los tests no indican si se tiene o no un determinado tipo de anticuerpos específicos anti-VIH generados por las defensas inmunitarias del organismo -en concreto, los linfocitos B-, sino sólo si se tiene una mayor o menor cantidad del mismo tipo de anticuerpos. Bien, pues se dice que un test da «positivo» si la cantidad de estos anticuerpos está por encima de un «límite» o «umbral» previamente decidido y «negativo» si da por debajo. Lo que sucede es que ese «límite» o «umbral» se modifica voluntariamente en función de la zona geográfica -por ejemplo, atendiendo a si es urbana o rural- o por razones políticas o, sencillamente, económicas. Y veamos un ejemplo muy ilustrativo: cuando el Dr. Robert Gallo ofreció su primer test a la industria de la sangre, resultó que el 20% de los donantes daba «positivo», por lo que fue rechazado inmediatamente ya que un porcentaje así hundiría el negocio del conocido como «petróleo rojo» (la sangre). Ante lo cual, Gallo encontró enseguida la «solución»: fue subiendo el «umbral» del test hasta que dio un porcentaje de «positivos» suficientemente pequeño como para que resultase aceptable para los empresarios de la sangre...

A TENOR DE LAS CONVENIENCIAS.

Pero aún hay otros aspectos que los lectores deben conocer. Como el hecho de que, al decisión del analista o del médico que finalmente dictamina si alguien es «seropositivo», «seronegativo» o su caso es catalogado como «indeterminado» puede estar fácilmente influenciado por los prejuicios dominantes. Tal es el caso en el que las autoridades sanitarias norteamericanas, por ejemplo, recomiendan que cuando se trate de «personas de alto riesgo» «se caliente la sangre a 56 grados para disminuir el riesgo de contagio», o, cuando en los casos de que alguien sea catalogado como «indeterminado», sugieren que se mantengan los tests unos días más en observación; porque ambas medidas aumentan la sequedad y, con ella, la concentración de anticuerpos, incrementándose así la probabilidad de que los anticuerpos presentes se acaben uniendo con las proteínas de los tests -aunque tengan poquísima afinidad con ellas-, con lo que el resultado acabará siendo positivo.

Y otro tanto ocurre cuando las propias personas testadas tienen acceso a quien decide los resultados. Así, homosexuales ingleses lograron ver firmados como «seronegativos» sus tests cuando convencieron a la persona firmante de que eran estables padres de família que nunca practicaron turismo sexual ni se habían drogado ni recibido transfusiones; y ello aunque el monto de anticuerpos detectado excedía el «umbral» fijado y deberían haber sido diagnosticados como «seropositivos».

¿SE TRATA DE AUTOANTICUERPOS?

Es más: somos muchos los que estamos convencidos de que los anticuerpos cuya cantidad miden los tests mencionados son, en realidad, autoanticuerpos, es decir, anticuerpos elaborados por nuestros linfocitos B (no los T, y aún menos los T4, que no tienen entidad biológica propia sino que son otro artefacto técnico) frente a proteínas estructurales (citoesqueletales) de nuestras propias células, como la actina y la miosina. Autoanticuerpos -la antiactina y la antimiosina- que están presentes en todo ser humano en cantidades normalmente menores que en los «umbrales» acordados. Sin embargo, personas perfectamente sanas dotadas de un metabolismo algo distinto, pueden tener un nivel de este tipo de autoanticuerpos que haga que los tests den positivo. Lo que explica que personas absolutamente sanas estén siendo diagnosticadas como «infectadas por el VIH», o que mujeres embarazadas perfectamente sanas puedan transmitir a sus fetos estos autoanticuerpos en un nivel que haga que su bebé recién nacido sea diagnosticado «seropositivo». Ello explica que bebés de padres que son ambos «seronegativos» puedan ser etiquetados como «seropositivos».

Y hay que añadir que el que los tests del Sida detecten autoanticuerpos ayuda a comprender que en el Estado español el 70% de los «casos de Sida» sean drogadictos o ex drogadictos por vía intravenosa. Y es que aquí, como en los demás países que la introdujeron antes o después, el uso de la metadona para -supuestamente- desenganchar y recuperar heroinómanos, fue seguido de un incremento espectacular del consumo de cocaína hecho que induce un aumento del cortisol en sangre, lo cual ocasiona una disminución de la actividad inmunitaria celular (linfocitos T) y un aumento de la actividad inmunitaria humoral (linfocitos B por medio de anticuerpos). Con lo que la menor actividad de los linfocitos T se traduce en que no efectúan su tarea principal: reciclar y eliminar el billón de células que se nos muere cada día. Así, al acumularse restos de células muertas, se acumulan proteínas citoesqueletales que, a partir de una cierta concentración, serán atacados por los linfocitos B (que ya se hallan activados por el aumento del cortisol) formándose autoanticuerpos, en particular antiactina y antimiosina. De ahí que si se hacen en ellos los «tests del Sida» puedan dar positivos y ser incluidos en las «estadísticas del Sida».

Y hablando de pruebas, ¿cuánta gente sabe que numerosos tests fueron retirados del mercado porque las autoridades consideraron en un momento determinado que no eran fiables? Probablemente muy poca, porque la retirada se ha hecho siempre de la forma más discreta posible a fin de no llamar la atención. Y lo que es más grave: sin avisar a aquellas personas a quienes esos tests les había dado positivo.

Como tampoco sabe mucha gente que algunas de las marcas que siguen siendo hoy utilizadas fueron modificadas en sucesivas ocasiones por los fabricantes «en busca de una mayor fiabilidad», sin que tampoco se haya avisado a quienes resultaron positivos con los anteriores, para ver qué daban con los tests «mejorados».

FALSOS POSITIVOS.

Otra cuestión grave es que cada día es mayor el número de artículos científicos que dan a conocer más causas de «reacción cruzada», es decir, de situaciones que nada tienen que ver con una supuesta «infección por VIH» pero que hacen dar «positivo» en los tests del VIH. Porque hoy existe ya una lista de más de 70 enfermedades (hemofília, hepatitis, tuberculosis, herpes, artritis reumatoide, malaria, lepra, etc.) o diversas condiciones (embarazo en mujeres multíparas, ser vacunado de gripe, hepatitis B, tétanos, recibir transfusiones sanguíneas, tener anticuerpos ante una decena de componentes de nuestras propias células, recibir gammaglobulinas o inmunoglobulinas, haberse efectuado un transplante de órganos, tener insuficiencia renal, practicar el sexo anal receptivamente, etc.) que lo provocan.

Francisco Parras.Y por si lo dicho no fuese suficiente, resulta que la inmensa mayoría de «casos de Sida» del mundo han sido diagnosticados sin siquiera cubrir las apariencias científicas. Porque en grandes zonas de África, Asia y otras áreas económicamente poco desarrolladas, los «casos de Sida» se deciden por razones clínicas o, simplemente, a ojo o en función del dinero que se pretende obtener en ayudas internacionales. El propio Dr. Parras, director general del Plan Nacional contra el Sida, lo reconoció implícitamente el pasado mes de octubre cuando, indignado ante el comentario del Dr. Bernard, presidente del Comité de Enlace entre la ONU y las ONGs de Protección de la Salud -quien dijo que «España se acerca a las cotas registradas en África»-, respondió que «hacer extrapolaciones o comparaciones con África, donde no hay estadísticas ni registros, es poco serio y científico».

En fin, podría hacer muchas más observaciones críticas -tanto científicas como técnicas y prácticas- a los «tests del Sida», para acabar de demostrar que son una chapuza sin validez diagnóstica alguna. En realidad, considero que todos los «seropositivos» son falsos positivos. Por eso los tests deberían ser inmediatamente prohibidos. Claro que eso implicaría el hundimiento del «negocio».

Lluís Botinas.Lluís Botinas, director de la asociación C.O.B.R.A.


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