Diario 16. Martes, 20 de mayo de 1997.

SIDA: ¿Un invento?.

Si se descarta la existencia del VIH -y los argumentos para hacerlo son enormemente sólidos-, es claro que eso llamado VIH no puede ser la causa del sida. Entonces el sida carece de base biológica-patológica propia. Se trata de una construcción intencionada que tiene muchas facetas. El sida es un invento socio-político-económico-científico-médico-religioso-moral ístico-mediático-racista destructivo que fue puesto en marcha en 1981. Se ha explicado que el VIH no existe (Debate SIDA I); la catadura del Dr. Gallo, campeón del VIH (Debate SIDA II), las reglas del juego del SIDA (Debate SIDA III); que, de todas formas, sida y VIH serían dos cosas totalmente distintas (Debate SIDA IV); y una explicación a partir de una nueva Biología de la Evolución (Debate SIDA V). Son elementos para comprender de forma totalmente distinta qué es «eso» llamado sida. Hoy vemos algunos datos acerca de su invención. 


Un invento destructivo.

El sida se creó, probablemente, para encubrir un experimento con homosexuales.

Lluís Botinas.Lluís Botinas/Barcelona.

Lo que sigue está por confirmar, pues exige que más personas o asociaciones profundicen en la investigación. Por lo tanto, no pasa de ser una hipótesis, aunque la considere totalmente pausible. En todo caso, aquí queda sometida al debate.

Epidemic Intelligence Service (EIS).El sida es un invento socio-político-económico-científico-médico-religioso-moral ístico-mediático-racista destructivo comenzado en 1981 en EE. UU. por iniciativa del EIS (Servicio de Información Epidemiológica), dependiente de los CDC (Centros de Control de Enfermedades) de Atlanta, EE. UU. La decisión tuvo que ser tomada al máximo nivel político y gubernamental. Conviene recordar que el entonces vicepresidente Bush, antes de ser director de la CIA había sido presidente del potentísimo laboratorio Lilly, y es un hombre ligado a las multinacionales farmacéuticas.

Pero, ¿por qué se inventó el sida en 1981? Una razón práctica fue la siguiente: para tapar la muerte de miles de homosexuales americanos a quienes sus médicos les estuvieron haciendo tomar el Bactrim-Septrim como preventivo ante las enfermedades de transmisión sexual. El Septrim era y sigue siendo el medicamento más potente de su género. Cuando, después de haberlo estado tomando durante años, empezaban a caer en picado y había riesgo de un escándalo científico-médico y de una avalancha de reclamaciones contra los médicos y los laboratorios, se inventa el sida para tapar la masacre ocasionada por el fármaco. Y, como miles de homosexuales iban a morir, el sida fue presentado desde el primer día como inevitablemente mortal.

Queda pendiente por saber por qué, por primera vez en la historia de la medicina, se recomendó tomar como profilácticos fármacos que, como todo médico sabe, sólo deben administrarse durante siete, o como máximo, diez días. Una posibilidad es que se fuese estableciendo espontáneamente la moda de tomar Bactrim-Septrim para evitar infecciones.

Pero una hipótesis menos ingenua es la de que la moda fuese inducida como componente de un experimento dirigido a comprobar el tiempo de aparición de resistencias al Septrim. Y, ¿qué parte de la población sería más adecuada para ello que los homosexuales, que tienen la característica de no reproducirse, con lo que las consecuencias del ensayo no afectarían al conjunto de población norteamericana ni a futuras generaciones?

Aún más: la otra gran arma de la medicina oficial son los nucleósidos análogos, medicamentos que actúan en el núcleo de la célula impidiendo que ésta pueda multiplicarse. De ahí que fuesen concebidos contra el cáncer. El AZT, elaborado en 1964, fue el primero, pero la experimentación con animales mostró que era tan tóxico que no llegó a aplicarse con personas. Sin embargo, y gracias al sida, desde 1987 el AZT-Retrovir y desde 1994 el ddI-Videx, ddC-Hivid y otros, están siendo experimentados con cientos de miles de personas. El terror creado en torno al sida ha proporcionado a algunos responsables de sanidad y a algunos laboratorios farmacéuticos un gran número de cobayas humanas gratuitas con las que estudiar las consecuencias de la administración de estos productos.

Centers Disease Control (CDC).Por escandaloso que esto pueda parecer, tiene sentido cuando se recuerda que, probablemente, el problema más importante que tiene la medicina occidental moderna es la resistencia microbiana a los medicamentos, que los laboratorios no están encontrando nuevos tipos de antibióticos más potentes a pesar de los muchos millones de dólares que dedican a ello contratando a los mejores científicos, que no han aparecido nuevas familias de medicamentos después de las mencionadas y que la principal obligación de centros como el EIS-CDC es precisamente prever soluciones a problemas de salud pública. Luego quienes tomaron las decisiones probablemente actuaron no sólo por intereses personales o económicos sino por objetivos colectivos, patrióticos, de sanidad...

Que el invento del sida fue una operación de primera magnitud de las autoridades norteamericanas queda confirmado por el hecho de que hayan dedicado más dinero a la investigación sobre el sida desde 1981 que sobre el cáncer en su mucho más larga historia, y ello a pesar de que el número de personas afectadas de cáncer es enormemente mayor que el de «sida», que no pasa de ser una rareza médica, aunque se siga hablando de epidemia, pandemia... 


Una presentación reveladora: el SIDA como mortal.

El simple hecho de que el sida fuese introducido desde el primer momento como algo necesariamente mortal muestra que se trató de un invento. La igualdad sida=muerte fue establecida sin que hubiese prueba alguna de ello. Si realmente un nuevo problema de salud hubiese surgido espontáneamente por el proceso natural que fuese, una vez detectado se tendría que haber hecho un cuidadoso seguimiento durante meses antes de observar si todas las personas infectadas acababan o no muriendo, y entonces llegar quizá a la conclusión de que era mortal.

Además, en toda verdadera epidemia se sabe que llegan al hospital los afectados más débiles, pero que numerosos infectados se recuperan por sí solos. Luego los posibles fatales desenlaces observados en los hospitalizados, no tendrían porqué ser extendidos al resto.

Finalmente, la presión instauradora del invento sida fue tan fuerte que los médicos implicados rompieron con la primera norma deontológica de todo médico merecedor de tal nombre: dar esperanza a los enfermos, sea cual sea su situación, y los «médicos del sida» se convirtieron en factor de muerte al quitar sistemáticamente toda ilusión de vivir a las personas etiquetadas. Han luchado contra las esperanzas que los crtíticos hemos transmitido, siempre en función de los conocimientos que en cada momento teníamos. Las han tildado de «falsas esperanzas» repitiendo que había que aceptar que el «sida es mortal».

La divisa hipocrática «Premum non nocere» («Lo primero, no dañar») fue transformada en justamente su opuesto. Los «especialistas del sida» se convirtieron en los ejecutores de la sentencia de muerte dictada por los CDC, envenenándolos por partida doble: psicológicamente, alimentado el miedo, y fisiológicamente, con los fármacos asesinos que administran los hospitales. 


Inventar es hacer aparecer intencionadamente en la realidad algo que anteriormente no existía en ella. Normalmente tan sólo se aplica a cuestiones materiales o técnicas, e incluso en estos casos un invento es a menudo presentado como simple descubrimiento. Pero también en el ámbito social es posible la invención. Y el sida es un ejemplo de invento destructivo en el subámbito científico-médico. O mejor, pseudocientífico-pseudomédico.

El sida es tantas veces «primera vez» en tan distintos aspectos que este solo hecho ya debería haber llamado la atención crítica que lo cuestione a fondo. Los especialistas de distintas ramas de la ciencia (biólogos celulares, genetistas, microbiólogos, biólogos moleculares, inmunólogos, bioquímicos, etc.) podrían contribuir a precisar qué hipótesis erróneas y qué experimentos y valoraciones equivocadas subyacen en la versión oficial VIH=sida. 


Demasiadas «primera vez».

¿Cómo ha podido pasar inadvertida tanta tergiversación en torno al sida?.

Barcelona/Lluís Botinas.-He aquí brevemente enunciados algunas de las innovaciones parciales que subyacen en la construcción sida. Es importante tenerlos presentes en el transcurso del debate.

Y más. La pregunta que surge es: Ante tanta «primera vez», ¿cómo se explica la escasa reacción crítica, en particular entre los científicos y médicos no implicados directamente en el «fenómeno sida»?. 
Puesto que el miedo es el principal factor de inmunodeficiencia y de muerte, bienvenida sea cualquier noticia que ayude a suavizar el pánico que desde 1981 impusieron los inventores del sida. Pero hay buenas noticias auténticas, como, por ejemplo, que el VIH no existe y que, en consecuencia, sería posible desmontar el sida en poco tiempo si de veras se desease hacerlo; o que hay varios grupos de vencedores del sida de distinto tipo, incluido terminales recuperados. Y hay otras noticias aparecidas como buenas, pero que en realidad no son sino fruto del márqueting de las multinacionales farmacéuticas, que se están repartiendo «el mercado del sida» y, desgraciadamente, lo están ampliando al de la hepatitis y otros. Y son muestra del servilismo que, por ahora, tienen la inmensa mayoría de medios de comunicación hacia el establishment del sida. Veamos un ejemplo. 
¿Ciencia, o relaciones públicas?.

Cómo se cocina una «noticia esperanzadora» que en realidad es publicidad encubierta.

Barcelona/Lluís Botinas.-La Vanguardia del 8 de mayo de 1997 sacó, bajo su cabecera y a toda plana, el titular «Tres fármacos juntos pueden eliminar el sida de la sangre». Inmediatamente llama la atención que pueda haber tal confusión y que aparezca la palabra «sida» en vez de «VIH» o de «virus del sida».

Ya puede uno preguntarse. ¿Incompetencia o manipulación?. Y quien sepa lo estudiada que está cada palabra de toda primera página de un periódico se apunta a la segunda alternativa. Poner «sida» en vez de «VIH» refuerza la superstición establecida de que el supuesto VIH existe y es la causa de «eso» llamado sida.

David Ho.Y La Vanguardia completó toda la mitad superior de su primera página con una foto de quien se quiere hacer popular, el Dr. Ho, y con un texto que incluye las frases: «Uno de dichos estudios ha concluido que una combinación de tres potentes fármacos contra el virus del sida durante un periodo de entre 28 a 37 meses es capaz de erradicar totalmente el virus de la sangre. El experimento se ha realizado en el (...) Aaron Diamond de Nueva York, bajo la dirección del Dr. Ho, a quien la revista «Time» destacó el año pasado como hombre del año. El artículo científico en el que se detallan los resultados del trabajo se publica hoy en «Nature» (...)».

Cualquiera que lea estas frases llega a la conclusión de que dicho doctor ha estado administrando en dicho centro durante 28 a 37 meses dichos fármacos, y se ha llegado a la observación final de que se ha erradicado totalmente el virus en la sangre. Quien ya sabe que el VIH no existe no puede sino sonreír amargamente ante este tipo de noticias de ciencia-ficción, y sentirse estafado. Pero también se sentirá engañado quien, creyendo en la existencia y en la causalidad del VIH lea la página 25, dedicada toda ella a la misma noticia (a la que también se consagró la página 24 del día siguiente). Entre la primera y la segunda de las frases citadas aparece que «El estudio se ha basado en el seguimiento de ocho pacientes durante veinte semanas y en estimaciones de su evolución futura a partir de un modelo matemático». O sea que no se están haciendo públicos los resultados de un seguimiento de 28 a 37 meses, sino los de tan sólo 20 semanas... extrapolados a continuación por medio de un modelo matemático. La cosa es tan inconcebible que el propio periodista añade (por aclarar si consciente o inconscientemente) a continuación: «Se trata de una metodología aceptada internacionalmente sobre el sida». ¡He aquí otra «primera vez» de la pseudociencia del sida!.

Quien decide profundizar la noticia tan extensamente presentada por La Vanguardia se dirige a las bibliotecas de la Facultad de Medicina o de Biología o del Hospital más cercano para obtener «el artículo científico que se publica hoy en «Nature»». Se encuentra con la respuesta compasiva de la bibliotecaria. «Tardamos varios días en recibir el nuevo número».

La pregunta que surge es: «¿Qué hace que La Vanguardia pueda publicar el jueves un extenso artículo sobre algo que aún no había sido publicado en «Nature» y que hasta el lunes no estaba disponible en las bibliotecas especializadas?».

Dos pistas. Una: Al revisar un ejemplar de tan influyente revista, uno se encuentra con que contiene unas noventa páginas en tinta negra de texto llamémosle científico, por unas veinte páginas a colores de publicidad de fábricas de medicamentos o de tests o de instrumentos, y por unas cuarenta también en negro de ofertas de trabajo o de becas por parte de laboratorios o facultades o... Otra: luengos años tiene ya la costumbre de los «Press release»: las empresas farmacéuticas envían anticipadamente a los medios de comunicación resúmenes de los artículos que van a aparecer. No suelen enviar el texto completo, ya que ello exigiría un esfuerzo que muchos periodistas no harían y, además, abriría el riesgo de que algunos que sí lo hiciesen, no llegaran a las conclusiones deseadas.

Así, un periodista crítico podría preguntarse, por ejemplo, acerca del modelo usado por el Dr. Ho. Aún ignorando que matemáticos como el Dr. Lang (miembro de la Academia de Ciencias de los EE. UU.) o como el australiano Dr. Craddox lo han descalificado totalmente, podría darse cuenta de que entre las distintas variables que incluye el Dr. Ho no hay ninguna que haga referencia a los llamados efectos secundarios (en realidad, principales) de los cócteles que administra.

Al Dr. Ho no parece habérsele ocurrido que los destrozos que un cuerpo pueda soportar durante veinte semanas quizá no pueda aguantarlos durante 28 a 37 meses...

Todo esto y más (como que el Dr. Ho fuese proclamado hombre del año por «Time»), nos indica que estas noticias son resultado de la actividad de «oficinas de relaciones públicas»...


Pruebas.

DIARIO 16 convocó un premio de un millón de pesetas a quien presente pruebas irrefutables de que el VIH existe. Además, convocó un accésit de 250.000 pesetas a quien traiga pruebas irrefutables de que el VIH es la causa del sida. A la cantidad del premio se sumarían las 750.000 pesetas otorgadas por la asociación C.O.B.R.A., 1.000 libras esterlinas por la revista inglesa «Continuum» y 1.000 marcos por la asociación alemana MUM. A la cantidad del accésit, 250.000 por la asociación C.O.B.R.A


Asociaciones.
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