Mbeki se las ve con la industria del SIDA.
El presidente sudafricano expresa sus dudas acerca de la epidemia y el AZT.
Tom Bethell.

Traducción: Viviana Diogo Guinarte.

Thabo Mbeki.El presidente de Sudáfrica, Thabo Mbeki, dejó petrificados tanto a los responsables de la industria del SIDA como a sus críticos en el pasado mes de febrero del 2000, cuando anunció que iba a organizar una reunión internacional de expertos para estudiar el SIDA, su ciencia, su tratamiento y el papel de las compañías farmacéuticas en él. La noticia sobre esta reunión, cuya celebración estaba prevista para el 6-7 de mayo pasado en Pretoria y en la que participarían tanto defensores como críticos de la teoría «VIH causa SIDA», produjo la respuesta esperada: los críticos de la hipótesis VIH-SIDA aceptaron de buen grado la oportunidad de formar parte de un intercambio abierto de ideas científicas, mientras que sus defensores expresaron indignación, y profirieron mal disimuladas amenazas e insultos.

Mbeki, el primer jefe de estado que revalúa la hipótesis VIH-SIDA, sospechaba de la opinión establecida desde hacía tiempo. En octubre del año pasado, solicitó un estudio de seguridad del fármaco «anti-VIH» AZT, diciendo que «un gran volumen de la literatura científica» afirma que su toxicidad lo hace «peligroso para la salud». Sería «irresponsable» hacer caso omiso de tales advertencias, dijo.

En enero de este año, Mbeki envió a David Rasnick, miembro del consejo de Reappraising AIDS, una lista de preguntas. Para ayudarle en la elaboración de la respuesta, Rasnick consiguió la colaboración de Charles Geshekter, catedrático de historia africana de la Universidad del Estado de California, Chico, que en diciembre de 1999 se reunió con el ministro de salud de Mbeki en Sudáfrica, y que ha pasado bastante tiempo en el continente africano. La carta que escribieron a Mbeki sugiere una explicación sin VIH al diagnóstico de «SIDA» que se da a los africanos: se está echando la culpa de los síntomas clínicos de enfermedades tradicionalmente causadas por la pobreza, malnutrición, falta de higiene e infecciones parasitarias a un retrovirus, y se les está dando un nuevo nombre: SIDA. «Hay miles de millones de dólares disponibles para AZT y condones, pero casi ni un penique para alimentos, escuelas, educación, agua limpia y puestos de trabajo», dicen.

Dos días más tarde, Mbeki telefoneó a Rasnick y le pidió su apoyo en la reevaluación del SIDA y el AZT. Rasnick se lo dio, y además comprometió al Grupo Científico para la Reevaluación del SIDA (que publica Reappraising AIDS) y a la Coalición Internacional para la Justicia Médica a trabajar en el mismo objetivo. Luego vino la convocatoria oficial para la reunión.

Según la Agencia de Noticias Sudafricana (SAPA), las medidas tomadas por Mbeki «suscitaron una tormenta de protestas por parte de médicos, activistas del SIDA y medios de comunicación, que declararon que los argumentos disidentes fueron desacreditados hace años y que Sudáfrica corre el riesgo de convertirse en el hazmerreír de todo el mundo». El editor de «Mail & Guardian», Philip van Niekerk, vehemente defensor de la ortodoxia del SIDA, preguntó la razón por la que los sudafricanos están siendo despistados «por un grupo marginal de gente cuyo centro está en California». Añadió que estos californianos «resultan ser políticamente muy reaccionarios, en el sentido de que inicialmente sostenían puntos de vista casi anti-gay. ¿Por qué perdemos el tiempo con eso?».

El «Sunday Independent» de Johannesburgo citó al Dr. John Moore, del Centro de Investigación del SIDA Aaron Diamong, diciendo que estaba «pasmado». Mbeki había «dado vida a una causa muerta», afirmó. Moore dijo que se llamaría la atención de gente sobre el asunto a «muy altos niveles en el gobierno de los EE.UU. (Mbeki) necesita ser asesorado como es debido por sus colegas». Cuestionar el SIDA era «equivalente a negar el Holocausto, ya que las implicaciones son muy graves», añadió. El Dr. Seth Berkley de la Iniciativa Internacional Vacuna contra el SIDA, también ha equiparado a los escépticos con «los que no creen que el Holocausto tuvo lugar».

No sólo la «reevaluación del SIDA» era tan insostenible como «reevaluar el Holocausto», sino que era peligroso por constituir en sí misma un holocausto; «la acusación de genocidio no resultaría inapropiada», advirtió Moore a Laurie Garrett de «Newsday».

El jefe del Consejo de Investigación Médica de Sudáfrica, el Profesor Malegapuru Makgoba, dijo al «Mail & Guardian» que los disidentes del SIDA son «unos fracasados en sus propios países», y que están «buscando la fama». Advirtiendo que Sudáfrica se estaba convirtiendo en «terreno abonado para la pseudociencia», calificó al presidente Mbeki de «médica y científicamente ingenuo».

Mbeki se lo ha tomado con calma. En respuesta al presidente del congreso de Durban, el profesor Jerry Coovadia, Mbeki dijo estar sorprendido de la cantidad de personas que aseguran ser científicos «convencidos de que la inspección y el discurso científicos deben terminar, porque «la mayor parte del mundo» es de la misma opinión». Y añadió: «Recurriendo al uso de la varita mágica a disposición de la maquinaria de propaganda moderna, un regimiento entero de eminentes científicos «disidentes» está siendo apartado de la vista del público, dejando a Peter Duesberg sólo en el campo de batalla». (Duesberg se dedica a la investigación del cáncer en la Universidad de California en Berkeley y no ha hecho ningún comentario a cerca de la reciente ola de protestas sobre el SIDA africano).

Glaxo Wellcome.En el verano de este año, más de diez mil investigadores del SIDA se han reunido en el 13º Congreso Internacional sobre el SIDA en Durban, Sudáfrica (del 9 al 14 de julio). Las principales compañías patrocinadoras del congreso son las siguientes: DuPont Pharmaceuticals, Pharmacia & Upjohn, Glaxo Wellcome, Bristol Myers Squibb, Merck, Hoffman LaRoche, Abbott Laboratories y Boehringer Ingelheim.

En la resistencia a la ortodoxia del SIDA en África, se une a los disidentes el periodista científico Michael Fumento, autor de «The Myth of Heterosexual AIDS» (Regnery, 1993) («El mito del SIDA heterosexual»). Fumento sostiene que el VIH causa el SIDA, pero no cree que la epidemia africana sea real. Opina que la campaña de propaganda del «SIDA en África» ha estado motivada por las preocupaciones presupuestarias de los beneficiarios en torno al gasto del SIDA. El fracaso de la «explosión» del SIDA norteamericano entre la población general llevó a las autoridades a buscar el fenómeno en otra parte. Los nuevos casos de SIDA comenzaron a disminuir antes de la introducción de la terapia de «inhibidores de la proteasa», y entre 1997 y 1998 descendieron de unos 60.000 a 48.000. De los adolescentes diagnosticados en 1998, sólo 68 fueron clasificados como de «contacto heterosexual». Entre las mujeres, los diagnósticos de SIDA cayeron de 13.000 en 1997 a 11.000 en 1998.

Si se quería mantener el altísimo gasto del SIDA del gobierno de los EEUU, había que empezar a dar la voz de alarma en otro sitio. El profesor Geshekter, que ha viajado 15 veces a África, ve las cosas de forma muy similar. «El SIDA está menguando en los EEUU», ha dicho. «Las cifras son más bajas. ¿Qué pueden hacer los educadores del SIDA?. África nos llama».

World Health Organization (WHO).El director de investigación del Servicio de Valoración Estadística de Washington D.C. (EE.UU.) también se ha mostrado escéptico. Señala que en sus últimas clasificaciones de enfermedades, la OMS descendió de categoría a la tuberculosis y subió al SIDA. David Murray dijo a Michael Fumento, en un artículo publicado en el periódico Philanthropy, que la rnejor explicación es que tanto las cifras de la tuberculosis como las del SIDA son conjeturas, y lo que la OMS ha hecho es simplemente mover una cantidad considerable de muertes de la categoría de la tuberculosis a la del SIDA. Murray no consiguió que ningún miembro de la Organización Mundial de la Salud hiciese ningún comentario sobre esta posibilidad altamente probable.

Los periodistas que cubran la «reevaluación del SIDA» de Mbeki quizás escriban sobre el tema de una forma más inteligente, exacta y sensata si tienen en cuenta los siguientes puntos claves:

1. El SIDA en África se puede diagnosticar sin un test del VIH.

Esto por sí solo es suficiente para crear dudas sobre todas las valoraciones hechas sobre el SIDA en ese continente. El SIDA es el nuevo nombre que se ha dado a unas 30 enfermedades cuando se dan junto con un test positivo a los anticuerpos del VIH. Por lo tanto, ser «VIH-positivo» constituye la condición unificada y definida de SIDA. Pero en Africa no es obligatorio realizar el test del VIH, lo cual quiere decir que los médicos y las autoridades sanitarias pueden atribuir enfermedades y muertes al SIDA sin miedo a contradecirse.

La decisión de eliminar el test del VIH fue tomada en octubre de 1985 por funcionarios de la sanidad pública norteamericana en un congreso celebrado en Bangui, en la República Centroafricana. El organizador, Joseph McCormick de los Centros para el Control de las Enfermedades de los EE.UU. (CDC1), quería una definición de diagnóstico de SIDA para los países que no tenían el equipamiento necesario para llevar a cabo análisis de sangre. Además, convenció a los representantes de la Organización Mundial de la Salud en Ginebra de que estableciesen su propio programa del SIDA. Tras observar a gente enferma en los hospitales de Zaire, los norteamericanos se convencieron de que el SIDA ya se estaba dando en África (esto antes de que se hicieran los tests del VIH). «Descubrieron» que había un número ligeramente superior de mujeres afectadas que de hombres. De vuelta en los EE.UU., la reportera Laurie Garrett escribió en «The coming plague» (1994) que McCormick había dicho a un secretario adjunto de Servicios Sanitarios y Humanos que «existe una relación con el sexo de uno a uno en los casos de SIDA en Zaire». Los funcionarios de sanidad tenían ahora lo que querían: la transmisión heterosexual. De repente, todos estábamos bajo riesgo. Los presupuestos del SIDA se remontarían. Aunque dedicó varias páginas al encuentro en Bangui, Garrett no encontró el lugar para hablar del punto crucial: el test del VIH había sido abandonado.

El etiquetado engañoso es esencial para entender el SIDA en África. La «definición de Bangui» de SIDA sin test del VIH, que se alcanzo «por consenso», se componía principalmente de lo siguiente: «fiebres prolongadas (durante un mes a más), pérdida de peso del 10 por ciento o más, y diarrea prolongada2». A partir de ese momento, muchas de las enfermedades tradicionales de Africa, pandémicas en las zonas azotadas por la pobreza con climas tropicales, letrinas a cielo abierto y agua contaminada, tenían un nuevo y sencillo término global: SIDA. Qué además resultaba muy atractivo, ya que concedía a los médicos que hacían los diagnósticos y a los pacientes nuevas fuentes de fondos provenientes de Occidente.

Epidemic Intelligence Service (EIS).La definición de Bangui fue publicada en el «Informe Epidemiológico Semanal» de la OMS (1986:61:69-76), y en la revista «Science» (21 noviembre 1986). Pero, al parecer, no se ha publicado en los periódicos estadounidenses, de los cuales el líder ha sido el «New York Times». El reportero principal del SIDA en este periódico, Lawrence K. Altman, es un antiguo funcionario de salud pública y, al igual que McCormick, trabajó para el Servicio de Inteligencia Epidémica (EIS)3 en los CDC. En noviembre de 1985, Altman escribió dos extensos relatos para el «Times» sobre el SIDA africano; en uno incluía una sección sobre el encuentro en Bangui. Sin embargo, al igual que Garrett en «Newsday», Altman omitió el hecho de que, en África, el SIDA puede haber sido diagnosticado (y normalmente lo es) sin un test del VIH. (Altman no contestó a los mensajes telefónicos en los que se le pedía que comentase este artículo).

2. El test del VIH no es específico para el VIH.

Cuando se utilizan, los tests del VIH detectan anticuerpos con una colección de proteínas que no son exclusivas del VIH. De los dos tests de anticuerpos al VIH, ni el Western Blot ni el ELISA responden de forma exclusiva a los anticuerpos generados por la exposición al VIH. Entre otros microbios que pueden desencadenar los mismos anticuerpos están algunos que son epidémicos en Africa: los responsables de tuberculosis, malaria y lepra. En 1994, en un artículo publicado en el «Journal of Infections Diseases» se llegaba a la conclusión de que los tests del VIH son inútiles en África Central, en la que estos microbios son tan frecuentes que generan un 70 por ciento del índice de falsos positivos.

Abbott.El test puede dar positivo si el sistema inmune está comprometido por muchas razones, como infección parasitaria crónica y anemia. En Sudáfrica, la mayoría de los tests se realizan en mujeres embarazadas, a pesar de que el embarazo es uno de los casos en los que se puede dar un falso positivo. El folleto informativo incluído en el equipo del test ELISA de Abbott Labs admite lo siguiente: «No existe una norma reconocida que establezca la presencia o ausencia de anticuerpos del VIH-1 en la sangre humana». Todas las afirmaciones de que el AZT reduce la transmisión materna de VIH choca con esta dificultad. Los tests no son específicos. No sabemos si las madres están verdaderamente afectadas.

Mark Schoofs, que recientemente ganó el Premio Pulitzer por su serie en siete partes sobre el SIDA africano en «Village Voice», contrajo malaria durante su estancia de seis meses en África. Si se hubiese hecho una prueba del VIH, es múy posible que le hubiese dado positivo. Incluso sin el test, probablemente hubiese sido clasificado como paciente de «SIDA» con arreglo a la definición de Bangui. A pesar del espacio ilimitado puesto a su disposición, Schoofs tampoco explicó que la definición oficial da pie a que casi cualquier cosa, incluída su propia enfermedad, sea catalogada como SIDA en Africa.

3. El AZT es más tóxico y menos eficaz de lo que se pensó en un principio.

Food and Drug Administration.El AZT se diseñó en 1964 como quimioterapia del cáncer, pero nunca se aprobó para su utilización en personas porque se consideró demasiado tóxico. Los ensayos en «doble ciego, con control de placebo» del fármaco en 1986, que consiguieron la aprobación de la FDA, fueron pagados por el fabricante del fármaco, Burroughs Wellcome (hoy, Glaxo Wellcome). La aprobación sólo se concedió después de que varios miles de activistas del SJDA se manifestasen en los pasillos y jardines del edificio de la FDA en Rockville, Maryland (EE.UU.). Los ensayos de seguridad y eficacia dejaron de ser ciegos y terminaron antes de tiempo. Los pacientes descubrieron quién recibía el fármaco y quién el placebo, y se intercambiaron las dosis a mitad del ensayo. Los ensayos terminaron tras sólo cuatro meses, antes de que los efectos adversos apareciesen. Una investigación europea posterior llamada «el estudio Concorde» demostró que el AZT no aportaba ningún beneficio. Desde que el fármaco fue aprobado por primera vez, su toxicidad ha provocado tal preocupación que su nivel de dosificación recomendada ha sido reducido drásticamente.

Lawrence K. Altman.Se pueden rebuscar muchos más datos poco halagüeños sobre el AZT entre las siguientes fuentes «aprobadas»: «La inminente comercialización del AZT plantea problemas», Gina Kolata, Science, 20 marzo 1987; «Los médicos amplian las normas sobre un fármaco del SIDA: algunos administran el posiblemente tóxico AZT antes de que se desarrollen los síntomas», Gina Kolata, New York Times, 21 diciembre 1987; «La vuelta del AZT», Terence Monmaney, Discover, enero 1990; «AZT y SIDA: las dudas persisten», Phyllida Brown, New Scientist, 26 octubre 1991; «Tras 5 años de uso, la duda todavía oscurece el fármaco líder del SIDA», Gina Kolata, New York Times, 2 junio 1992; «Esperanza tóxica», Linda Marsa, Los Angeles Times Magazine, 20 junio 1993; «Nuevo estudio cuestiona el uso del AZT en el tratamiento inicial del virus del SIDA», Lawrence K. Altman, New York Times, 2 abril 1993; «El mundo de los médicos: estudio de SIDA suscita dudas sobre la aprobación precipitada del fármaco en los EE.UU», Lawrence K. Altman, New York Times, 6 abril 1993; «Se cuestionan los beneficios de un fármaco para el SIDA frecuentemente prescrito», Associated Press, New York Times, 17 marzo 1994; «Estudio sobre el SIDA en niños encuentra el AZT ineficaz», Lawrence K. Altman, New York Times, 14 febrero 1995.

4. El modelo VIH-SIDA difama las costumbres sexuales africanas.

Nadie sostiene que el VIH se extiende en África a través de contacto homosexual o uso de drogas por vía intravenosa, con lo cual sólo queda la transmisión heterosexual. Sin embargo, Nancy Padian y asociados mostraron en el número del 15 de agosto de 1997 de «American Journal of Epidemiology» que la transmisión de hombre a mujer del VIH es tremendamente difícil, requiriéndose un promedio de mil contactos sexuales sin protección. La transmisión de mujer a hombre requiere una media de ocho veces más.

En consecuencia, la creencia de que existe una vasta epidemia heterosexual de SIDA en África obliga a los expertos y «educadores» de la salud occidentales a atribuir a los africanos una gran promiscuidad general. Eso es como atribuir una moral al estilo de Hollywood a los aldeanos africanos. Se han inventado absurdas e indocumentadas historias sobre camioneros africanos, y se han aceptado sin rechistar. Reporteros crédulos como Ted Koppel y David Marash de ABC, en una edición especial de tres noches de «Nightline», 8-10 marzo 2000 («SIDA en África: la sociedad en desaparición») han demostrado ser firmes creyentes de esta causa. Incluso liberales sinceros, como la Premio Nobel Nadine Gordimer, se han empeñado en impugnar la moral africana. (Aunque en su ensayo publicado el 11 de abril de 2000 en el New York Times, «La plaga de África, y de todo el mundo», lo edulcoraba. La promiscuidad africana, escribió, «es díficil de condenar si se tiene en cuenta que el sexo es la satisfacción más barata o la única para una gente cuya sociedad les deja en la calle»).

Pero los demás podemos permitirnos cierto escepticismo. Es comprensible y justificable que los líderes africanos cuestionen e incluso rechacen estas invenciones étnicas y calumnias racistas.

5. La economía política del SIDA.

National Institute of Health (NIH).El VIH/SIDA se ha convertido en un extenso programa de ayuda internacional en el que los receptores se pueden identificar y los donantes (los contribuyentes) son anónimos. Los beneficios están enfocados, los costes son difusos. Gobiernos, compañías farmacéuticas, activistas y educadores del SIDA, retrovirólogos, publicaciones científicas y gente con SIDA trabajan juntos de forma simbiótica; los presupuestos se hinchan y los contribuyentes de todo el mundo (principalmente de los EE.UU.) pagan, les guste o no. El gasto federal para el SIDA en los Estados Unidos aumenta un 10 por ciento al año, aún cuando la cantidad de casos desciende, alcanzando los 10 mil millones de dólares en el último ciclo presupuestario. Gran parte del dinero se envía a los Institutos Nacionales de Salud (NIH) y a programas de salud y vivienda. Los distintos estados añaden miles de millones por su cuenta. Todo esto financia la parte del león de los fármacos y libra a las compañías farmacéuticas de la preocupación de si sus clientes van a poder permitirse comprar sus productos. Para los pacientes de SIDA, el cuidado de la salud está al precio del oro.

Centers Disease Control (CDC).Los investigadores financiados por los NIH defenderán con uñas y dientes el consenso en favor de la ciencia establecida. De vez en cuando, los Centros para el Control y la Prevención de las Enfermedades (CDC) informarán de un progreso «visible», pero siempre seguido de la advertencia de que el problema no ha desaparecido. Después, más o menos cada año, se informará de «realidades razonables». El virus habrá «mutado», debilitando los fármacos. Un ensayo para una vacuna no resultó satisfactorio. En un país lejano (actualmente están de moda Sudáfrica y Zimbabwe), se «descubren» de repente índices de infección por VIH del 25 ó el 30 por ciento. ¡O dos tercios completos del ejército sudafricano estarán «infectados»!. Ahora, una vez más, tenemos una crisis plenamente desarrollada. Sin preocuparse de ser utilizados, los buenos soldados como Laurie Garrett (Newsday) y Lawrence Altman (NYT) desempeñarán el papel que les ha sido asignado, sin mostrar ni rastro de escepticismo, y serán recompensados con titulares en primera página. Después de todo, las «plagas» son más apremiantes y amenazadoras que la disentería o la malaria. La cubierta de la revista «Science» será más o menos igual.

Anthony Fauci.El mensaje trasmitido nunca cambia: ¡Se necesita urgentemente mayor financiación! Las compañías farmacéuticas tienen miedo de las organizaciones de activistas y sus exigencias monetarias. Por lo tanto, por protección, sus contribuciones son generosas. «Project Inform» paga sus facturas. Los activistas remunerados cancelan las manifestaciones y redirigen sus miembros para que se pongan en contacto con sus congresistas: ¡Hay que gastar más dinero en SIDA!. El perenne proveedor de fondos para los laboratorios del NIH Anthony Fauci, sabiamente, hace amistad con el activista gay Larry Kramer. Es una relación muy íntima por debajo de los contratiempos efectistas. PWA consiguen que les paguen sus cuidados médicos, los científicos aquiescentes obtienen financiación total para sus laboratorios, los funcionarios públicos obtienen grandes aumentos en los presupuestos anuales y mayores recursos para contratar más ayudantes. En cuanto a las compañías farmacéuticas, han estado haciendo tanto dinero que pueden permitirse financiar estas tremendas «juergas» bienales del SIDA (tales como la de Durban), que, invariablemente, ayudan a avivar las financiaciones, que, inevitablemente, terminan en sus manos.

UNAIDS.Peter Piot, jefe de UNAIDS, se dio cuenta de lo que estaba pasando. En un comentario revelador publicado el 19 de junio de 1998 en «Science» escribió: «A diferencia de cualquier otro problerna sanitario visto hasta la fecha, ha habido una presión y una participación inusualmente importantes por parte de individuos y grupos infectados o afectados por el VIH». Eran principalmente homosexuales del mundo industrializado». También podría haber añadido que, entre los «afectados», también había retrovirólogos. De todas formas, los infectados y los afectados estaban «organizando la agenda de la investigación del SIDA». Piot habla de «la presión para una aplicación inmediata de los resultados», «los «lobbies» para aumentar la financiación», «la creación de la agenda de investigación en los comités de ensayos clínicos, consejos de fundaciones, juntas asesoras de compañías farmacéuticas y congresos científicos». Quién podría dar mas...

El SIDA «proporciona un nuevo paradigma para la interacción entre la ciencia y la sociedad», observó, y «entre los departamentos de salud pública y las comunidades afectadas». Para decirlo más claramente, la ciencia se había al fin subordinado a la política. Y los departamentos de salud pública habían encontrado para sí una circunscripción influyente, dispuesta a portar pancartas, con experiencia ante los medios de comunicación, un potente grupo de presión a la hora de aumentar las financiaciones. Probablemente, Piot estaba en lo cierto cuando dijo que esto era algo nuevo. Los investigadores y pacientes de cáncer, a partir de ese momento, comenzaron a formar el mismo tipo de asociación simbiótica.

6. La política, no la ciencia, guía los programas del SIDA.

El conocimiento del SIDA implica ser conscientes de que son consideraciones políticas, mas que científicas, las que impulsan los programas corporativos y gubernamentales del SIDA. Cuando los activistas se enfrentaron al jefe ejecutivo de Pfizer en marzo, la compañía se apresuró a consentir en regalar su fármaco del «SIDA» Diflucan a Sudáfrica. Estos activistas no se dieron cuenta de las implicaciones que tiene prescribir medicación antifúngica a pacientes que supuestamente padecen una infección retrovírica.

«A los fabricantes de fármacos cada vez se les presiona más para que ayuden a las naciones en desarrollo». Michale Waldholz escribió en el «Wall Street Journal»: «Sobre todo porque el congreso del SIDA este año se celebrará en Durban, Sudáfrica, donde los medios de todo el mundo se centrarán en la falta de acceso a estos fármacos que sufre el mundo en desarrollo».

Varios meses antes, la Fundación Bristol-Myers Squibb aflojó 100 millones de dólares para ser destinados a cinco países africanos. Lo lógico es pensar que Squibb prefiere que los países receptores de ese dinero lo inviertan en programas del SIDA fundados en el VIH (lo que conllevaría la compra y administración de fármacos anti-VIH) y no en programas anti-pobreza, que aliviarían los factores destructores de la salud en África.

¡Queremos los venenos más baratos para todos los africanos!.Al final del verano de 1999, los activistas del SIDA empezaron a desbaratar las primeras apariciones en la campaña del Vicepresidente Al Gore. Gore se reunió en privado con Mbeki para ver cómo Estados Unidos podía ayudar a Sudáfrica a obtener el AZT más barato.

Pero en octubre, Mbeki, en un discurso ante líderes provinciales, cuestionó la seguridad del fármaco. Unas semanas más tarde, en Seattle, el Presidente Clinton prometió que Estados Unidos ayudaría a países como Sudáfrica a conseguir fármacos del SIDA basado en el VIH. En enero, Gore prometió apoyar un proyecto de ley del Congreso para suministrar a la ONU 350 millones de dólares que serían destinados a programas del SIDA fundados en el VIH.

No se va a dedicar nada de ese dinero a ayudar a los países receptores a realizar su propia valoración de la causa o causas de la enfermedad en los habitantes que reciben un diagnóstico de «SIDA».

Esto no le hace mucha gracia a Mbeki, que no ha encontrado justificación científica convincente para dedicar los recursos anti SIDA de Sudáfrica exclusivamente a las programas fundados en el VIH. Algunos científicos piensan que esos recursos deben emplearse en programas anti-pobreza, no en los programas anti-VIH y de sexo seguro promovidos por Clinton, Gore y los empleados de la ONU. Mbeki quiere oír de primera mano lo que los científicos disidentes tienen que decir, y quiere que haya un debate en el que participen científicos que defiendan el modelo VIH.

¿Podrá Mbeki seguir aguantando la histeria, los insultos y el vilipendio, de los cuales, hasta la fecha, se ha compuesto exclusivamente la respuesta de los científicos del VIH, que le presionaron para que cancelase la reunión del 6 de mayo?. Si Mbeki resiste su implacable campaña y lleva a cabo la reunión que ha propuesto, habrá dado otro paso sin precedentes en la construcción del primer programa nacional del SIDA fundado en un examen serio y abierto de los hechos.

Nota sobre el autor: Tom Bethell escribe para «American Spectator» y «National Review».

Fuente: Reappraising AIDS, volumen 8, número 3, marzo del 2000.


Notas del editor:

1CDC: ver sección de Medicina Medioambiental en este número, apartado «Agencias gubernamentales».
2Definición de Bangui: ver página 131 del número 59 de la revista.
3EIS: ver sección de Medicina Medioambiental en este número, apartado «Agencias gubernamentales».


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