Desde
comienzos de los ochenta, está claro para todo inmunólogo
-y para nada más ni nada menos que el Dr. Anthony Fauci, que encabeza
las investigaciones sobre SIDA en los Estados Unidos y que en los años
70 publicó artículos al respecto- que períodos prolongados
de estrés son perjudiciales para la salud y pueden llevar incluso
a la muerte. En tales condiciones, un exceso de hormonas producidas por
causa del estrés provoca que los glóbulos blancos -en especial
los que aparecen en los tests de CD4- dejen la corriente sanguínea
y se alojen en la médula ósea. Si el estrés persiste,
el cuerpo pierde su capacidad de recuperación y las enfermedades
tienen vía libre. Las células macrófagas, que rutinariamente
digieren y reciclan el casi inconcebible número de un billón
de células muertas al día (alrededor del 1% de todas las
células del cuerpo), se vuelven incapaces de desarrollar su trabajo
adecuadamente, por lo que se ponen en marcha reacciones inflamatorias que
crean peligrosos radicales oxidantes tales que las células macrófagas
no pueden ya mantener las infecciones bajo control. Este específico
fenómeno de estrés mortal puede observarse en el uso consciente
que de él hacen los aborígenes de Australia, entre quienes
la mayor pena que puede aplicarse a un individuo es precisamente el ostracismo,
ya que el ser separado de su clan lo conduce a la muerte.
Pseudo-virología.
Del mismo modo, una persona que interiorice la sentencia de muerte que oficialmente significa un resultado positivo del test del SIDA, no está haciendo otra cosa que permitir que su psique sea socavada. Entonces es atrapada por el estresante y potencialmente fatal pánico que le ha sido inducido por las acciones de otros que obran buscando sus propios fines. Para esta interiorización era necesario elaborar un test de anticuerpos convincente. ¿Quién creó esta caja de Pandora? Pseudo-virólogos que usaban convencionales procedimientos aparentemente científicos y que en el pasado ya habían explotado el miedo y el pánico patrocinados por las políticas estatales durante la «Guerra del Cáncer» iniciada por Nixon en 1971. Los acontecimientos se desenvolvieron con tal rapidez desde los setenta que es bastante fácil olvidarse del reparto del guión. Sin embargo, eran los mismos los que estaban detrás del guiñol y usaban los mismos títeres. Es claro y fácilmente demostrable documentalmente. Fue claro incluso entonces que no había virus causantes del cáncer y que los retrovirus supuestamente responsables ni siquiera existían. ¿Cómo sucedió?.
Moda y conveniencia.
Una
ojeada, incluso superficial, a la biología molecular revela que,
en lugar de hechos, lo que se encuentra en ella son modelos e hipótesis.
Como las polillas por la luz de una bombilla, los oportunistas son atraídos
por las teorías de moda que los hacen ricos, famosos y poderosos.
No debería entonces sorprender que, sin pérdida de tiempo,
David Baltimore en 1970 saltara al tren de la transcripción inversa
y en 1975 se encontrase siendo celebrado como su co-descubridor y recompensado
con medio Premio Nobel. Junto con Fauci jugó a continuación
el más innoble y miserable papel «científico»
en la «Guerra del SIDA». Lo que en 1970 co-descubrió
Baltimore fue simplemente el fenómeno de la transcripción
inversa del ARN en ADN. Debido a que ello encajaba perfectamente en el
entonces reciente concepto de las (previamente artificialmente concentradas)
secuencias «virales» endógenas, el modelo de los retrovirus
pudo nacer. La actividad del recientemente descubierto enzima transcriptasa
inversa fue pronto hallada en toda substancia viviente, mostrando así
que su sola presencia no era evidencia de virus. Ello hizo también
estallar el «dogma central» de la biología molecular
que insistía en que la corriente de información genética
sólo podía ir en un sentido: el ADN podía producir
ARN, pero no al revés. Los retrovirus fueron postulados para explicar
la «carcinogenesidad» en los cultivos de células usados
en laboratorio. Se trataba de una sobre-exagerada hipótesis que
hacia 1977 resultó imposible de continuar sosteniendo al saberse
que la transcripción inversa era un proceso común. ¡Puesto
que no hay retrovirus alguno, tampoco puede existir el «retrovirus»
VIH! Pero en 1982-83 se necesitaba un artificio que explicara la aparente
desaparición de un tipo particular de glóbulos blancos provocada
por el estrés. Fue la ocasión esta vez para Luc Montagnier,
un oportunista francés cuyo servilismo (tras un prolongado litigio)
acabó por resultarle rentable. Junto con su cómplice ganador
del Premio Lasker, Robert Gallo, en su llamado «test de anticuerpos»
no demostró otra cosa que la existencia de proteínas del
estrés producidas en el cuerpo bajo las condiciones arriba descritas
y en el tubo de ensayo cuando los cultivos de células son sometidos
a presión según un peculiar procedimiento excogitado al efecto
(para más detalles, ver mis escritos) (Nota: ver «Desmontar
el SIDA» número 2).
El test del SIDA.
Las proteínas que ellos usaron para el test del SIDA y luego vendieron al público como si fueran de origen viral son sólo el (bio)lógico resultado de los glóbulos blancos sometidos a estrés usados en el laboratorio. Esto explica, de paso, porqué resultan «positivos» principalmente aquellos de entre los grupos de riesgo que han estado:
Se debe ser consciente de todo esto a fin de cuestionar -y curar- las enfermedades definitorias del SIDA y los problemas psicológicos conexos. Los disidentes del SIDA han tratado de aportar explicaciones alternativas, pero haciéndolo sólo han conseguido ayudar a consolidar el concepto del SIDA. Ahora están siendo reemplazados por analistas del SIDA, que esperamos poder finalmente desenmascarar la patraña del SIDA. Pero, por supuesto, sólo con vuestra ayuda, la de los afectados. El gran problema no lo constituyen las complacientes fámulas científicas -los Montagniers, Baltimores, Fauci, Weisses y Gallos de este mundo- de los amos políticos, sino aquellos que, para asegurar su propio poder político y económico, malversan el humanitario deseo de ayudar. Puede verse por todas partes a dónde ha llevado tanta perversidad: lamentos de que no hay salida de estas crisis globales sin que inevitablemente se produzcan desastres y catástrofes. Si uno cree o se deja impresionar por esto, acaba por caer inmediatamente en la trampa del pánico. Si se piensa en los más de cien mil estudios científicos escritos acerca de un virus que no existe y en las hordas de investigadores que los fabricaron, queda claro que hay suficientes capacidades y poder cerebral que deberían quedar disponibles para resolver unos cuantos de los muy reales problemas que el mundo debe afrontar sin recurrir a la brutalidad o a la violencia institucional, o a la discriminación de minorías y razas, o a los asesinatos en masa. Y sin SIDA.
Punto crucial.
Se demostrará que el SIDA ha sido un punto de inflexión en la historia tras un período de profunda pérdida de confianza que llevó a la purga definitiva de un mal gratuito. Nada une tanto nuestras culturas como el SIDA, el VIH y la Coca Cola, pero no puede tomarse el pelo a la gente eternamente. El camino será pedregoso, incluyendo grandes pérdidas de credibilidad en las instituciones y leyes existentes. No ha de olvidarse, sin embargo, que incluso ahora hay estructuras positivas y dignas, así como gente decente y honesta. Como alemán, pienso en nuestra constitución actual, que fue forjada para que no se repitieran los excesos del Tercer Reich. Representaría un excelente punto de partida para una coexistencia efectiva sólo con que se aplicasen como es debido sus actuales disposiciones. Tan sólo puede hacerse aquí una referencia de pasada a la Common Law inglesa, pero cualquiera sabe -sin haber necesitado leer el Volpone de Ben Johnson- que aún estamos a leguas del alcance de sus metas. La coexistencia pacífica y honorable es obstaculizada por la arrogancia y la corrupción.
Pensar en grande, actuar rápido.
Vosotros,
los suficientemente desafortunados como para haber sido diagnosticados
de anticuerpos, sois los que estáis cargando sobre vuestras espaldas
el fardo del actual desastre llamado SIDA. Por favor, unid vuestras fuerzas.
No consintáis ser salteados o corrompidos, sino usad vuestras energías
para superar el SIDA (Stress para Inducir Defunciones Artificialmente).
El futuro está ahora en vuestras (cabezas y) manos. No perdáis
vuestro tiempo. Preguntad sobre el virus, exigid ver micrografías
del VIH aislado o alguna prueba directa de sus proteínas y de su
ARN o ADN, e incluso de si es que los retrovirus existen siquiera... Averiguad
quiénes mueven los hilos detrás de la escena en el CDC, el
EIS, el NIH, en Capitol Hill y demás sitios. Son ellos los que os
han llevado al trauma del SIDA a fuerza de insistir como los hechiceros
con sus sortilegios. Sólo entonces actuaréis en beneficio
de vosotros mismos. Seguid adelante con ello, desmontar el SIDA y finalmente
liberad lo bueno que hay en el esfuerzo humano. No tengáis miedo:
podéis hacerlo. Tenéis la fuerza, la necesaria seguridad
en vosotros mismos y la imaginación. Dejad de lado el papel de víctimas
y convertíos en los héroes que ya sois, pues estáis
tratando de vivir en positivo y sabéis lo que ello significa. ¡Sed
verdaderamente positivos! Comenzad formulando preguntas a quienes propagan
los pronunciamientos oficiales sobre el SIDA. Acosad al Gobierno. Elevad
peticiones al Parlamento sobre la cuestión de si existe o no el
VIH, como se ha hecho en Alemania. Exigid que os muestren evidencias. Reclamad
fotos del virus aislado. Y no os olvidéis de preguntar acerca de
la toxicidad de los medicamentos, especialmente las sulfonamidas como el
Septrim. Preguntad, inquirid, interrogad, importunad demandando respuestas
a aquellos que difunden la pretendida existencia del SIDA. Pensad en grande
y, por favor, actuad rápidamente ya.
Estad preparados.
Para anticiparos al previsible fustigamiento por parte de los defensores de la existencia del VIH, os urjo a que leáis mis escritos científicos -entre otros- que han sido publicados en Gran Bretaña por la Revista Continuum. Leed mi correspondencia con el Ministro de Justicia, que está intentando esconder la verdad en el juicio por sangre contamida de la ciudad de Göttingen. Encontraréis todos los detalles necesarios para los que la brevedad de este artículo no ha hallado espacio aquí.
Traducido de la revista Continuum, volumen 3, número 6.