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Índice: El concepto de plasma marino.

El medio interno y el agua de mar cumplen pues las mismas funciones, uno en relación con las células, otro en relación con los microorganismos del ecosistema marino. Uno y otro son resultado de un trabajo constante, programado y esencial, puesto que se trata de en ambos casos del mantenimiento de condiciones físico-químicas acordes con el desarrollo de la vida. Los dos son, pues, medios minerales cuya homeostasis y estructura química son el fruto de una regulación biológica. Es más, el análisis muestra que sus composiciones respectivas son idénticas.

Sin embargo, sólo la identidad de composición no sería suficiente para demostrar las propiedades terapéuticas concretas del plasma marino. En efecto, el estudio del mundo vivo demuestra que la simple naturaleza de un elemento no determina sus propiedades biológicas, sino la forma y la estructura específica en que está presente. La bioquímica se distingue de la química mineral no por la naturaleza de los átomos estudiados sino por la de las estructuras propias de la materia viva en que sus átomos están asociados. La bioquímica revela que la actividad de las moléculas depende esencialmente de su configuración espacial, por citar sólo un factor cuya importancia es determinante cuando se estudia los enzimas, las hormonas, los ácidos nucleicos, etc. Por tanto la composición del sustrato mineral en que estas moléculas orgánicas se sitúan tiene una importancia determinante sobre su actividad biótica.

Cuando estudiamos la estructura química del agua de mar, de la que desconocemos muchos aspectos, resaltan dos constantes.

Por una parte, las sales que componen la matriz salina de las aguas marinas tienen un producto de solubilidad distinto al de las mismas sales disueltas en agua destilada. Por tanto la hidratación de las sales marinas no se debe sólo a su naturaleza específica, sino que debe sus propiedades particulares a la transformación de estos elementos en el interior de los ciclos del ecosistema. Se puede hablar de la dinamización de los elementos marinos. De hecho, la matriz salina de las aguas marinas constituye un medio natural único que es prácticamente imposible reproducir de modo artificial. Esta hidratación específica de las sales condiciona las características físicas de la misma agua, sustrato del metabolismo.

Figura 8. Presentación comparada de la composición salina del agua de mar y de los líquidos orgánicos (valor de composiciones orgánicas según Ganong, 1979).
Figura 8. Presentación comparada de la composición salina del agua de mar y de los líquidos orgánicos (valor de composiciones orgánicas según Ganong, 1979).

Por otra parte, al igual que en su composición, la naturaleza de las sales y la forma en que están presentes los diferentes elementos en la matriz salina de las aguas marinas, están próximas a lo que encontramos en el medio interno.

Desde un punto de vista terapéutico, es precisamente la forma específica de los oligoelementos y de las sales minerales lo que nos interesa, porque buscamos la acción que ellos inducen. Esta es la hipótesis fundamental en que se basa todo el estudio del concepto de plasma marino y que fue presentada por primera vez en 1897 por René Quinton: «Hay una identidad fisiológica entre el plasma marino y el plasma humano», es decir que el plasma marino tiene la misma aptitud que el plasma humano para servir de soporte mineral a la vida celular. No se trata en absoluto de una simple solución salada cuya composición se acerca a la del líquido extracelular, sino de un auténtico suero fisiológico en perfecta ósmosis con el medio interno, que satisface totalmente las necesidades minerales de las células.

La experimentación.

La experimentación biológica se muestra indispensable para a demostrar el efecto fisiológico de una solución mineral.

La práctica médica, más que cualquier otro experimento, ha demostrado lo bien fundado de esta hipótesis. Recordemos que ha existido una práctica médica a gran escala, principalmente en Francia entre 1910 y 1945. Los resultados son elocuentes y no es necesario nada más para demostrar las sólidas bases del método. El propósito de este trabajo es más ayudar a comprender mejor porqué y cómo el concepto de plasma marino es un triunfo médico de primer orden, tanto en la práctica cotidiana como en la medicina de urgencia. Se dieron millones de inyecciones, principalmente en los dispensarios marinos creados por el Dr. Jarricot y Quinton. El número de niños salvados fue tal, que se les llamó «bebés Quinton». Por otra parte el uso de este producto sólo se interrumpió por razones económicas y técnicas externas a cualquier motivo terapéutico. Hoy un laboratorio farmacéutico vuelve a envasar este agua dándole el nombre de Quinton® Hipertonic a la concentración al 33%o y de Quinton® Isotonic a la concentración al 9%o, correspondiente éste al antiguo y ya gastado «Plasma de Quinton».

Desde el punto de vista biológico se han llevado a cabo diferentes experimentos y en particular, la medida de la actividad y de la supervivencia de glóbulos blancos en varios tipos de soluciones salinas. El glóbulo blanco es un indicador especialmente interesante del medio interno porque vive y se desplaza en él de forma autónoma, sin estar sujeto, como las otras células, a un tejido específico. Los diversos experimentos realizadas han demostrado que el tiempo de supervivencia de los glóbulos blancos en un plasma marino correctamente preparado es superior al observado en cualquier otro preparado mineral y el único medio en que los glóbulos blancos se han multiplicado.

Principios de acción terapéutica.

El uso del plasma marino en sus diferentes formas es un método en sí mismo. La dosis, la frecuencia, la vía de absorción, la duración, etc. determinarán la eficacia del tratamiento. Sólo una aplicación correcta permite obtener los resultados terapéuticos esperados.

La acción terapéutica puede considerarse en torno a tres ejes: la acción plástica y mecánica del plasma marino, que garantiza una reposición hidroeléctrica; la acción catalítica y funcional de los oligoelementos; y la regeneración celular. Estas tres acciones escogidas son tres aspectos del efecto general del método marino, que actúa en particular como un todo, a través del conjunto de los minerales, que sinérgicamente catalizan el metabolismo.

1. La recarga hidroelectrolítica.

Esquemáticamente, las sales, a través de mecanismos de presión osmótica y de la regulación renal, van a asegurar el balance hídrico del organismo. El efecto mecánico del plasma marino como agente de rehidratación es inmediato. El Dr. Mouezy-Eon dice: «El sodio es la sal que regula la entrada de agua en el protoplasma y el núcleo celular y sin duda permite secundariamente asimilar o retener las otras sales». Sin embargo su acción es mucho más profunda que la obtenida con una simple solución de cloruro de sodio al 9%o. Como escribe el Dr. Jarricot: «Todo sucede como si con las inyecciones de agua de mar fuera restablecida la capacidad de los tejidos para retener agua».

Esta acción afecta directamente a los problemas de nutrición, de asimilación y de eliminación. Permite asegurar un tratamiento hidro-electrolítico en las patologías agudas siguientes: deshidratación, diarreas agudas, shocks hipovolémicos, quemaduras y reanimación pre y postoperatoria. Permite también regular las patologías crónicas graves con carencias, desmineralización y espasmos.

La experiencia ha demostrado que el plasma marino es un aliado valioso en diarreas, especialmente infantiles, así como en dos grandes patologías que provocan una deshidratación profunda: el tifus y el cólera.

2. El reequilibrio funcional enzimático.

Mientras la recarga hidro-electrolítica afecta directamente al medio interno, la acción funcional del plasma marino se sitúa en la actividad citoplasmática. Los oligoelementos afectan al conjunto de ciclos metabólicos, generales y específicos, por ejemplo modificando las estructuras, las secreciones hormonales y la producción de anticuerpos.

Cuando se habla de la acción de los oligoelementos, hay que tener en cuenta la forma en que se hallan. Recordemos su efecto en dosis ínfimas, la multitud de interacciones puestas en juego y la variedad de elementos necesaria. La calidad de los elementos asimilados es más importante que su simple presencia. Los minerales marinos en forma de plasma marino tienen una biodisponibilidad excepcional. El plasma marino contiene los 92 elementos utilizados por el metabolismo, de una forma completa, equilibrada y asimilable.

El impacto terapéutico es por tanto considerable, puesto que la mayoría de las enfermedades mantienen o desarrollan un desequilibrio electrolítico. Esto se aplica particularmente para las graves, en las que el tratamiento de terreno mineral se impone como un complemento a menudo inevitable. Según el tipo de formas utilizadas, la acción será diferente, aunque en conjunto se la pueda considerar como una catálisis del metabolismo mineral y una regulación o restablecimiento del metabolismo mineral. Se va poder, pues, actuar sobre los bloqueos enzimáticos, la anemia, la inmunidad y los procesos infecciosos, etc.

En esto el plasma marino es único para inducir el equilibrio mineral.

3. La regeneración celular.

Renovando el medio interno e induciendo el equilibrio mineral, el plasma marino contribuye a reforzar el equilibrio del organismo. El tercer aspecto de su acción, la regeneración celular, puede situarse al nivel del núcleo celular. Las modificaciones del medio interno serán trasmitidas gradualmente hasta la mitocondria, el cromoplasto y, por supuesto, el núcleo, donde ocurrirán de nuevo cambios en el microentorno de las secuencias del ADN. La dinamización de los elementos marinos y la calidad de su presencia es más determinante que en ninguna otra parte. Recordemos la acción de los elementos metálicos incluso en el material genético y la importancia de la forma de los oligoelementos necesarios para un desarrollo óptimo de la transcripción ADN-ARN.

Hoy existen numerosos trabajos dedicados a la estructura del agua, soporte de fenómenos vitales, y su importancia. Más precisamente aún, el estudio del plasma marino, constituido por agua, y por sales minerales y oligoelementos, conduce a la consideración de que es la matriz fundamental de fenómenos biológicos, tanto oceánicos como humanos.

Este trabajo abre la puerta al estudio de su aplicación en otras enfermedades: la senescencia de los procesos degenerativos y las llamadas enfermedades de la civilización.

En conclusión, el plasma marino, actuando en la parte más básica del metabolismo de manera decisiva e inmediata sobre el estado fisiológico del plasma mineral humano, tiene un nivel de acción único que le es propio. Comprender este nivel de acción único es la clave que permite razonar sobre su uso terapéutico. El plasma marino no va a actuar contra tal o cual síntoma, sino que va a contribuir al buen funcionamiento del metabolismo. Regenera el medio interno favoreciendo de este modo la actividad celular, y toda la economía del organismo se endereza.

Aplicación inespecífica.

Al actuar sobre la base de los mecanismos fisiológicos, la acción del plasma marino es inespecífica. El mismo mecanismo se encuentra en diferentes procesos. La decisión de administrar plasma marino en solución isotónica viene determinada por la similitud de las causas, no de los síntomas. He aquí una aproximación, no exhaustiva, a los mecanismos que se encuentran en diferentes procesos patológicos (inflamación, infección) y al aspecto funcional de los oligoelementos.

1. Aspecto funcional de los oligoelementos.

La función de los oligoelementos en el organismo es triple. En primer lugar estructuran la materia viva. Por ejemplo el zinc, por medio de las proteínas dedo («finger») de zinc, influye en la regulación de los genes y por tanto en la multiplicación y la diferenciación celular. Las enfermedades carenciales están vinculadas a este aspecto.

Figura 9. Estructura de los dedos de zinc de una proteína intercalante del ADN (según Miller).
Figura 9. Estructura de los dedos de zinc de una proteína intercalante del ADN (según Miller).

En segundo lugar, los oligoelementos tienen un efecto catalítico. Sus funciones están ligadas a las de los enzimas y constituyen la clave de la química interna. Más del 25% de todos los enzimas conocidos contienen iones metálicos, es más: requieren la presencia de estos iones para ejercer su actividad. Los iones también pueden tener una función reguladora, en particular en las reacciones donde el ATP sirve de sustrato. Cuando el complejo ion-ATP sirve de sustrato, el exceso de uno o de otro es inhibidor. Este tipo de enzimas tiene acciones muy específicas y depende estrechamente del catión que tiene asociado.

Como la afinidad a un catión dado varía de un metaloenzima a otro, la carencia de uno de estos metales acarreará la aparición progresiva de síntomas, en la medida en que aumente el número de circuitos enzimáticos cuya cinética esté perturbada. Es importante, pues, mantener no sólo una concentración óptima de cada oligoelemento sino también vigilar las concentraciones entre los diferentes elementos.

En tercer lugar, en concentración ínfima, los oligoelementos tendrían una acción energética, un efecto desensibilizador.

La administración terapéutica de los oligoelementos no debe, pues, estar ligada únicamente a las carencias. Como escribe Ménétrier: «Entonces tendríamos que admitir que los comportamientos de casi todos los individuos y que toda la evolución del ciclo natural de envejecimiento se basan en una carencia», y añade: «Dada la capacidad y la eficacia de este efecto, existen pues unas condiciones particulares que dan a los oligoelementos un efecto de catálisis y no de corrección de la carencia».

Más allá de la simple recarga mineral para la que es muy eficaz, el plasma marino tiene un impacto funcional considerable. Reúne el conjunto de aspectos para una actividad óptima de los oligoelementos en el organismo. Esto muestra la profundidad de su actividad integral. Más que el impacto específico de tal o cual elemento, se busca el equilibrio general. Por otra parte no hay antagonismo entre el hecho de prescribir un elemento para un fin específico, en combinación con un tratamiento para el equilibrio general: los dos se refuerzan.

2. Procesos infecciosos e inmunidad.

Ciertos oligoelementos tienen una función fundamental en los mecanismos celulares que regulan los procesos inmunitarios. Actúan en el nivel de la actividad citotóxica macrofágica y de la función inmunomoduladora. Su carencia o insuficiencia de su utilización por los enzimas puede encontrarse en numerosas afecciones que van de la gripe al cáncer, como han mostrado numerosos trabajos.

El desencadenamiento de las defensas inmunitarias humoral y celular (fagocitosis) aumenta las necesidades de ciertos elementos implicados en la lucha contra la destrucción celular. Los macrófagos liberan compuestos oxigenados, es decir radicales superoxidados, tóxicos para las células. Estos radicales retardan los intercambios y conducen a una alteración de la membrana de los corpúsculos celulares.

Estos procesos y la implicación directa de los iones metabólicos como elementos del proceso inmunitario explican las posologías recomendables para este tipo de patologías: de medias a fuertes, con preferencia clara por la vía rectal.

En los procesos infecciosos, el plasma marino actúa tanto a nivel funcional sobre el terreno orgánico como por implicación directa de iones metálicos en los mecanismos inmunitarios. Asegura la rehidratación necesaria en caso de diarreas infantiles de etiología viral o bacteriana. Es igualmente activo en la lucha contra los radicales libres y en la regulación de su producción. Su acción es específica y se aplica en cualquier parte del proceso.

3. Inflamación y radicales libres.

La inflamación, conjunto de fenómenos complejos que responden a una agresión local, desencadena automáticamente una serie de reacciones inespecíficas, cualquiera que sea la etiología: mecanismo vascular, mecanismo celular. Los fenómentos inmunitarios tienen una función importante e incluso pueden convertirse en el factor desencadenante.

Diversos oligoelementos están implicados en este proceso -cobre, zinc, selenio, manganeso- e intervendrán a diferentes niveles, sea modificando el automantenimiento del sistema proinflamatorio o impulsando la acción antiinflamatoria.

En general, la intensidad de la respuesta está correlacionada con la capacidad de activación local de las reacciones de defensa como:

  1. La secreción de citokinas (participan Cu y Zn).
  2. La liberación de mediadores lipídicos (participa Se).
  3. La producción de radicales libres oxigenados (participan Cu, Zn, Mn y Se).
Figura 10. Niveles de acción de los oligoelementos en los mecanismos inmunitarios e inflamatorios.
Figura 10. Niveles de acción de los oligoelementos en los mecanismos inmunitarios e inflamatorios.

Las citoquinas ejercen una regulación intracelular entre la inducción y la inhibición de la producción de radicales libres. Cuando la concentración celular de radicales libres no se puede controlar o en caso de cronicidad, se producen daños en las células y sus constituyentes esenciales (poliartritis reumatoide, etc.).

El estudio sucinto del proceso inflamatorio muestra de nuevo la importancia de los circuitos de regulación y del mantenimiento de la homeostasis. Un complejo conjunto de reacciones encuentra ahí su equilibrio en función de la acción relativa de diversos oligoelementos. Estos fenómenos subrayan la importancia de un aporte equilibrante como el del plasma marino. Además éste constituye un factor de modificación del terreno necesario en los tratamientos de las patologías inflamatorias crónicas.


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