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Integral. Número 116. Agosto de 1989.

Biotopías IV. Manipulación genética y medicina.
Octavi Piluats.Octavi Piulats.

La ingeniería genética aplicada a lo humano se nos presenta con visos de «cuento de la lechera». No existe una alteración de la salud para la que la biotecnología no ofrezca soluciones: cáncer, infarto de miocardio, nuevas vacunas, enfermedades crónicas, sida e incluso la vejez. Su actividad se extiende a la misma herencia humana (minusvalías físicas y psíquicas, etc.), siendo en este campo donde la nueva disciplina se siente más segura. Por ello, ¿quién se atreve a criticar lo que «sólo» aporta beneficios a la humanidad?. En este artículo, cuarto y penúltimo de la serie biotopías, describimos la actualidad y las posibles aplicaciones de la ingeniería genética en el campo de la medicina humana, así como sus riesgos y posibles consecuencias. También esbozamos, desde un criterio ecológico, cuáles son las alternativas a la crisis de la medicina moderna.



Octavi Piulats (Doctor en Filosofía). 

¿Otra Santa Alianza?.

Es sabido que la medicina moderna está en una difícil situación histórica. Por un lado, la mejora de las condiciones higiénicas, una alimentación más abundante, la introducción de los antibióticos y, sobre todo, el empleo sistemático de la cirugía, han disminuido la incidencia de las enfermedades infecciosas, alargando la esperanza de vida en Occidente. Por otro lado, sin embargo, este progreso se relativiza con la incontenible expansión de las enfermedades crónicas, como el cáncer, las cardiovasculares, las dolencias psíquicas, la multiesclerosis, la enfermedad de Parkinson, la de Alzheimer y las reumáticas de todo tipo. Por si fuera poco, en los últimos años las enfermedades infecciosas se han multiplicado bajo la amenaza de nuevos virus, como el de la hepatitis, los de los herpes y, sobre todo, el temido sida, que está alcanzando ya caracteres de pandemia universal.

Para salvar su constante pérdida de prestigio, la medicina convencional ve tres grandes salidas: la medicina analítica de alta tecnología, basada en la informática y la microelectrónica; la cirugía de los transplantes; y las técnicas de ingeniería genética aplicadas a la medicina. respecto al tercer bloque -el que trata este artículo-, médicos e investigadores ya empiezan a hablar de una «medicina predictiva» que, gracias al análisis del genoma humano y a la manipulación de sus tendencias y déficits, sea capaz de vencer las nuevas plagas.

Aunando intereses en este proceso con la medicina convencional, las multinacionales farmacéuticas evidencian un enorme interés por la ingeniería genética. Elaborar un fármaco con métodos químicos y experimentativos convencionales necesita mucho tiempo y acarrea enormes gastos de producción; en cambio, la obtención de medicamentos utilizando microorganismos manipulados parece ser mucho más rentable, ya que precisa menos personal. La elaboración de fármacos por métodos biológicos y no químicos también mejora la imagen publicitaria, en un momento en el que la química convencional está cada vez más cuestionada. Por otro lado, la producción de nuevos medicamentos y terapias a través de la ingeniería genética supone una enorme concentración de control y medios, un monopolio, ya que apenas doce multinacionales podrían fabricar esta nueva generación de fármacos.

Nos hallamos, pues, en vísperas de otra Santa Alianza entre biólogos, médicos, químicos e investigadores punta en general, con objeto de vender la ingeniería genética como supuesta única solución para los problemas sanitarios actuales.

Los fármacos milagrosos.

Los prodigios que ofrece esta Alianza de conveniencias son, más o menos, los que a continuación se enumeran:

Manipulación genética: medicina y fármacos.

Con la polémica que existe en torno a las vacunas1, su producción biológica ha de verse con escepticismo. De momento la vacuna de la hepatitis B está en el mercado y deberá probar su eficacia; además, no parece haber motivos -aparte de los económicos- que justifiquen su producción mediante manipulación genética.

Tampoco es útil fabricar interferón a través de la manipulación genética o de otro modo, ya que su efectividad e inocuidad están muy cuestionadas. Estudios fiables realizados en Suiza2 demuestran que el interferón sólo es medianamente efectivo para un grupo muy reducido de cánceres; frente al de mama o al de pulmón masculino, por ejemplo, es completamente inútil. Además, sus consecuencias nocivas son temidas: en 1982 fallecieron súbitamente en el Estado francés cuatro pacientes de cáncer, a causa de una terapia prolongada con interferón. Hoy se sabe que el grupo de proteínas que componen el interferón contiene sustancias -como las interleuquinas- que atacan el sistema nervioso central, el hígado, los riñones y el cerebro. Un toxicólogo de fama mundial, el suizo Karl Fent, ha aclarado recientemente que las cantidades de interferón producidas por el organismo humano son mínimas y, por el contrario, la cantidad que se emplea en la terapia del cáncer es muy alta. Esta superdosis de las sustancias activas del interferón, a las que el organismo no está acostumbrado, es la que intoxica los circuitos fisiológicos y metabólicos del cuerpo humano. A pesar de estas advertencias, una firma estadounidense está decidida a comercializar el interferón alfa, ya que ha descubierto su efectividad contra ciertos virus causantes del constipado corriente: los del grupo rinovirus.

Los activadores plasmígenos del tejido pueden ser útiles en un momento agudo de cualquier problema circulatorio; sin embargo, la experiencia demuestra que estos «medicamentos milagrosos» suelen acompañarse de graves contraindicaciones y reacciones secundarias. Pero el fármaco que ilustra más claramente esta aplicación a la medicina es la insulina sintética, que casi siempre se pone como ejemplo de utilidad de la ingeniería genética.

Como se sabe, las personas que padecen diabetes necesitan mantener niveles correctos de glucosa en su sangre y orina, para evitar la hiperglucemia. Desde 1940, la mayor parte de la hormona insulina se ha obtenido de ciertas glándulas de animales sacrificados en los mataderos públicos. El proceso es costoso y complicado, necesitándose entre 60.000 y 100.000 páncreas de cerdo para obtener un kilogramo de insulina. La insulina así conseguida sólo se diferencia de la insulina humana en un aminoácido; debido a que algunos pacientes son alérgicos a la insulina de cerdo, Ciba Geigy intentó la síntesis total de la insulina humana en laboratorio, abandonando el proyecto por sus elevados costes. Hoechst ha desarrollado con bastante éxito una semi-síntesis de la insulina, partiendo de la insulina de cerdo y catalizando enzimáticamente su ensamblaje a través de la tripsina, en dos fases. A partir de 1982, la empresa Eli Lilly empezó la producción de insulina humana mediante la manipulación genética de colibacterias. A estos microorganismos se les transplanta ADN humano con el gen de la insulina en su núcleo mediante métodos de recombinación genética; después se colocan en un bioreactor, con medios de cultivo adecuados, en el que crecen con rapidez, produciendo insulina humana. La industria farmacéutica internacional justifica la nueva producción de insulina con dos argumentos: dado el constante aumento de diabéticos en el mundo, pronto habrán dificultades de abastecimiento con la insulina animal que se obtiene en los mataderos; en segundo lugar, se afirma que la insulina obtenida por manipulación genética, al ser copia de la humana, es de calidad superior a las existentes en el mercado y está exenta de posibles reacciones alérgicas.

El primer argumento es fácilmente rebatible, ya que no existen signos en ningún país de que falte materia prima para la extracción de insulina, pues, por desgracia, el número de animales sacrificados en el mundo tiende a aumentar paralelamente al crecimiento de la población. Es cierto que cada día es más difícil hallar insulina convencional en las farmacias, pero se debe a que las multinacionales ya utilizan el nuevo método, abandonando el tradicional. Respecto al segundo argumento, algunos pacientes que han consumido recientemente insulina humana de procedencia genética han tenido también reacciones alérgicas. Lo más grave, sin embargo, es que su potencia es inferior a la de la insulina convencional, por lo que debe inyectarse con más frecuencia que ésta. En 1987 el Ministerio de Salud de la República Federal Alemana3 obligó a los fabricantes de la nueva insulina a incluir en el prospecto del fármaco que su consumo podía causar un súbito descenso de azúcar en la sangre del paciente, provocando un choque hipoglucémico sin previo aviso. Diversas asociaciones europeas de diabéticos también han llegado a la conclusión de que no existen las supuestas ventajas de los nuevos preparados de insulina copiada de la humana.

En esta nueva insulina, como en todos los medicamentos obtenidos por manipulación genética, aparece un riesgo al que no estamos acostumbrados, ya que los procesos químicos de obtención de fármacos nunca lo comportaron: la posibilidad de que los microorganismos manipulados genéticamente se escapen, por accidente o fuga, de los grandes biorreactores donde están herméticamente confinados, y se propaguen por el entorno. Aunque nadie sabe qué sucedería, imaginemos que las colibacterias empleadas para la fabricación de insulina llegasen a la naturaleza. Por diversos experimentos sabemos que pueden vivir fuera del laboratorio4; su resistencia está comprobada. Una vez en el agua o en el suelo, las colibacterias llegarían fácilmente a las cadenas alimenticias humanas y se introducirían en el intestino de los animales, que es el lugar donde normalmente se asientan; una vez llegadas al intestino grueso humano, su comportamiento es impredecible. ¿Podrían desplazar a las otras colibacterias no recombinadas genéticamente?. Ello afectaría los procesos metabólicos y fisiológicos de la digestión. Es probable que las personas más sensibles a las nuevas bacterias fuesen las que tuvieran una flora intestinal deficiente, y los niños de corta edad, en los que esta flora todavía no está totalmente asentada.

Éste es un riesgo adicional que aporta la nueva generación de fármacos. Las personas que tengan su domicilio cerca de instalaciones farmacéuticas, vivirán a partir de ahora con el temor de que cualquier dolencia extraña que les afecte sea el indicio de un accidente o de una fuga de microorganismos recombinados genéticamente, del laboratorio cercano. Tras el llamativo reclamo de medicamentos milagrosos -que, como ya vimos, no justifican- estamos creando un nuevo peligro, impensable con los procesos de fabricación convencionales.

La ingeniería en la genética humana.

La aplicación más simple a la medicina genética convencional de una técnica provinente de la ingeniería genética es, probablemente, el llamado análisis del genoma; es decir, el conocimiento de la secuencia de las moléculas presentes en el conjunto de los cromosomas humanos. La persona posee en el material hereditario de sus células 46 cromosomas, idénticos por parejas, y cada uno compuesto de una doble hélice de ADN. Estudiándolos a través del microscopio, se puede diagnosticar la enfermedad del síndrome de Down o mongolismo: el cromosoma número 21 no tiene, como sería normal, otro gemelo, sino que está triplicado. También de forma indirecta, mediante el análisis químico de la proteína pueden reconocerse los genes defectuosos y diagnosticar, por ejemplo, enfermedades metabólicas, como la fenilcetonuria o el síndrome de Lesch Nyhan.

Aunque el genoma humano no ha sido todavía secuenciado por los expertos, sí se han identificado los genes asociados a las principales enfermedades hereditarias, es decir, que se transmiten de generación en generación. En la actualidad se conocen unas 3.000 enfermedades hereditarias. Unas 400 se manifiestan en un solo gen defectuoso y las restantes se deben a defectos y roturas de varios genes a la vez. Las sondas ADN, hélices obtenidas por clonación, marcadas radiactivamente y pertenecientes a la secuencia del ADN que se quiere investigar, sirven para localizar los defectos de los genes, como ya se ha explicado en el capítulo de los fármacos milagrosos. Se calienta la doble hélice de ADN que se desea estudiar, de forma que se separen ambas hélices. A partir de aquí, el técnico trata de que se complementen simétricamente una de las hélices a estudiar y la hélice preparada y marcada como sonda. Si el ensamblaje no se consigue correctamente, es un indicio claro de que en uno de los genes existe una letra (un aminoácido) equivocada, que provocará la enfermedad. Con estas sondas puede diagnosticarse, por ejemplo, una extraña enfermedad conocida como thalasemia (el gen que debe fabricar la hemoglobina tiene una T donde debería tener una C), que incapacita a la sangre para transportar oxígeno a los tejidos.

Las enzimas de restricción -hasta la fecha se conocen alrededor de 250- son «tijeras químicas» que sirven para cortar la hélice del ADN en determinados lugares y también permiten diagnosticar los defectos genéticos.

Por otro lado, estos métodos de diagnóstico tienen otras aplicaciones además de las medicinales. Dado que cada persona tiene un ADN diferente, gracias a las sondas genéticas (el método se conoce como RFLP) se pueden conocer las huellas dactilares genéticas, es decir, identificar a cada persona con precisión frente a otras. Por esta razón, en círculos criminalistas y policiales europeos ya se proyecta elaborar una especie de tarjeta de identidad genética. Es importante recordar que los métodos de diagnóstico genético no son sólo capaces de localizar defectos genéticos en fetos, sino también predisposiciones para ciertas enfermedades.

La futura terapia genética.

Además de los métodos de diagnóstico precoz de enfermedades genéticas, la ingeniería estudia la terapia, aunque la investigación está en sus comienzos y las dificultades son muchas. Una primera vía de terapia es la somática, es decir, la introducción de un gen sano en el material genético defectuoso de las células, por medio de un vehículo como los retrovirus. Esto podría hacerse, por ejemplo, en la Corea Huntingdon. En 1980 fracasó el primer intento de llevar a término esta operación: el profesor californiano Martin Cline realizó una transferencia de genes en las células medulares productoras de sangre de dos pacientes que padecían thalasemia. Pero en la transferencia de material genético al ADN de otras células, no se puede controlar completamente en qué lugar del genoma va a incrustarse el gen, por lo que siempre existe el peligro de aniquilar un gen sano.

Otro tipo de terapia es el que emplea la vía germinal, es decir, la manipulación directa sobre células embrionarias; tiene la ventaja de que en la manipulación del material embrionario, al nueva recombinación genética puede ser heredada. Como hemos visto en otros artículos (Integral 102, 103 y 106), la obtención de animales transgénicos es ya una realidad en los laboratorios de ingeniería genética. En el área de lo humano todavía no ha intentado nadie la proeza, aunque existen rumores de que algunos investigadores trabajan en ello y que la manipulación de seres humanos en estado embrionario es sólo cuestión de tiempo. Esta terapia abre la puerta a grandes problemas éticos, si algún día se lleva a cabo.

La nueva eugenesia.

Además de su controvertida moralidad, el diagnóstico prenatal y el aborto selectivo no evitarán que los disminuidos por accidente, contaminación ambiental o consumo de medicamentos supongan el 95% del total.

Por otra parte, como ya apuntamos, las técnicas de análisis genético no sólo ofrecen la posibilidad de localizar enfermedades hereditarias, sino también predisposiciones genéticas a determinados trastornos si se combinan con factores ambientales. En la población europea existen personas más sensibles que otras, no sólo a enfermar por infarto o cáncer, sino a sufrir alteraciones por determinadas contaminaciones de metales pesados o plaguicidas. Esta capacidad del análisis genético para detectar las predisposiciones patológicas en el modelo de sociedad industrial puede causar una discriminación grave en las actividades laborales. Ya existen empresas estadounidenses que piden a sus empleados que se sometan a «chequeos genéticos», para conocer su potencial de trabajo y la probabilidad de que enfermen. Se calcula que en los próximos veinte años los puestos laborales de responsabilidad se decidirán por estos criterios y que el chequeo genético será una actividad floreciente para los médicos. Este mismo criterio, aplicado al diagnóstico prenatal y al aborto selectivo, abre la puerta a un nuevo eugenismo de consecuencias imprevisibles: es probable que en el futuro se necesiten personas con una gran resistencia a los rayos ultravioleta (estas radiaciones incidirán cada vez más sobre la Tierra, debido a la desaparición de la capa de ozono) y a la contaminación del aire y del agua. De aquí a que el Estado aconseje a los padres alumbrar determinados hijos y rechazar otros, sólo hay un pequeño paso. Pensemos en una sociedad que practique este tipo de eugenesia: grandes genios como Beethoven (con factores hereditarios propensos a la sordera y a afecciones hepáticas) no hubieran existido y no disfrutaríamos sus sinfonías Pastoral ni Heroica.

Por supuesto, algunas de las técnicas de diagnóstico prenatal pueden ser positivas para diagnosticar enfermedades graves de forma más eficaz que la actual, pero, como siempre, con estos escasos aspectos positivos se justifica el desarrollo de una infraestructura y unas técnicas que crean problemas mayores que los que pretenden solucionar. También aquí encontramos, detrás del presunto beneficio sanitario, los intereses socioeconómicos de la industria.

Medicina y economía.

La crisis de la actual medicina positivista es, en gran parte, consecuencia de su carácter de fiel instrumento de reparación para el sistema de producción industrial: la medicina convencional se dedica prioritariamente a mitigar los síntomas y efectos de la enfermedad, pero no investiga su etiología profunda. Lo racional sería cambiar de raíz aquello que abona el terreno a las enfermedades de nuestra civilización. Esto implicaría un cambio en el sistema de producción y en la ordenación del territorio. Vigilar la dieta, la contaminación y la tensión laboral debería ser prioritario ante la economía. Pero la medicina convencional va siempre a remolque de los intereses industriales; sus avances y descubrimientos sólo pretenden perfumar las repercusiones higiénicas del sistema sobre las personas. En este marco, parecería razonable que la medicina oficial pidiese un cambio radical de vida a los gobiernos mundiales; no obstante, actúa a la inversa y, de nuevo, se apresta a mitigar el deterioro de la salud con una nueva técnica que promete superar la crisis, y un futuro de salud y bienestar. Ésta es la misión de los nuevos medicamentos y de la ingeniería genética.

La ingeniería genética aplicada a la medicina está, no obstante, muy lejos de satisfacer sus expectativas. Además -y es decisivo- la nueva técnica conlleva riesgos absolutamente desconocidos; riesgos que superan con creces las pequeñas ventajas que pueden reportar sus nuevos fármacos. Por ello, creemos sinceramente que esta unión entre interés económico y ciencia, base de la ingeniería genética aplicada a la medicina, no va a traer más salud a los habitantes del planeta, sino al contrario: su desarrollo acelera la actual crisis médica y posibilita consecuencias que serán incontrolables.

La alternativa.

Teóricamente es tarea de la medicina preventiva desarrollar programas que eliminen los factores psicosociales y económicos que son el caldo de cultivo de las enfermedades de Occidente; no obstante, los médicos críticos no han conseguido, hasta la fecha, imponerse en ningún campo. Por otro lado, la medicina preventiva oficial se alimenta de ciertos criterios científicos y de una visión de la naturaleza muy ligados a los valores y al sistema de producción de Occidente.

Por eso, la alternativa a la crisis de salud está en el desarrollo y aplicación de los métodos terapéuticos de las diversas medicinas alternativas. Todas ellas (Medicina Naturista, Medicina Tradicional China, Homeopatía, Fitoterapia, etc.) son medicinas holísticas, con terapias no agresivas para el organismo y el medio. Como ejemplo, presentaremos el criterio de la Medicina Naturista respecto a las enfermedades cardiovasculares.

Según el criterio naturista, existen individuos más expuestos que otros a padecer dolencias cardiacas; sin embargo, a menudo son factores desencadenantes como el estrés, la dieta, la falta de ejercicio o la contaminación los responsables de que la enfermedad se manifieste. Por ello, para esta medicina la curación de dichas enfermedades pasa necesariamente por la modificación de factores personales y sociales. Según médicos naturistas de prestigio, como Brauchle5, existen tres tipos de factores orgánicos que provocan la enfermedad cardiovascular y el infarto de miocardio: en primer lugar, una mala circulación periférica, con una coloración gris de la piel, que pierde elasticidad y se reseca; cuando los capilares periféricos del organismo dificultan el retorno de la sangre al corazón, éste realiza un esfuerzo suplementario importante que fatiga a la función coronaria. En segundo lugar, un sistema circulatorio calcificado y obturado por la acumulación de sustancias en sus paredes, como el colesterol, también dificulta el flujo sanguíneo. En tercer lugar, una sangre viscosa, muy acidificada, que circula dificultosamente por los capilares, obliga al corazón a emplear una energía de bombeo suplementaria.

Dado que estos tres factores están íntimamente relacionados con el estrés, la falta de ejercicio y una dieta excesivamente rica en grasas y proteínas animales, la Medicina Naturista propone una dieta basificante, ejercicio y contacto vital con los elementos, emancipándose de una serie de pautas de la sociedad industrial. Entrar en el mundo de la Medicina Naturista no significa ingerir un medicamento «natural» y continuar el tipo de vida que ha hecho que enfermásemos, sino la eliminación de los factores que desencadenaron la enfermedad. 


1Véase el artículo «Las vacunas han pinchado». Integral número 110.
2Der Widerangespasste Mensch, Natur, número 2, 1988, página 60.
3Frankfurter Rundschau, 8-11-1987.
4Gefahren der Gentechnik, Öko Institut Freibrug, 1986.
5Ergebnisse aus der Priessnitz Krankenhaus nach Naturheilkundebehandlungen, Reclam Leipzieg, 1939-1952
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