Discovery y Salud. Número 11, diciembre del 1999.

Informe especial. (fragmento)

Nuevo y revolucionario enfoque de la enfermedad .
Importante avance hacia la curación del cáncer .

Mientras los investigadores de medio mundo centran sus esfuerzos en descubrir la manera de combatir el cáncer mediante ingeniería genética, farmacología selectiva o radioterapia otros investigadores buscan desde hace décadas métodos distintos yendo al origen del conflicto. Es el caso de las personas de las que hablamos en este informe especial cuyo contenido es -en muchos sentidos- revolucionario y polémico. Aseguramos al lector -y muy especialmente a los médicos- que su lectura merece la pena. Y somos conscientes de que se trata de un asunto complejo cuyo lenguaje no es asequible a todo el mundo.



En este mundo donde las cosas parecen discurrir por caminos trazados y donde todo aquello que pudiera romper lo establecido es mirado de reojo y condenado a la hoguera del descrédito surgen de vez en cuando personajes que abren rendijas en la creencia establecida, en lo inamovible, permitiendo con ello que penetre un poco de aire fresco y regenerador. Tal es el caso del doctor Ryke Geerd Hamer, médico alemán cuyos revolucionarios tratamientos para la curación del cáncer basados en sus descubrimientos sobre el origen de la enfermedad le han llevado incluso a la cárcel, como muchos otros de sus predecesores a los que el tiempo terminó dando la razón y vieron su nombre reivindicado. Aunque para conseguirlo, en el caso de Hamer, el tribunal alemán que lo sentenció tuviera que aplicar una ley de la época nazi.

Pues bien, el pasado mes de marzo tuvimos ocasión de asistir en Alicante a un curso sobre las teorías de Hamer que se impartió por uno de los médicos españoles convencidos de la veracidad de los postulados de este médico alemán. Y en él tuvimos la oportunidad de compartir con profesionales de la salud de diversos lugares del Estado español nuestra sorpresa por lo novedoso de los planteamientos expuestos, algunos de los cuales son tan espectaculares y sorprendentes que requerirán -a nuestro juicio- ser corroborados con más protocolos científicos elaborados por otros profesionales antes de su aceptación general. De hecho, creo que prácticamente en todas las cabezas de los asistentes al curso rondaban pensamientos similares: «Si lo que estamos oyendo aquí es cierto tendremos que aprender todo de nuevo...». Pero hagamos un poco de historia...

Ryke Geerd Hamer es doctor en Medicina y en Física además de contar con varias especialidades médicas entre las que destacan Pediatría, Psiquiatría, Medicina Interna y Radiología. Ha sido jefe del servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario Oncológico de Munich y hasta el momento en que propugnó sus teorías estaba considerado en Alemania una eminencia científica.

Metamorfosis intelectual.

Su metamorfosis intelectual empezaría a fraguarse hace ya algunos años con ocasión de un incidente ocurrido en Córcega cuando una bala perdida disparada por el Duque de Saboya, pretendiente al trono de Italia, alcanzó en el cuello a un muchacho que dormía en la cubierta de un barco. Aquel muchacho se llamaba Dirk y era el hijo del doctor Hamer. Como resultado de aquel disparo, Dirk Hamer estuvo entre la vida y la muerte durante seis meses al término de los cuales falleció. A los dos meses del óbito, tanto el doctor Hamer como su esposa -también médico y colaboradora en sus investigaciones- desarrollaron cáncer; él en un testículo y ella en una mama. Lógicamente, como profesionales de la Medicina, inmediatamente se preguntaron qué había sucedido para que dos personas jóvenes que nunca habían sufrido enfermedades de importancia desarrollaran simultánea e inesperadamente un cáncer coindiendo con el hecho más traumático de sus vidas. Y como en ese momento Hamer se encontraba en el lugar adecuado para realizar una investigación seria y sin cortapisas ya que estaba trabajando como jefe del servicio de Medicina Interna, se puso a investigar no sin antes hacerse una pregunta que le venía martilleando desde hacía algún tiempo: ¿Qué relación tendrán realmente las enfermedades con nuestra psique?.

Aquellos que han estudiado Medicina saben que todo lo relacionado con las llamadas «enfermedades psicosomáticas» se encuentra al final del libro de la asignatura correspondiente. Y que si, por ejemplo, se trata del riñón, es al final del libro, como un pariente pobre, donde se encuentra el capítulo titulado Enfermedades psicosomáticas del riñón. Porque la Medicina ortodoxa sabe que hay enfermedades que están relacionadas de una manera muy patente con procesos mentales, fundamentalmente con el estrés; baste recordar en ese sentido los infartos de miocardio, las úlceras de duodeno o la llamada «colitis del estudiante» que se produce en vísperas de exámenes. Sin embargo, tiene claramente delimitado lo que son «enfermedades» -es decir, aquellos procesos que tienen una causa orgánica- de aquellos otros cuyo origen se sitúa fehacientemente en un proceso psicológico. Así, si una persona tiene un problema de riñón y se detecta que hay evidencia fisiológica clara de algún tipo de patología entonces el médico se centrará en el modo físco de erradicarla sin entrar en disquisiciones acerca del posible origen psicológico de la enfermedad. Al fin y al cabo no ha sido instruido para ello...

Cuando lo psicosomático y lo orgánico se dicen cosas distintas .

¿Y a dónde nos ha llevado esto?. Pues a la siguiente situación: que a quienes trabajan en un hospital o en una consulta de ambulatorio no se les ocurre preguntar al paciente si ha tenido algún problema o ha sufrido alguna situación emocional importante poco tiempo antes de que aparecieran los primeros síntomas de su «enfermedad».

Hamer, por el contrario, decidió preguntar primero a los pacientes si habían sufrido algún tipo de shock traumático o problema emocional importante en su vida antes de tratarles. La sorpresa que se llevó desde que empezó a hacerlo es que la totalidad de los pacientes manifestaron haber sufrido algún tipo de problemática. El paso posterior fue relacionar el tipo de problema emocional con el órgano afectado. Porque con el tiempo descubriría que, por ejemplo, si había cincuenta pacientes hospitalizados con problemas de parénquima de riñón los cincuenta narraban experiencias traumáticas relacionadas con líquidos. Y que si uno narraba que estuvo a punto de ahogarse, otro que era conductor de un camión cisterna cargado de pesticida que sufrió un vuelco y un tercero era jefe de máquinas de un superpetrolero que al pararse las máquinas estuvo a punto de encallar contra los arrecifes de la costa africana, lo que pudo evitar al volver a ponerlas en marcha poco antes del choque... Y aquí hasta cincuenta. A esta relación Hamer la denominó «colorido».

De la misma manera, comprobaría con otro tipo de patologías su relación con conflictos psicoemocionales -biológicos- previos descubriendo que, indefectiblemente, a cada patología le corresponde un tipo de trauma psíquico o emocional. Ha llegado para ello a computar más de 20.000 casos.

La tecnología entra en juego.

Sabiendo que nuestro organismo está regulado por el cerebro y que cada órgano tiene su correspondiente «relé» relacionado con una zona del cerebro, Hamer se preguntaría si en esta era del TAC (Tomógrafo Axial Computerizado) no sería posible detectar con los escáners cerebrales las señales dejadas por la relación trauma psíquico/daño orgánico. Y con esa premisa se dedica a hacer un escáner cerebral a todos los pacientes a su cargo, descubriendo con asombro que tiene en sus manos lo que a su juicio es la prueba científica que avala sus teorías. Pero, ¿qué es lo que descubre?. ¿En qué consiste la «prueba»?. Pues que en algunas zonas del escáner cerebral (siempre las mismas para las mismas patologías) aparecen unas marcas en forma de círculos con un punto central. Marcas que son consideradas hoy día por la Radiología clásica como «artefactos », es decir, fallos atribuibles al funcionamiento de la máquina ya que ésta, al emitir su radiación, lo hace en forma de círculos.

Hamer, por el contrario, opina que no todas esas marcas son atribuibles a la máquina sino que muchas corresponden a alteraciones del campo electromagnético que ocurren sistemáticamente en el «relé» cerebral que rige el órgano afectado. A partir de ahí formula lo que él llama la «Ley Férrea del Cáncer» -férrea porque se cumple en el 100% de los casos- y que viene a decir lo siguiente:

«Todo shock psíquico altamente traumático que te pilla a contrapié y es vivido en aislamiento produce una ruptura de campo electrofisiológico o electromagnético de un área concreta del cerebro y, como consecuencia, se altera el órgano que esa parte del cerebro está regulando».

El «colorido» del conflicto, es decir, el tipo de experiencia y la forma en que el individuo la vive es la que determina el área del cerebro que se afecta y ocurre simultáneamente en los tres niveles: psíquico, cerebral y orgánico. En realidad, estas marcas no sólo se refieren al cáncer sino que suceden con todas las enfermedades siendo el cáncer -según los postulados de Hamer- el resultado de la intensidad del conflicto biológico y de no haber compartido el shock que lo puso en marcha. Por tanto, la diferencia entre una amigdalitis y un cáncer de amígdalas depende de esos dos factores.

Cuando Hamer se da cuenta de la importancia de ese hallazgo se pone en contacto con la empresa alemana Siemens, fabricante de los escáners, al objeto de determinar con los técnicos la cuestión de los círculos que aparecen en las placas radiográficas y que, a falta de mejor explicación, siempre habían sido atribuidos a fallos técnicos en el convencimiento de que serían los primeros en querer solucionar tales «fallos». El resultado fue que como la empresa se negaba a aceptar la «responsabilidad» de esos «fallos», accedió a realizar conjuntamente con Hamer un protocolo de investigación de una duración inicial de seis meses... que se interrumpió a los dos ante la evidencia de los resultados. El resultado del protocolo de investigación -firmado por cinco ingenieros de la empresa Siemens- avalaba totalmente las teorías de Hamer certificando que los llamados «artefactos» no eran fallos del aparato. Luego se debían en realidad a alteraciones electromagnéticas en el propio cerebro de los pacientes.

Algunos detractores de los postulados de Hamer argumentan que si todo esto fuera cierto las «dianas» también aparecerían al realizar una resonancia magnética nuclear (RMN), cosa que no ocurre. Sin embargo, olvidan -o ignoran- que la razón técnica para que ello sólo suceda al efectuar un TAC es que en la alteración de campo electromagnético no hay «momento magnético del núcleo» y, por tanto, al no haber vector de campo magnético no puede ser captado por la resonancia magnética nuclear. Y la razón para que no haya «momento magnético» es que éste se produciría si el número de protones y neutrones producidos en los núcleos atómicos situados en el área enmarcada por la diana fuera impar pero cuando se produce un conflicto emocional la diana cerebral contiene un número par de protones y electrones, razón por la que no emite vector de campo magnético que pueda ser captado por la RMN. Precisamente en esa circunstancia se basa la RMN, en la captación de esos momentos magnéticos.

Mientras todo esto sucede, Hamer es denunciado al Colegio de Médicos acusado de prácticas contrarias a lo ortodoxo pretendiendo que le retiren su licencia de médico. Pero saliendo al paso de la denuncia, Hamer propone que se nombre una comisión científica que estudie su teoría y asegura que él mismo renunciará a su profesión si después de un análisis de los escáners cerebrales que le presenten no diagnostica correctamente el tipo de cáncer que muestran, la fase en que se encuentran la enfermedad y el tipo de conflicto psicobiológico que la ha producido. Tras nueve horas y doscientos escáners analizados, Hamer no falla en ninguno por lo que la comisión científica decide no inhabilitarle. A pesar de lo cual, es denunciado ante la Justicia ordinaria. Increíblemente, el juez encargado del caso decide inhabilitar transitoriamente al doctor Hamer para ejercer su profesión. La pregunta que surge es obvia: ¿cómo es posible que un juez, lego en cuestiones científicas, pueda inhabilitar a un médico que ha demostrado ante una comisión cualificada la veracidad de sus planteamientos?. Sólo se nos ocurre pensar que se debe a un conflicto de intereses porque no parece plausible otra explicación...

Por otra parte, el doctor Hamer lo primero que hizo cuando pudo recopilar la suficiente información fue presentarla a la Universidad de Tübingen ya que la ley alemana obliga a las universidades a pronunciarse respecto de los trabajos de los médicos doctorados en ellas y Hamer se doctoró en Tübingen. Pues bien, Hamer presentó el resultado de su trabajo en 1981, tiene sentencia favorable del Tribunal Supremo por la cual se insta a la universidad a pronunciarse sobre el mismo y ésta nombró a lo largo de estos años pasados a seis peritos, los cuales fueron dimitiendo uno tras otro y a día de hoy la Universidad sigue sin pronunciarse incumpliendo la sentencia del Supremo. Y ya han pasado ¡18 años!.


El doctor Hamer, durante un seminario celebrado en Zurich
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Hamer sigue investigando.

Siguiendo el curso de sus investigaciones, Hamer descubre que no solamente los escáners cerebrales muestran señales en diana sino que también aparecen otro tipo de marcas, también redondas pero oscuras, que son identificadas como edemas y que pueden verse en los focos donde antes estaban las dianas. Simultáneamente, se encuentra con un dilema que parece echar por tierra sus hipótesis. Y es que se da el caso de individuos que relatan haber vivido un conflicto o incluso estar viviéndolo en ese momento, el escáner muestra la señal correspondiente pero la persona, orgánicamente, no tiene sintomatología alguna. Y al revés, es decir, individuos que refieren haber vivido ya hace tiempo el conflicto y haberlo resuelto, que durante el tiempo que han tenido el conflicto activo no han tenido ningún problema y que justo cuando lo resuelven les sobreviene la enfermedad. A partir de ese momento Hamer intenta encontrar una respuesta que concilie el supuesto contrasentido y es cuando postula su segunda ley o Ley del carácter bifásico de las enfermedades:

«Toda enfermedad es un proceso bifásico si la persona afectada resuleve el conflicto biológico que la dio origen».

Dicho en otras palabras, cuando una persona sufre un conflicto activo concreto, en el escáner cerebral aparece una señal en forma de diana justo en el lugar correspondiente a ese tipo de conflicto y, simultáneamente, se lesiona el órgano relacionado. Cuando la persona resuelve el conflicto, es decir, cuando se produce la «conflictolisis», la imagen que estaba en diana se edematiza, lo que quiere decir que el órgano se está regenerando. Pero, ¿qué ocurre con los casos antes citados en los que parece no cumplirse esta ley?. Para encontrar una respuesta Hamer investiga dentro del campo de la Embriología, donde es conocido el hecho de que el momento de la fecundación se producen tres tipos de «células-madre» que dan lugar a tres tipos de «tejidos-madre» llamados hojas blastodérmicas y de las cuales van a derivar todos los órganos del cuerpo. Estas hojas blastodérmicas son endodermo, mesodermo y ectodermo. Así, por ejemplo, todos los órganos del cuerpo de procedencia endodérmica tienen un «relé» cerebral -o zona del cerebro que los rige- en el tronco cerebral (endodermo).

En el cerebro podríamos hablar de cerebro antiguo y cerebro nuevo. El primero comprende tronco cerebral y cerebelo (mesodermo cerebeloso). El segundo, mesodermo cerebral (sustancia blanca) y ectodermo. El cerebro antiguo -o sea, la parte más primitiva- rige precisamente la parte más primitiva del organismo como es todo lo que refiere a la obtención de energía: aire para respirar (alveolos pulmonares), alimento (ingesta, digestión y evacuación) y reproducción. Es decir, desde la boca hasta el ano todo el tejido endodérmico situado en los órganos necesarios para dichas funciones, así como el útero y la próstata.

El cerebelo (mesodermo cerebral) también parte del cerebro antiguo y rige las glándulas mamarias, la dermis y las capas protectoras de los órganos como son la pleura, el pericardio y el peritoneo. Los huesos, músculos y ganglios linfáticos -que son tejidos mesodérmicos- están regidos por relés que están situados en el mesodermo cerebral, es decir, en la sustancia blanca cerebral que, junto con las arterias y venas coronarias, epidermis, etc. (tejidos ectodérmicos regidos por el córtex cerebral), pertenecen al cerebro nuevo.

Pues bien, a raíz de sus investigaciones en Embriología Hamer llega a la siguiente conclusión: una persona en conflicto activo cuyo «colorido» compromete -por ejemplo- un «relé» situado en el tronco cerebral (endodermo) alterará a su vez un órgano de procedencia endodérmica produciéndose un crecimiento tisular (de tijidos), es decir, un tumor. Si la persona afectada resuelve el conflicto se produce inmediatamente la «conflictolisis» con el consiguiente encapsulamiento del tumor, primero, y luego necrosis tisular y caseificación del mismo en caso de haber en el organismo presencia de micobacterias.

Es el caso de una persona que generó un tumor en el color a raíz de un problema familiar sin que el mismo fuese detectado al no producir molestias. Cuando el problema se resolvió y se produjo la «conflictolisis» esa persona empezó a sangrar por el ano. Realizada la correspondiente colonoscopia se detectó la presencia de un tumor con zonas necrosadas y que estaba sangrando, lo cual supone -según Hamer- que está en proceso de curación pues si se necrosa significa que se está produciendo su eliminación.

Sin embargo, en el cerebro nuevo pasa justamente lo contrario. Cuando el colorido del conflicto lesiona un relé situado en el mesodermo cerebral lo que produce a nivel orgánico es una úlcera o pérdida de sustancia. Por ejemplo, si una persona está sufriendo un conflicto de desvalorización lo que se produce es una osteolisis, es decir, descalificación de los huesos. Cuando la persona resuelve el conflicto lo que se produce es un crecimiento tisular o relleno del hueso afectado. Los problemas de artrosis están referidos pues a conflictos de desvalorización y según la zona ósea afectada se puede determinar cuál es el origen psicobiológico que la ha producido. Así, una artrosis de rodilla viene producida por una desvalorización deportiva, nombre genérico que se aplica a la incapacidad que experimenta una persona al comprobar que no puede realizar físicamente las cosas que por su edad y condición debería poder hacer, como cruzar la calle sin esperar a que los coches estén a doscientos metros de distancia. La desvalorización sexual, por su parte, produce alteraciones en los huesos de la pelvis, del sacro y de las lumbares.

Las arterias coronarias pertenecen al ectodermo cerebral. En la fase de conflicto activo se producen úlceras en las arterias. Cuando la presión sanguínea que pasa por esas úlceras pone en grave riesgo la rotura de la pared arterial se desencadena un mecanismo reflejo que es la angina de pecho; es decir, el cerebro envía una orden muscular que afecta a la arteria produciendo un espasmo de tal manera que provoca el acercamiento de las paredes de la arteria impidiendo que pase flujo sanguíneo por ella y evitando así su ruptura. Según lo anterior, en la fase activa de un conflicto de pérdida de territorio directo la persona puede morir de angina de pecho pero nunca de infarto de miocardio porque éste se produce en la fase de solución o regeneración, cuando las células del borde de las úlceras empiezan a crecer, a proliferar, con lo cual esa zona se edematiza. Para ello, el colesterol viene a depositarse sobre las úlceras a fin de ir tapizándolas. Durante este proceso y dado que por la arteria está fluyendo la sangre a alta presión es posible que una parte de ese tapiz o costra cicatrizante se desprenda y, dependiendo de su tamaño así como el del edema cerebral correspondiente, obstruya la arteria produciendo un infarto.

En este sentido -y siempre según los postulados de Hamer-, en conflictos activos de «pérdida de territorio» de duración superior a ocho meses el infarto producido por la crisis en la fase regenerativa es de tal calibre que se convierte en mortal.

En cuanto al ducto de la mama, por ejemplo -que también corresponde al ectodermo- en fase de conflicto activo se forman pequeñas úlceras que la mujer apenas percibe como un «pinchacito». Cuando se resuelve el conflicto, se produce un edema que aporta las sustancias necesarias para que las úlceras puedan regenerarse mediante mitosis o multiplicación celular en la zona. El problema es que ese edema y la mitosis subsiguiente se manifiestan como un bulto, lo que lleva a la mujer a acudir inmediatamente al ginecólogo, quien después de la consiguiente biopsia puede llegar a diagnosticar que esa mujer padece cáncer. Curiosamente, las estadísticas de la OMS (Organización Mundial de la Salud) indicaban que en 1978 los cánceres de mama en Estados Unidos ascendían a 140.000 casos. En esa época se desarrolló la campaña de detección precoz de cáncer de mama y a los dos años el número de casos había ascendido a 1.400.000 ¿Hay alguna explicación?. Nadie la ha dado hasta la fecha.

En el tratamiento del cáncer de mama puede llegarse a la extirpación total o parcial para posteriormente aplicar radioterapia y quimioterapia al objeto de eliminar toda posibilidad de existencia de alguna célula cancerosa que pudiera reproducir la dolencia. Es comúnmente aceptado que de quedar algun célula cancerosa viva es posible que ésta se desplace por el torrente sanguíneo y finalmente, quizás al cabo de muchos años, ir a producir, por ejemplo, un cáncer de cadera. Según el planteamiento de Hamer eso es imposible por cuanto ninguna célula que corresponda a una hoja embrionaria puede reproducirse en otra hoja diferente. Sería tanto como aceptar que un chino se lance al mar para ir nadando hasta Canadá y al cabo de veinte años llegue a sus costas convertido en un hombre de casi dos metros de altura, rubio y con los ojos azules. Más lógico parece que cada aparición de un cáncer corresponda a un conflicto psicobiológico independiente. En el mismo sentido, una pregunta que hoy día está sin contestar es cómo es posible que una célula cancerígena en la mama provoque un crecimiento tumoral y ocho o diez años después de haber sido estirpada la misma, radiado el lecho operatorio y sometida a quimioterapia para acabar con cualquier célula que se haya escapado al resto del organismo, aparezca en un hueso de la pelvis y allí no produzca crecimiento tisular sino que, por el contrario, ocasione una destrucción de tejido óseo (osteolisis). Antes bien, deberíamos encontrar en ese hueso una tremenda proliferación de células mamarias capaces de destruirlo; sin embargo, eso nunca se ha encontrado.

Las constelaciones esquizofrénicas.

Podría argüirse -y así se ha hecho- que en tal caso una persona que en lugar de tener un conflicto emocional tenga varios debería tener lesiones orgánicas correspondientes a los relés cerebrales afectados. Sin embargo, cuando se producen conflictos en la corteza cerebral en los dos hemisferios la orden de lesión no llega al órgano, generándose en su lugar una defensa del organismo en forma de sintomatología psíquica. A este hecho Hamer le denomina «constelación esquizofrénica». Para que se produzca una constelación es necesario pues que se generen al menos dos conflictos, de tal manera que cuando se da el segundo de ellos ya haya previamente otro conflicto activo en el hemisferio dominante del paciente.

Expliquémoslo con el siguiente caso. Un hombre diestro que llevaba treita años trabajando con su hermano de socio sin problema alguno descubre un día que en las diferentes ampliaciones de capital que fueron haciendo su hermano ha terminado quedándose con toda la empresa. Pues bien, en el momento en que hace tal descubrimiento sufre un conflicto que vive como «pérdida de territorio» («colorido » del conflicto), impacto traumático que lesiona el relé cerebral de su hemisferio dominante, el derecho (el masculino). Abatido, se siente tan mal que decide irse antes de tiempo a casa y al llegar a ella se encuentra a su mujer en la cama con otro hombre. Sólo que como ya tiene bloqueado el relé correspondiente a la «pérdida de territorio» no puede vivir ese nuevo conflicto como «pérdida de territorio» y entonces lo vive desde el hemisferio izquierdo (el femenino) como «fustración sexual», por lo que se genera una «constelación» que da como resultado una situación de depresión.

De ahí que el hombre se vaya a la cocina, se siente en un taburete y se ponga a llorar cuando en circunstancias normales, si no hubiera tenido ese problema en el trabajo, la llegar a casa y encontrarse a su mujer con otro la reacción hubiera sido probablemente muy distinta. Hay que decir que el hemisferio derecho recoge los conflictos emocionales masculinos mientras que en el izquierdo se sitúan los femeninos. En el caso que nos ocupa, la «pérdida de territorio» relacionada con su mujer que experimenta el hombre, éste no la puede vivir en su aspecto masculino al tener bloqueado el relé por lo que la vive en su aspecto femenino o de «frustración sexual».

Por otra parte -y según los postulados de Hamer-, todas las depresiones tienen su origen en una «pérdida de territorio» directo unido a una fustración de carácter sexual que incluye, obviamente, todo tipo de problemas con la pareja (« No tengo la pareja que me gustaría tener», «No tengo una relación de pareja satisfactoria», «No me entiendo sexualmente con mi pareja», etc.).

Curiosamente, si atendemos a este postulado llegaríamos a la conclusión de que las depresiones son una defensa contra el cáncer puesto que la alternativa al daño físico, cuando se producen dos o más conflictos, es el daño psíquico. Sería interesante conocer en este sentido las estadísticas sobre la incidencia del cáncer en pacientes internados en hospitales psiquiátricos.

En el tema de las constelaciones, mientras están ambos conflictos activos no se daña ningún órgano pero siempre está el «peligro» latente de que se resuelva sólo uno de los dos, en cuyo momento deja de existir la constelación y entonces sí queda dañado el órgano regido por el relé que aún mantiene el conflicto activo; es decir, se vuelve a entrar en simpaticotonía.

Entre los muchos tipos de constelaciones que pueden darse en las diferentes partes del cerebro podemos encontrar una llamada «post mortem» cuyo resultado es un proceso psicológico tendente a buscar la trascendencia, el más allá, lo que hay después de la muerte. La persona que lo sufre es un candidato idóneo para ingresar en una secta, necesita «biológicamente» entrar en contacto con grupos o instituciones que le permitan acercarse al más allá, pero no de una forma profunda sino en lo externo, en la parafernalia; por eso suelen ser personas que van de una secta a otra, de un guru a otro.

Radiografía cerebral. Radiografía cerebral. El círculo grande es un «artefacto» del aparato. No así donde señalan las flechas. El foco derecho muestra un conflicto de úlcera de arterias coronarias (conflicto de territorio). La flecha izquierda señala el «relé» del testículo derecho (conflicto de pérdida). El paciente había perdido inesperadamente a su madre de la que tenía una gran dependencia. La diana derecha se ve en activación; la izquierda, por el contrario, muestra ya algo de inflamación. O sea, justo en fase de solución. Después, el paciente tuvo en el punto culminante de la fase resolutiva un infarto.

Necrosis en el testículo derecho del paciente. Necrosis en el testículo derecho del paciente.

Artefacto visible en un escáner abdominal. «Artefacto» visible en un escáner abdominal.

Tres fotos cerebrales de una paciente zurda que padecía una parálisis parcial del brazo y pierna izquierdos y, en menor medida, del brazo derecho. Casada, con un matrimonio desdichado, se le va su íntimo amigo, muy querido, del que deseaba tener un hijo:

Foto 1. Fase activa. Foto 1. Fase activa.

Foto 2. Inmediatamente después de la solución del conflicto. Foto 2. Inmediatamente después de la solución del conflicto .

Foto 3. Al final de la fase de solución. Foto 3. Al final de la fase de solución.

Luís Arribas.

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