Discovery DSalud, número 22, noviembre del 2000.

Aplicaciones médicas de la Ingeniería Genética.
¿Es posible realmente manipular de forma controlada el genoma de los seres vivos? ¿Es posible predecir enfermedades, crear órganos, modificar alimentos y curar enfermedades mediante la ingeniería genética? ¿Es nuestro Genoma «una guía para conocer y dominar la vida humana»? A las importantes razones éticas formuladas por numerosos colectivos y estudiosos, la Biología de la Evolución añade razones científicas definitivas: los organismos vivos son esencialmente dinámicos e imprevisibles. La complejidad de la red de la vida y sus mecanismos de autorregulación hacen que cualquier intento de manipulación ponga en peligro el futuro de la humanidad.

El 17 de enero de 1999, el diario El Mundo titulaba así un reportaje en sus páginas de salud: «Un estudio defiende el valor profiláctico de la extirpación de ambos pechos». La idea no es nueva. Hace ya cinco años que apareció en ABC esta noticia: «Suecia: mujeres sanas se extirpan los pechos para prevenir el cáncer de mama... los expertos aseguran que se reduce el riesgo en un 50%».

A esto se unen promesas de curación casi milagrosa, sofisticados tratamientos, cría de órganos para trasplantes, nuevos métodos de diagnóstico e incluso seres humanos «a la carta». La presentación pública del llamado «mapa genético humano» ha desatado declaraciones tan inmoderadas como estas: «la Historia de la Civilización se dividirá en un antes y un después» (Ángel Martín, Presidente de la Academia de Ciencias Exactas); «se abre el camino a la medicina del siglo XXI» (César Nombela, Presidente del CSIC); «el catálogo básico a partir del cual se podrá avanzar y dar coherencia a distintas investigaciones»(Anna Birulés, Ministra de Ciencia y Tecnología).

Ahora bien, ¿es posible controlar hasta ese punto los entresijos del funcionamiento de la vida? ¿Es posible que una mujer pueda tener tanta seguridad de que va a padecer una enfermedad como para dejarse cortar ambos pechos? .

Desde los Medios de comunicación, una nueva generación de científicos prometéicos nos aseguran que sí. De hecho ya se han comercializado los primeros tests genéticos para detectar los supuestos «genes del cáncer de mama» que han conducido a decenas de mujeres a tomar tan drástica decisión.

Al mismo tiempo, está ganando espacio social el debate en torno a la ingeniería genética centrado en los alimentos manipulados y en los problemas éticos derivados de la clonación. El propio Presidente del Comité Científico de la Sociedad Internacional de Bioética, Marcelo Palacios, escribía a finales de junio que «la biotecnología puede ser un poder mal utilizado y es preciso adelantar sus posibles peligros y riesgos» y entre ellos mencionaba «la falta de control sobre los microorganismos manipulados genéticamente»».

Sin embargo pocas voces parecen dispuestas a abordar un análisis serio de las promesas relacionadas con las aplicaciones médicas, y ninguna a plantear públicamente la cuestión decisiva: ¿es posible realmente manipular de forma controlada el genoma de los seres vivos?.

Aquí vamos a aportar alguna información procedente de las investigaciones realizadas en los últimos 20 años en el campo de la biología que permitirá valorar razonablemente las noticias que -sobre todo a partir del anuncio del desciframiento del Genoma Humano- está llenando páginas de periódicos y horas de televisión.

Hace muy poco, el catedrático de ingeniería Javier Aracil nos recordaba desde las páginas del Diario de Cádiz, que «la ingeniería es un modo de actividad profesional que consiste en concebir, construir y explotar un mundo artificial» y esto es así porque un mundo artificial es previsible, porque tiene una estructura fija conocida y por ello controlable.

Pero los organismos vivos son en esencia dinámicos e imprevisibles. En cada una de los cien billones de células de nuestro organismo se producen cada instante unas diez mil reacciones bioquímicas diferentes. Ni con los ordenadores más potentes se puede predecir, y mucho menos controlar, estos procesos.

Muestra de cromosomas humanos.
Muestra de cromosomas humanos.

Un modelo biológico superado.

El problema más grave de la «ingeniería genética» es que se está construyendo sobre una base biológica errónea y obsoleta: los modelos deterministas de Darwin y Mendel que dieron lugar a una concepción simplista de la genética que puede resumirse así:

La información genética es una larguísima cadena de bloques contenida en el Núcleo de cada célula. Cuatro elementos componen esa cadena agrupados de tres en tres. Cada grupo de tres forma una «palabra» del mensaje genético y sirve para producir un aminoácido; a su vez un conjunto de aminoácidos forma una proteína y las proteínas constituyen los «ladrillos» con los que se construye el ser vivo.

Según este modelo, cada «palabra» o grupo de tres elementos siempre va a producir exactamente los mismos resultados y el dogma central de esta biología afirma que la información siempre «viaja» en una única dirección: del ADN (mensaje) al ARN (una especie de mensajero que transporta la información) y de ahí a la producción de las proteínas que serían los «ladrillos» de nuestro cuerpo.

Hace mucho tiempo que este modelo está totalmente superado. Para empezar, sabemos por los cuadernos de trabajo de Mendel que el 95% de las observaciones que llevó a cabo no encajaban en su modelo estático, sin embargo parece que esto no lo detuvo.

Barbara McClintock (Premio Nobel del 1980) estudió ya en los años 50 la estructura móvil del genoma: los llamados transposones y retrotransposones (trozos de información que cambian de lugar dentro del ADN). Seymour Benzer mostró en 1962 que el gen no es una unidad indivisible. Desde entonces, algunos hallazgos de la Biología Molecular han fulminado la concepción mecanicista de la Biología y de la Genética dejando sin base la llamada «ingeniería genética»:

En resumen, según los pocos científicos independientes que se atreven a hablar claro, estamos ante un peligro mucho más grave que el representado por la energía atómica. Hay que tener en cuenta que la radioactividad decae, sin embargo la contaminación genética no, y además es mucho más difícil sino imposible de detectar.

Un documento filtrado a Greenpeace demuestra que las grandes multinacionales que están moviendo cientos de miles de millones con este negocio han contratado a agresivos especialistas en «gestión de crisis», nada menos que a Burson Marsteller para diseñar una campaña de estrategia que permita manipular a los ciudadanos. Todos los indicios muestran que las directrices indicadas en ese documento se están poniendo en práctica ya.

Novartis.En la ingeniería genética se están repitiendo los errores cometidos con la energía nuclear: la mayor parte de la investigación aplicada la financia la industria -que paga mejor que las instituciones públicas- controlando así a los científicos. Por ejemplo, en el caso del Proyecto Genoma, Celera tiene acuerdos con Amgen, Novartis y Pfitzer para explotar los hallazgos conjuntamente y Genelogic con Merck, Pfier y Shering-Plough. Lo que se hace fundamentalmente es enfatizar los beneficios y ocultar la información comprometida acusando a los que se oponen de obstaculizar el progreso; aparte del ataque frontal a los derechos elementales que significa la ocultación de datos a los ciudadanos, cualquiera que se pare a pensar se dará cuenta que el progreso sólo puede basarse en una aplicación responsable de la ciencia y de las nuevas tecnologías, lo cual supone investigar e informar de los riesgos.

Las mujeres empujadas a tomar dramáticas decisiones sobre la base de engañosos tests genéticos no son más que las primeras víctimas de una catástrofe sin precedentes: en Estados Unidos algunas compañías de seguros empiezan a exigir el test genético negativo o la extirpación de los pechos, y hay que tener en cuenta que ya hay decenas de enfermedades a las que se les ha encontrado el «gen culpable».

Cuando se sabe que hay más de 1200 variaciones del supuesto gen BRCA1 registradas y que estas mutaciones aparecen en los mismos porcentajes en mujeres sanas e incluso en hombres, comienza a vislumbrarse el alcance de esta tragedia.

¿Qué podemos hacer para protegernos?.

Cada ser vivo es a su vez un ecosistema para otros seres. El propio ser humano está habitado por innumerables colonias de seres microscópicos que hace miles de años fueron responsables de la evolución hacia los organismos complejos. Una parte de estos seres viven en equilibrio simbiótico dentro de nuestras células; son las Mitocondrias, actualmente generadoras de energía vital y portadoras en una parte esencial de nuestro genoma.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la reconversión de las industrias químicas ha tenido desastrosas consecuencias sobre la sanidad y la alimentación: la desnaturalización casi completa de los alimentos y el desarrollo y la utilización masiva de antibióticos, creados para luchar contra las bacterias, han ido dañando igualmente las antiguas bacterias integradas en nuestras células; y puesto que las Mitocondrias poseen un genoma propio, los daños se han ido trasmitiendo de generación en generación contribuyendo en gran medida a la situación actual de degeneración biológica de la que el aspecto más visible es la aparición de nuevas enfermedades.

La otra consecuencia trascendente ha sido que el callejón sin salida al que han llegado las nuevas generaciones de antibióticos han obligado a buscar nuevos métodos agresivos de intervención en procesos vitales complejos. De ahí la huida hacia delante representada por las prometidas terapias génicas.

Por ello, el paso más importante para protegerse contra los peligros que estamos enunciando aquí es un replanteamiento profundo y global de nuestro concepto de salud y de nuestros Sistemas Sanitarios. Un organismo sano y una correcta digestión pueden afrontar con éxito posibles contaminaciones debido a la poca cantidad de elementos transgénicos contenida en cada alimento.

Pero hay otras importantes medidas a tomar:

A veces es necesario mostrar en toda su crudeza la desoladora situación en que nos encontramos para mover a muchos a actuar, para vencer la indolencia, la dejación, la inercia. En uno de sus últimos trabajos, Leonard Cohen cantaba con desgarradora esperanza: «hay una grieta en cada cosa, así es como entra la luz»: un himno de redención para el futuro.

Agrandemos pues las grietas.

Para saber más:

Bibliografía especializada: Otros recursos y contactos:
¿Genes culpables?.

Más de 300 organizaciones, principalmente japonesas y americanas, han adquirido las patentes de unos 2000 fragmentos de ADN en los últimos 18 años. Se pretende disponer de un banco de «genes culpables» que sirvan de base a tests genéticos y terapia génica.

La culpabilidad de estos genes se ha establecido estadísticamente en estudios de muy dudosa fiabilidad. Basta que una serie de personas que padecen una determinada enfermedad presenten una cierta mutación en sus genes para presuponer que esa mutación es la causa de la enfermedad con lo cual detectar el gen implica que se va a padecer esa enfermedad antes o después y corrigiendo el error se pretende evitar la enfermedad. La lucha por las patentes de estos genes mutados hace que se trabaje sin tiempo y por tanto descuidadamente. Hay negociaciones en marcha para garantizar que no existirán barreras para la explotación del Sur por el Norte y proteger estas patentes de la vida a través de Acuerdos sobre Derechos de propiedad Intelectual relacionados con el Comercio.

Las enfermedades que se comienzan a barajar como candidatas a la terapia génica son: la Inmunodeficiencia combinada severa («niños burbuja»), hemoglobinopatías, hemofilia A y ÇB, Hipercolesterolemia, Enfisema, Fibrosis quística y Distrofia muscular de Duchenne.

Las patentes más importantes concedidas entre 1981 y 1995 fueron:

A empresas privadas: Japonesas: Takeda (63 patentes), Teijin (23 patentes), Suntory (18 patentes), Sumitomo (16 patentes), Ashai (15 patentes), Green Cross (15 patentes). Norteamericanas: Genentech (41 patentes), Inmunex (23 patentes), Cetus (16 patentes), Eli Lilly (15 patentes). Suizas: Hoffman-La-Roche (18 patentes), Ciba Geigy (actualmente fundida con Sandoz en Novartis) (16 patentes).

A instituciones públicas: Ministerio de Sanidad de EEUU (28 patentes), Universidad de California (13 patentes), Institutos Nacionales de Salud de EEUU (11 patentes), Universidad de Washintong (11 patentes), Universidad de Tejas (7 patentes), Fundación para la investigación del cáncer de japón (6 patentes), Instituto Pasteur del Estado francés (5 patentes).

¿Qué es Burson-Marsteller?.

Burson-Marsteller es una poderosa empresa de markeing que ha trabajado a favor de regímenes opresivos de Argentina, Nigeria o Corea del Sur y ha elaborado la estrategia de Relaciones Públicas para controversias como la crisis de las Vacas Locas, la marea negra del petrolero Exxon Valdez frente a las costas de Alaska, el trágico accidente de la planta de Unión Carbide en Bhopal o el fallo de la central nuclear de Three Mile Island de Babcock and Wilcox.

En el Estado español, esta empresa de lavado de imagen ha trabajado para la patronal del plástico ANAIP en la campaña sobre el PVC y firmó un contrato con el Gobierno de la Unión del pueblo navarro para lavar la cara al impresentable emblase de Itoiz investigando a sus opositores. Por último esta empresa asesora habitualmente a numerosas administraciones gobernadas por el Partido Popular.

Hace tres años, estos agresivos especialistas en gerstión de crisis fueron contratados por la industria biotecnológica más poderosa de Europa para enfrentarse a los numerosos problemas que están planteando organizaciones ecologístas y otros colectivos.

El mero hecho de que se contrate a quienes se especializan en encubrir políticas de alto nivel indica que se está intentando encubrir los temas centrales del debate sobre la ingeniería genética: riesgos para la salud y el medio ambiente y control de los recursos genéticos.

Pero además, a tres años vista, todo indica que las indicaciones estratégicas de Burson-Marsteller se han venido poniendo en práctica:


Alimentos manipulados.

En el laboratorio creado por el Centro de Investigación y Desarrollo del CSIC en Barcelona, se están realizando análisis solicitados por multitud de agricultores y empresas para comprobar si sus productos contienen componentes transgénicos por miedo al incumplimiento de la Ley del Etiquetado.

En un año, este Centro ha realizado más de cuatrocientos análisis de los que –según informaba ABC- el 15% dio resultados positivos. Esto pone de manifiesto la falta de control sobre productos como harinas, maíz, semillas, almidones, carne picada, soja, licores y papillas para niños.

Dos detalles a destacar: se admite hasta un 1% de material genético porque se considera inevitable la contaminación; los alimentos considerados transgénicos se desvían al consumo animal.

Algunos productos que contienen ingredientes transgénicos: galletas Artiach, Digesta y Oreo; natillas caseras, arroz con leche y cuajada Royal; papillas infantiles de Similac y Puleva, preparados de Ensure, biberón para dietas sin gluten de Nutribén y alimentos para mascotas de Friskies. Para disponer de una lista actualizada ver la web de Greenpeace.

Aplicación responsable de la ciencia.

En noviembre de 1998 se fundó PSRAST: Médicos y Científicos por una Aplicación Responsable de la Ciencia y la Tecnología. Esta organización internacional considera que existen condiciones que obstaculizan la evaluación imparcial de las nuevas tecnologías:

Según PSRAST es necesario con urgencia un cuerpo interdisciplinario internacional que analice las aplicaciones de la ciencia desde una perspectiva amplia, global y a largo plazo y que trabaje con independencia de intereses políticos o comerciales.

Los criterios para una Aplicación responsable de la ciencia serían:

PSRAST considera que en el caso de la tecnología génica no se cumplen ningúno de estos criterios y que por tanto es necesaria una moratoria global.

Jesús García Blanca.
Vocal de la Junta Directiva de la Organización No Gubernamental-Organización No Lucrativa «Plural-21» (Asociación para el cuidado de la vida en un planeta vivo).
Contacto con el autor: Teléfono: 956-762832. Correo electrónico: cobra.an@arrakis.es y kefet@eresmas.com


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