Más Allá de la Ciencia. N° 106, Diciembre de 1997.

SIDA: la historia interminable.

Como el lector recordará, en el pasado número de la revista -correspondiente al mes de noviembre- explicamos las numerosas gestiones realizadas por MÁS ALLÁ DE LA CIENCIA para intentar recabar información de las autoridades sanitarias y políticas españolas sobre el problema del Sida, sin resultado positivo alguno. Pues bien, a continuación -tal y como prometimos- reflejamos lo sucedido desde entonces.

Francisco Parras.Ni el presidente del Gobierno, José Maria Aznar, ni el ministro de Sanidad y Consumo, José Manuel Romay Beccaría, ni su Subsecretario, Enrique Castellón, ni el secretario del Plan Nacional contra el Sida, Francisco Parras, se han dignado a contestar -a fecha de cierre de la presente edición, 14 de noviembre- nuestras reiteradas peticiones de información, haciendo caso omiso, incluso, de la formulación en ese sentido emitida por la Secretaría de Despacho del Jefe del Estado, S. M. el Rey Don Juan Carlos I, que nos fue transmitida por carta en una breve nota que -textualmente- rezaba así:

«Palacio de la Zarzuela
Madrid, 15 de octubre de 1997.

Cumpliendo las órdenes recibidas de S. M. el Rey, con esta fecha y número 18.545, se ha dado traslado de su escrito al MINISTERIO DE SANIDAD Y CONSUMO, para que por el Departamento u Organismo correspondiente le informen sobre la petición que formula.

Le saluda cordialmente...».

Rafael Nájera.Claro que, tras la experiencia acumulada hasta ahora, mentiríamos si dijéramos que el silencio de ese organismo, a pesar de la intervención real, nos sorprende. De hecho, la única misiva que nos ha llegado en todo este tiempo es la de Rafael Nájera Morradón, presidente de la Sociedad Española Interdisciplinaria del Sida, pero en respuesta a la carta que desde esta redacción se le envió al comunicarnos en persona telefónicamente que se negaba a hablar con nosotros porque le habíamos «tratado mal». Y a fin de que el lector comprenda mejor el asunto, transcribimos la nota que inmediatamente le enviamos por fax y que ha provocado su «respuesta». Es la siguiente:

«En Madrid, a 15 de octubre de 1997.
Muy Sr. mío:

Me comunica la persona de redacción que habló telefónicamente con usted que no está dispuesto a concedernos una entrevista para aclarar nuestras dudas sobre el problema del Sida, alegando que en la revista que dirijo «se ha hablado mal» de su persona. Honestamente, ignoro a qué se refiere cuando afirma tal cosa. Y, en cualquier caso, ¿qué le hace pensar que yo tengo la obligación de «hablar bien» de usted? Porque mi única obligación como periodista es informar con objetividad y honradez al público, procurando contrastar la información que poseo con tadas las fuentes posibles. Y eso es lo que hago. De ahí que precisamente me haya dirigido a usted con el fin de aclarar algunas dudas y cuestiones puntuales -cosa, por otra parte, que ya le planteé por fax en el pasado sin resultado-, en tanto presidente de la Sociedad Española Interdisciplinaria del Sida. Y permítame recordarle, en ese sentido, que su «obligación» debería ser informar a todo periodista que lo solicite, independientemente de la relación que pudiera mantener con él. Porque tal petición no va dirigida a un particular -que estaría en su derecho de no atender más que a quien quisiera-, sino a alguien que ocupa un cargo con responsabilidad pública.

Es más: si por cualquier circunstancia se ofrece en la revista alguna vez información que no es correcta, puedo asegurarle que no se debe jamás a una actitud malintencionada. Y permítame decirle, por otra parte, que su «obligación» en esos casos -si se enterara, obviamente- debería ser pedirnos que rectifiquemos. Pero lo que no es de recibo es negarse a atender a los periodistas -independientemente de las razones, justificadas o no, que pudiera alegar- cuando únicamente pretendemos, como mejor sabemos, conocer la verdad de cada tema e informar al público. Y tenga la seguridad de que, al menos en esta publicación, no creemos -en modo alguno- estar en posesión de ninguna verdad absoluta. Le agradeceré, pues, que acepte entrevistarse con nosotros.

Sin otro particular, queda a la espera de su respuesta...».

Pues bien, tal fue la contestación que recibimos. Juzgue el lector por sí mismo:

«Madrid, 23 de octubre de 1997.
Muy Sr. mío:

En relación con el contenido de su carta recibida por fax el pasado día 15, le comunico que no se trata de que Uds. tengan obligación de «hablar mal o bien» de las personas. Lo que sí creo que tienen obligación es de ajustarse a la verdad.

En el programa de televisión al que aluden Uds. en un número de su revista nadie pretendió ningún chantaje sino contribuir a difundir conocimiento científico. Poner en el mismo plano de igualdad la evidencia contrastada de que el VIH es agente causal del SIDA y la hipótesis de que no lo es, no es un comportamiento objetivo.

Tal sin sentido no sería digno de mayor mención si no fuera por las consecuencias negativas en cuanto a prevenir la transmisión del VIH y a que los enfermos procuren recibir atención sanitaria en un tema que tanto dolor humano tiene asociado. Como Uds. deben saber, los defensores de la hipótesis de que el VIH no es el agente causal del SIDA tuvieron varias oportunidades de contrastar en foros científicos cualificados sus opiniones sin que lograran probar nada de su hipótesis.

Considerar que todo aquel que dice tener una opinión heterodoxa es un mártir y un perseguido es una falacia. Si bien a lo largo de la historia ha habido heterodoxos, de ello no se deduce que toda opinión heterodoxa sea necesariamente verdadera.

Sin otro particular, atentamente...».

En suma, lo que hace el doctor Nájera en su carta -después de «recordarnos» nuestra obligación de «ajustarnos a la verdad»- -olvidando la suya, que es la de informar-, es echarnos en cara que en un número anterior de MÁS ALLÁ DE LA CIENCIA (en el n° 93) publicáramos su boicot al programa de Televisión Española «La noche temática», del que se marchó porque los periodistas pretendían ofrecer un vídeo titulado: «Sida: la duda», con la opinión de los llamados médicos disidentes. Por supuesto, esta revista no ha utilizado jamás la palabra «chantaje» para calificar este hecho, que sí emplea el señor Nájera -¿una traición del subconsciente?-, ni acepta que califique de comportamiento no objetivo que se ponga «en el mismo plano de igualdad» la verdad que él defiende y lo que dicen los demás. Olvidando que son numerosos los especialistas de prestigio -incluido Kary Mullis, Premio Nobel de Química en 1993 e inventor de la técnica PCR que se utiliza para detectar el VIH o virus causante del Sida-, los que niegan esa «verdad» que él defiende. Por otra parte, nosotros no hemos calificado jamás de «mártir» a nadie por el hecho de ser heterodoxo o perseguido. En suma, y habida cuenta de su actitud, consideramos inútil intentar de nuevo hablar con él. Aunque tal vez todo se deba al nerviosismo que sin duda debe haberle causado, teniendo en cuenta su cargo, oír decir al Doctor Bernard, presidente del Comité de Enlace entre la ONU y las ONGs de Protección de la Salud, que en lo que se refiere al Sida, «España se acerca a las cotas registradas en África».

Stefan Lanka.Finalmente, debemos comunicar que el doctor Stefan Lanka nos ha enviado una nota comentando la fotografía que nos hizo llegar el doctor Francisco Parras, secretario del Plan Nacional contra el Sida, afirmando que era la foto que pedimos del virus del Sida. Y esta es, también textualmente, su nota:

«Apreciados Sres:

Por la presente DECLARO que los dos micrógrafos que me fueron remitidos vía fax el 23 de octubre de 1997 y que están acompañados del texto «Debajo, micrografía electrónica del VIH; a la derecha, el virus fotografiado por el Dr. Montagnier», son, claramente, partículas celulares (para funciones de exportación-importación de proteínas, o artefactos creados en las especiales condiciones de laboratorio) denominadas microvesículas (encontrables, por ejemplo, en toda placenta), y está demostrado que son de origen celular en dos recientes publicaciones (ver Virology 230, páginas 125-133 y 134-144, 1997).

Microvesículas difundidas como VIH.
Fotografía, publicada en la revista Virology número 230, en donde P. Gluschankof et al. indican unos objetos no aislados que atribuyen al VIH-1. Stefan Lanka declara que estos objetos son microvesículas.

Es un hecho que estas partículas nunca han podido ser fotografiadas en la sangre, contrariamente a las proclamas sobre una carga viral de 100.000 «virus» o incluso muchos más, porque estas partículas celulares están configuradas para el transporte de célula a célula y no son lo bastante estables como para que puedan abandonar los tejidos.

Además, puedo informarles de que el Ministerio Alemán de Salud, que como todos los oficialistas del SIDA sólo contesta tales preguntas en el marco de una petición al Parlamento, declaró que «esta cuestión (la presencia de «partículas virales visibles en la sangre») no es de relevancia científica y sólo parece ser de interés para la obtención de la patente». (Ver Life Sciencies - der neue deutsche Konsens, en MuM n° 2, septiembre de 1997).

¡Con mis mejores deseos, para que este tipo de pseudociencia encuentre pronto su fin!

Stefan Lanka
Doctor en Ciencias de la Naturaleza y virólogo».

¿Qué añadir? Solo que, como periodistas, resulta decorazonador encontrar tanto ocultismo y prepotencia entre personas que -se supone- tienen como misión ayudar a combatir lacras como la que nos ocupa. Sepa en todo caso el lector que no finaliza con la publicación de los textos que va a encontrar en este número nuestra labor. Antes bien, debe saber que nosotros no estamos alineados ni con una ni con otra parte. Pero con lo que no vamos a transigir nunca es con la actitud soberbia de quienes, por creer que están en posesión de la verdad, se niegasn incluso a argumentar sus creencias -o sus evidencias-.

Es más: el próximo mes, Dios mediante, vamos a ofrecer nuestra visión de todo este asunto, confiando en poder trasladar la opinión de otros investigadores independientes que trabajan con rigor y seriedad en la sombra y que, hasta ahora, no se han pronunciado. Hasta entonces.

J.A.C.


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