Más Allá de la Ciencia. N° 105. Noviembre del 1997.

Editorial.

Injustificable actitud.

La actitud de determinadas autoridades políticas y sanitarias españolas ante las reiteradas peticiones formuladas por MÁS ALLÁ DE LA CIENCIA reclamando información sobre un asunto socialmente tan grave y preocupante como el del SIDA es absolutamente injustificable y describe una característica propia de buena parte de los gestores de la cosa pública -que, a fin de cuentas, eso se supone que son- que por desgracia solemos tener que soportar los administrados de todos los países. Porque ¡casi un año después! de nuestras primeras gestiones ante diversos cargos y organismos públicos y privados -incluidos, como último recurso, el Presidente del Gobierno y S. M. el Rey-, seguimos sin obtener nada de lo que solicitamos. El silencio reiterado como respuesta -signo inequívoco que denota muchas veces la actitud de soberbia prepotente que adorna a quién en razón de su cargo así actúa- ha sido la nota dominante que ha definido la actitud de quienes ostentan cargos de responsabilidad en tema tan importante. Con el agravante de que cuando ese silencio ha sido roto, las respuestas nos dejaron boquiabiertos. Porque, ¿cómo puede decirnos el Consejo General de Colegios Médicos, entidad que aglutina a toda la clase médica española en ejercicio, a través de su Secretario, Antonio Entisne, que ese órgano no tiene documentación que demuestre que el VIH ha sido aislado y es el causante del Sida? ¿Y cómo puede explicarse que toda la documentación que al efecto nos pueda aportar Francisco Parras, Secretario del Plan Nacional contra el Sida, organismo del Ministerio de Sanidad y Consumo encargado expresamente del asunto, sean unas cuantas fotocopias de un libro norteamericano? ¿Qué está pasando? ¿Por qué los responsables sanitarios de nuestro país se niegan a debatir públicamente la explicación que ofrecen del Sida y las terapias que aplican, con quienes -muchos de ellos médicos e investigadores de prestigio- disienten abiertamente de tales argumentos? ¿Y cómo se justifica que, estando abierta esa polémica y habiéndose reconocido que no hay terapia efectiva para combatir el Sida, se imponga a todos los españoles presuntamente enfermos la medicación y tratamientos que las autoridades deciden? ¿Cómo es posible que a alguien que probablemente morirá irremisiblemente -según esos mismos médicos- se le niege el derecho a ser tratado con fármacos o métodos alternativos? ¿Qué se oculta -intereses económicos incluidos- detrás de esta inaceptable actitud?

MÁS ALLÁ DE LA CIENCIA no va a parar hasta encontrar respuestas. Tienen los lectores nuestra palabra. 


Lamentable actitud de los responsables políticos de nuestro país.

El SIDA y la desidia del Gobierno.

El problema del Sida comienza a ser tan grave que en el último congreso de la ICAAC (Interscience Conference on Antimicrobial Agents and Chemotherapy), clausurado el pasado 29 de septiembre y al que asistieron más de diez mil investigadores, se explicó que en el mundo resultan infectados por el virus VIH, presunto responsable del Sida, ¡seis personas por minuto! Sin embargo, e incomprensiblemente, tanto las autoridades sanitarias españolas como los responsables políticos del actual Gobierno llevan más de diez meses negándose a facilitar a esta revista la información que se les solicita sobre el asunto. ¿Qué está pasando? ¿Es un problema de ineptitud e incompetencia o, más grave aún, se está ocultando algo?

por J.A.C.

Como nuestros lectores saben, existen en estos momentos en el mundo dos posturas aparentemente irreconciliables entre la clase médica -una de ellas minoritaria, pero muy combativa- a la hora de analizar el problema del Sida. La primera -que podemos calificar de «oficial»- alega que el responsable del llamado SIDA -siglas de Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida- es un retrovirus bautizado a su vez como VIH -siglas de Virus de Inmunodeficiencia Humana-; la segunda, por su parte, niega la existencia de tal retrovirus y considera el Sida como un maquiavélico invento para vender fármacos inútiles en un montaje económico de incalculables magnitudes.

Durante años, y fieles a nuestra línea de dar cabida en estas páginas a todos quienes, con fundamento, tienen algo que aportar, máxime si son permanentemente silenciados en otros medios de comunicación por la presión de los grupos de poder establecidos, los llamados «disidentes» de la explicación oficial del Sida han visto publicados sus argumentos reiteradamente en MÁS ALLÁ DE LA CIENCIA (ver números 49, 50, 52, 56, 62, 89, 93, 94 y 96). Argumentos que estaban dispuestos a discutir en público e incluso ante las cámaras de televisión, reto que jamás fue aceptado por la otra parte. Antes bien, llegaron a boicotear el programa «La noche temática», de la segunda cadena de TVE, amenazando con irse si se daba en él cabida a los «disidentes»; éstos, en respuesta, ofrecieron entregar un premio de un millón de pesetas a quien demuestre la tesis oficial. Sin que nadie -hasta la fecha- haya recogido el guante.

Pues bien, es esa actitud prepotente y soberbia la que no se entiende. Porque si los llamados «disidentes» están totalmente equivocados, ¿qué impide a los defensores de las tesis oficiales rebatir públicamente sus argumentos? ¿Qué les impide mostrar las fotografías que solicitan del virus? ¿Por qué nadie responde a los interrogantes planteados? ¿Qué ocultan las autoridades sanitarias y los responsables políticos de nuestro país?

El asunto, amigo lector, es mucho más complejo de lo que imagina. En esta revista lo hemos intentado todo, machacando con petición de información y pidiendo respuestas a quienes entendimos podían ofrecerlas. El silencio, cuando no la incongruencia, han sido casi siempre la respuesta. Y para que pueda usted juzgar con datos lo que decimos, vamos a ofrecerle una relación detallada de esas gestiones.

«No saben, no contestan».

Francisco Parras.La primera intentona -masiva- la realizamos el 2 de diciembre de 1996, enviando la misma carta mediante fax -de las cuales guardamos constancia de su envío y recepción- a José Manuel Romay Beccaría, Ministro de Sanidad y Consumo, Enrique Castellón Leal, Subsecretario del mismo departamento ministerial, Francisco Parras Vázquez, Secretario del Plan Nacional contra el Sida, Rafael Nájera Morradón, Presidente de la Sociedad Española Interdisciplinaria del Sida, Ana Naveira, Directora General de Farmacia, José Forner Ruiz, Presidente del Consejo General de Colegios Médicos -sustituido en julio pasado por Ignacio Sánchez Nicolai- y Pedro Capilla Martínez, Presidente del Consejo General de Colegios de Farmacéuticos. Carta que, en todos casos, decía -textualmente- lo siguiente:

«Le agradeceré que haga las gestiones oportunas para procurar que nos sea facilitada -a la mayor brevedad posible- la documentación que demuestra que el VIH ha sido aislado y que es el causante del Sida, incluidas las fotografias correspondientes. No dudo de que esa institución -que hace tantos años se ocupa de este tema- ha de poseer en sus archivos, sin duda alguna, miles de ellas.

Sin otro particular, le saluda...».

Y la respuesta -en todos los casos- fue... el silencio. Así que dos dias después -el 4 de diciembre-, volvimos a mandarles a todos -también por fax y sigue habiendo constancia- la misma nota, que encabezamos con un «No hemos tenido respuesta al fax que le enviamos el pasado día 2 de diciembre, por lo que insistimos en nuestra petición...» y concluimos añadiendo la siguiente posdata: «Solicitamos FOTOGRAFÍAS, no dibujos o recreaciones virtuales por ordenador».

De nuevo el silencio fue la respuesta general. Así que los días 18 y 19 de diciembre, volvimos a remitirles a todos, tal cual, el mismo mensaje. Y, esta vez, sí -¡albricias!- hubo respuesta por parte de ¡dos! de las personas requeridas. El primero en responder fue -a través de fax- el Consejo General de Colegios Médicos, si bien mediante la figura de su Secretario, Antonio Entisne. Respuesta que, sin embargo, causó tanto en mi como en los demás miembros del equipo de redacción de la revista, auténtico estupor. Porque el breve texto -fechado el mismo 18 de diciembre- decía textualmente:

«De conformidad con lo interesado en los fax del presente mes de diciembre, le participo que en este Consejo general no disponemos de los datos que solicita, en relación con la documentación que demuestra que ha sido aislado el VIH, causante del Sida. Lamentando no haber podido complacerle, cordialmente le saluda...».

Es decir, que nada menos que el Consejo General del órgano que aglutina a todos los médicos en ejercicio de nuestro país, por boca de su Secretario, reconocía no poseer «la documentación que demuestra que ha sido aislado el VIH».

También respondió, y personalmente, Francisco Parras Vázquez, Secretario del Plan Nacional contra el Sida, en carta con membrete del Ministerio de Sanidad y Consumo, fechada el 19 de diciembre. Breve misiva que transcribimos:

«En contestación a su petición, formulada a distintas instancias de este Departamento, nos complace remitirle la documentación solicitada, así como la fotografía del virus de la Inmunodeficiencia Humana.

Esperando les resulte de utilidad, reciba un cordial saludo...».

¡Por fin! -pensamos al leer tan escueta nota-. Ahora vamos a poder dar respuesta a las dudas de los médicos disidentes, porque -el paquete era voluminoso- ahí tenía que haber numerosa documentación probatoria de la explicación oficial al problema del Sida. Pero... nuestro gozo en un pozo. La documentación que el señor Parras nos remitía como «prueba» de todo lo que se le pedía consistía en... unas cuantas fotocopias de algunas de las páginas del conocido libro «Textbook of AIDS Medicine» editado por Samuel Broder, Thomas C. Merigan, Jr. y Dani Bolognesi. Y punto. Nada más. Sólo una foto en blanco y negro a la que acompañaba un pie que decía: «Infección por el virus de la Inmunodeficiencia Humana tipo 1. Morfogénesis de partículas víricas de la membrana celular y virus extracelular x 73.000».

Y eso era todo: unas cuantas fotocopias de un libro, bibliografía utilizada incluida (¿acaso pretendiendo que nos leyéramos todas las referencias citadas?) y una foto que no demostraba absolutamente nada. ¿Y eso era todo lo que el máximo órgano oficial responsable del Sida en nuestro país podía facilitarnos como documentación probatoria de la explicación oficial de la génesis de la enfermedad del Sida?

Nos quedamos atónitos. Y realmente enfadados. ¿Es que los responsables sanitarios del Estado español toman a todos los periodistas españoles por idiotas?, nos preguntamos. ¿O es que, como reconocía implícitamente el Secretario del Consejo General de Colegios Médicos, no tenían pruebas de ningún tipo respecto de lo que vienen afirmando oficialmente desde hace años y se estaban limitando a repetir como papagayos -sin corroboración alguna- lo que otros médicos y organismos extranjeros les contaban? Nos costaba creerlo.

Se niegan a debatir el tema.

Pero recordamos entonces la incomprensible actitud que ya el 14 de octubre anterior habían adoptado nuestro interlocutor, Francisco Parras, el ya mencionado doctor Rafael Nájera, el señor Clotet -del laboratorio de la Fundación Caixa- y los presidentes de dos asociaciones contra el Sida, José Torres y Jorge Gutiérrez, que abandonaron la grabación del programa «La noche temática» de la segunda cadena de TVE, dedicado al Sida, al saber que el equipo de reportajes del mismo pensaba difundir, en el transcurso del coloquio, un documental titulado Sida: la duda, recogiendo la opinión de varios de los investigadores «disidentes». Decisión que, obviamente, fue criticada de forma abierta por los responsables del programa argumentando -con buen criterio- que si no estaban de acuerdo con lo que los disidentes decían en él, lo que tenían que hacer era rebatirlo durante el coloquio. Sin embargo, en lugar de ello, prefirieron huir, en una incomprensible y reprobable decisión que hizo un flaco servicio a la ciencia y a la verdad.

En cualquier caso, ¿a qué venía la tomadura de pelo que -a nuestro juicio- suponía limitarse a enviarnos las fotocopias de un libro?

Volvemos a la carga.

Decidimos volver a la carga. Y de nuevo -el 7 de enero- mandamos a todas las personas anteriormente citadas -salvo a Francisco Parras, habida cuenta de su actitud- el siguiente fax, del que, por supuesto, también guardamos copia de su correcta recepción:

«Muy Sr. mío:

No hemos tenido respuesta a los fax que le enviamos los pasados días 2, 4 y 18 de diciembre, por lo que insistimos en nuestra petición.

Estamos elaborando un dossier sobre el Sida, calificado por responsables del ámbito de la Salud de medio mundo -nuestro país incluido- como uno de los más graves problemas que aquejan a la humanidad. Por esa razón solicitamos de usted, en tanto la institución que representa tiene -ha de tener- la documentación que demuestra que el VIH ha sido aislado y es el causante del Sida, ese material, incluidas las fotografías correspondientes.

Sin otro particular, le saluda...».

Con la misma posdata: «Solicitamos FOTOGRAFÍAS, no dibujos o recreaciones virtuales por ordenador».

¿Y cuál fue la respuesta? Pues otra vez el silencio... salvo por parte de la Directora General de Farmacia, Ana Naveira, que en esta ocasión se dignó a dar acuse de recibo telefónicamente -el mismo día de envío de fax-, manifestándonos que ellos no se ocupaban del asunto del Sida (increíble, pero cierto) y que la documentación que la habíamos estado mandando, a su vez, la había ido remitiendo al Director General de Salud Pública en el Ministerio de Sanidad y Consumo, Juan José Francisco Polledo. Excuso decir que nos faltó tiempo -ese mismo día- para mandarle también a él otra carta por fax, cuyo texto igualmente reproduzco:

«Muy Sr. mío:

Nos comunican de la secretaría de Doña Ana Naveira, Directora General de Farmacia, que le han estado remitiendo a usted los fax que sobre petición de información sobre el Sida le enviamos los pasados día 2, 4 y 18 de diciembre, por lo que nos instan a que le reclamemos a usted lo solicitado, lo que hacemos sin dilación esperando contar finalmente con su colaboración».

Añadiendo a continuación el texto de nuestra petición, ya mencionado antes, posdata incluida. Pero, de nuevo, el silencio fue la única respuesta.

Una lucecita... de vana esperanza.

Sin embargo, cuando empezábamos a creer que debíamos dar por inútil el esfuerzo, recibí una inesperada llamada telefónica. Se trataba de D. Rafael de Andrés, del Centro Nacional de Biología Fundamental, organismo integrado en el Instituto Carlos III, dependiente del Ministerio de Sanidad y Consumo, quien nos comunicaba amablemente su disposición para aclarar todas las dudas que pudiéramos tener e intentar complacer nuestros requerimientos. Y, sinceramente, después de tanto tiempo de esfuerzo infructuoso, se lo agradecimos. Así que, tras una extensa charla, le mandamos el 31 de enero la siguiente misiva:

«Muy Sr. mío:

Como continuación de la convesación telefónica que mantuvimos con Ud. la semana pasada, quisiéramos señalarle en primer lugar lo siguiente:

La documentación que D. Francisco Parras nos remitió el pasado 19 de diciembre de 1996 en respuesta a nuestra reiterada petición de «pruebas de que el VIH existe y pruebas de que el VIH es la causa del Sida», no satisfacen en absoluto nuestras inquietudes. Más bien, todo lo contrario. Los cuatro capítulos fotocopiados que se nos enviaron de un libro de texto (del que, por cierto, ni siquiera aparecen los datos necesarios para poderlo citar en un artículo científico) remiten a una bibliografía de 550 libros y artículos donde los autores suponen que se demuestra lo que ellos se limitan a afirmar. En cuanto a la fotografía, en absoluto demuestra la existencia de un virus; le remito a los artículos publicados en la revista que me honro en dirigir para que vea lo que consideramos requisitos necesarios para poder afirmar que un nuevo virus realmente existente ha sido aislado.

La documentación enviada sólo demuestra que Ud. se cree lo que unos expertos norteamericanos afirman en un libro, así como lo afirmado en el pie de la foto. Es decir, expresa su confianza en que los autores del libro y de la foto han hecho bien su trabajo.

Bien, usted nos dijo que el Comité Ejecutivo del Plan Nacional sobre el Sida podría responder al cuestionario que nosotros le remitiéramos con nuestras dudas. Y podríamos hacer decenas de preguntas (veinte están en el número de noviembre de 1996 de nuestra revista MÁS ALLÁ DE LA CIENCIA). Pero a fin de que no nos perdamos en respuestas conteniendo cada una centenares -miles en total- de referencias bibliográficas de tercera, cuarta o quinta generación, le preciso mejor lo que considero permitirá una rápida aclaración de nuestras dudas.

Quisiéramos que nos enviara, simplemente, copia de los DIEZ ARTÍCULOS más importantes publicados en revistas científicas y que pueden ser citados como referencias ORIGINALES y en los que SE DEMUESTRE cada una de las siguientes cuatro cuestiones fundamentales acerca del fenómeno Sida:

  1. Que el VIH realmente existe.
  2. Que el VIH afecta al sistema inmunológico.
  3. Que el VIH causa el Sida.
  4. Que el Sida es mortal (así se afirmó desde 1981, aunque en 1996 haya empezado oficialmente a cuestionarse).
Agradeciendo su inestimable colaboración, le saluda...».

Como el lector habrá adivinado, jamás hubo respuesta. Los representantes de la Sanidad de nuestro país no saben, no contestan. Lamentable. Y vergonzoso.

En cualquier caso, como el lector también supondrá, la revista no se limitó a consultar a las personas autorizadas para hablar en nombre de la Administración o de los colectivos profesionales más implicados. Antes bien, consultó a numerosos expertos en todos los campos, incluidos los médicos «disidentes». Pues bien, a uno de ellos, considerado sin duda una de las cabezas más representativas de ese movimiento, el doctor Stefan Lanka, le enviamos -gracias a los buenos oficios como intermediario de Lluís Botinas, coordinador de la conocida Asociación C.O.B.R.A.-, las fotocopias del libro «Textbook of AIDS Medicine» que nos hiciera llegar D. Francisco Parras, a fin de conocer su opinión. Sólo que en esta ocasión sí hubo respuesta, en una actitud que contrasta con el inadmisible silencio de nuestras autoridades; la carta, dada su extensión, la publicamos -íntegra- en el apartado anexo.

El ministro sigue muy ocupado.

José Manuel Romay Beccaría.Cansados, dejamos transcurrir el verano. Y el 27 de agosto enviamos una nueva y extensa carta al ministro José Manuel Romay Beccaría, resumiéndole todas las gestiones ya mecionadas, sólo que esta vez le transmitimos abiertamente nuestro malestar. Estos son algunos de los párrafos de la misma:

«Excmo. Sr. Ministro:

Han transcurrido ya ocho meses desde que le enviara por primera vez mi solicitud de información sobre diversas cuestiones puntuales en torno a la enfermedad del Sida, sin que V. E. se haya dignado siquiera a contestar, aun fuera remitiéndome a alguna persona o centro. La respuesta a mis cartas (...) ha sido, exclusivamente, el silencio».

A continuación, y tras un amplio resumen de las gestiones, añadimos:

«Sr. Ministro: la actitud de los responsables de ese Ministerio es -dicho lisa y llanamente- vergonzosa. Y utilizo tal epíteto porque ocho meses de espera, a mi entender, justifican el uso de adjetivos calificados que, en efecto, rozan con las más elementales normas de educación. Pero el problema del Sida es lo suficientemente grave como para exigir mayor diligencia y colaboración a los miembros más cualificados de ese Ministerio. Y como director de una publicación con más de medio millón de lectores (datos recientes del E.G.M.) que viene informando desde hace años de la polémica existente con los denominados médicos «disidentes» respecto de la explicación oficial de la enfermedad, debo decirle que tal actitud potencia todas las dudas y recelos latentes tanto en mí como en muchos sectores sociales. Y me parece lamentable tener que recordar a personas de prestigio y responsabilidad como las mencionadas que tienen la «obligación» de informar a la sociedad, cuando menos atendiendo a las peticiones en ese sentido de quienes profesionalmente tenemos encomendada esa función: los periodistas.

Le adjunto la carta que en su día -el 31 de enero- envié por fax a D. Rafael de Andrés, así como la nota que me hizo llegar hace ya algunas semanas uno de los médicos disidentes más conocidos en el mundo -el doctor Stefan Lanka-, con sus comentarios sobre el libro «Textbook of AIDS Medicine», que yo le hice llegar cuando me fue enviado por D. Francisco Parras como «documentación» demostrativa de la explicación oficial sobre el Sida.

En suma, solicito -de nuevo- que se atiendan mis peticiones y se me envíe por escrito respuesta a las cartas que adjunto. Pero ya le adelanto que si la contestación a la presente nota es otra vez el silencio, informaré en el próximo número de MÁS ALLÁ DE LA CIENCIA de mis infructuosos intentos y de todo lo acontecido, revista que haré luego llegar a cuantos profesionales de la información puedan estar interesados.

Sin otro particular, queda a la espera de sus notícias...».

Hasta aquí la carta, a la que añadí la siguiente posdata:

«Debo adelantarle que no tengo intención alguna de esperar otros ocho meses. De lo que informo para que V. E. se lo transmita a quien corresponda».

Bueno, pues ni por esas. Pero erre que erre, el 29 de septiembre de 1997 insistimos.

«Excmo. Sr. Ministro:

Transcurridas dos semanas desde que el pasado 27 de agosto le enviara mi enésima solicitud de información sobre diversas cuestiones puntuales en torno a la enfermedad del Sida, sin que V. E. se haya dignado siquiera a contestar ni ésta ni ninguna de mis cartas anteriores -enviadas por fax con fechas 2, 4 y 18 de diciembre de 1996 y 7 de enero de 1997-, le participo que el artículo contando mis infructuosos intentos para informar al más de medio millón de lectores de MÁS ALLÁ DE LA CIENCIA -datos recientes del E. G. M.- saldrá a la calle el próximo día 20.

Como quiera que la revista quedará cerrada mañana dia 10, dejo constancia de ello.

Sin otro particular...».

Que al ministro le importaba muy poco nuestro «ultimátum», lo demuestra que tampoco respondió, aun cuando aplazamos la publicación de este texto un mes más a fin de darle -¡qué ingenuos!- más tiempo.

Últimas gestiones.

En definitiva, decidimos dirigirnos al Presidente del Gobierno. Y el 26 de septiembre pasado le fue enviada -como siempre, por fax- la correspondiente carta, que iniciamos así:

«Excmo. Sr. Presidente:

Llevo DIEZ MESES -como director de un medio de comunicación- intentando que algún responsable del Ministerio de Sanidad y Consumo me facilite la información oficial que obre en poder de la Administración respecto de algunos aspectos puntuales relativos al grave problema del Sida -que afecta a decenas de miles de españoles- sin que hasta la fecha haya logrado nada».

Narrando extensamente a continuación las gestiones que ya conoce el lector y terminando de esta manera:

«En suma, Sr. Presidente, le agradeceré que intervenga para que los miembros de su Gobierno, en tanto gestores, cumplan al menos -no pido nada más- con la obligación de informar a los ciudadanos en el ámbito de sus competencias.

Sin otro particular, le saluda atentamente...».

La respuesta, hasta el momento de cerrar esta revista -8 de octubre-, ha sido... ¿lo adivinan? En efecto: el silencio.

Silencio que esperamos no tener también como respuesta a nuestra última gestión: la petición de intervención a Su Majestad el Rey, D. Juan Carlos I, como Jefe de Estado, en extensa carta que le fue enviada el pasado día 6 de octubre y en la que le resumimos nuestras infructuosas gestiones.

Si hubiera noticias, daremos cuenta de ellas en nuestro próximo número. Oportunidad en la que -ya lo adelantamos- procuraremos centrar el tema exponiendo cuáles son, en detalle, las principales razones de la controversia.

Además, como muchos lectores nos han ido recordando durante estos meses, hace ahora un año que nos comprometimos públicamente a dar nuestra opinión sobre este asunto. Bien, pues ha llegado el momento. Quedamos citados para el mes que viene. ¿De acuerdo? 


Carta del Doctor Stefan Lanka.

Stefan Lanka.A continuación transcribimos, sin añadir un sólo comentario, la carta que el doctor Stefan Lanka nos envió en respuesta a las fotocopias del libro «Textbook of AIDS Medicine» de Samuel Broder, Thomas C. Merigan, Jr. y Dani Bolognesi, y que D. Francisco Parras Vázquez, Director del Plan Nacional contra el Sida, nos había enviado como documentación probatoria de la existencia del VIH y de que éste es responsable del Sida.

Estimado Sr. Campoy: Muchas gracias por enviarme, a través de mi representante en el Estado español, Lluís Botinas, de la Asociación C.O.B.R.A., ejemplares del conocido libro «AIDS Medicine», editado por Samuel Broder, Thomas C. Merigan Jr. y Dani Bolognesi, y por tener el honor de ayudarle a usted y a las autoridades gubernamentales competentes a comprender los errores y las cuestiones reales que se ocultan tras el Sida y el VIH.

Este y otros libros -literatura secundaria- se utilizan para convencer a la opinión pública de que, en algún lugar, hay evidencia científica de que el Sida es una enfermedad infecciosa que en última instancia lleva a la muerte y de que existe un virus VIH que destruye la inmunidad y conduce al Sida. Pero niguna de estas afirmaciones ha sido probada. No hay una sola publicación científica en la que se hagan esas afirmaciones y se demuestren. No hay prueba científica de la existencia del VIH.

VIH.

En los capítulos que tratan del VIH no hay, al igual que no hay en ninguna literatura científica, pruebas de que lo que se dice que representa a las «entidades-VIH» sean en realidad entidades de origen vírico. La prueba del aislamiento y la existencia de un virus (además de la prueba biológica de que las partículas aisladas sean infecciosas) requiere la evidencia de una foto del virus aislado, en la que aparezcan las presuntas partículas en los tejidos infectados.

También es necesaria una foto de las proteínas del virus, separadas por tamaños y fotografiadas directamente en un gel natural, lo cual es de gran importancia de cara a la utilización de las proteínas del virus en un test de anticuerpos. Y, finalmente, se necesita una foto del material genético separado por tamaños en un gel que, asimismo, tiene que ser fotografiado directamente, sin utilizar para ello técnicas de detección indirectas.

1. Foto del VIH.

Un virus dado, como agente infeccioso, es -frente a las partículas celulares- una entidad biológica estable de fácil aislamiento, lo que significa que está separada de todas las demás moléculas y entidades biológicas porque siempre tiene el mismo tamaño, forma y peso y, por tanto, una cierta densidad.

Un virus aislado, para probar su existencia, tiene que -en primer lugar- ser fotografiado. Para lo que no se necesita una fijación química y un seccionamiento ultrafino ya que los virus son estables y pueden ser fotografiados directamente. Incluso en la sangre, donde se dice que está probada la presencia de millones de VIH por mililitro, utilizando el test «de carga vírica», no hay ninguna foto de tal entidad.

Esta cuestión ha sido aceptada recientemente por el Parlamento alemán con relación al caso de una demanda interpuesta sobre la existencia del VIH. Justo unos días antes, en el primer juicio mundial sobre asesinato por VIH en la ciudad alemana de Göttingen, el tribunal dejó libre a la persona acusada ya que la corte no pudo sostener el cargo de severa amenaza de muerte; debido a esta sentencia, el VIH ha dejado de ser una severa amenaza para la vida, y no digamos una sentencia de muerte.

Las fotos que se han mostrado en relación con el VIH no son fotos de entidades o virus aislados, sino de partículas fijadas químicamente e incrustadas en sus células o líquidos y después seccionadas de modo ultrafino. En realidad, las fotos del VIH muestran un trasvase celular de partículas diseñado para un transporte intra y extra celular, bien conocido por todos los biólogos celulares. Pero esas partículas no pueden ser aisladas porque están diseñadas únicamente para el contexto celular y no como un virus capaz de abandonar el contexto celular o incluso el organismo.

2. Proteínas del VIH.

Un virus es una forma celular de organismo, no posee bioquímica para autorreproducirse y necesita células vivas para autoreplicarse con su ayuda. Un virus consiste únicamente en unas cuantas proteínas, su material genético y a veces lípidos.

Para probar biológicamente que un virus ha sido aislado, el paso más importante es caracterizar sus proteínas. Para ello, los virus aislados son destruidos y sus proteínas distribuidas por tamaños mediante una técnica denominada Gel-Electrophoresis. Las proteínas se vuelven visibles y se fotografían directamente. Esta es una condición «sine qua non» cuando se van a utilizar las proteínas víricas en un test de anticuerpos, por ejemplo el test «Western Blot».

En el caso del VIH, esa foto de un gel proteínico no existe. Si la presencia, la identidad y la naturaleza de las proteínas que se utilizan en un test de anticuerpos no han sido demostradas antes, nadie es capaz de concluir que la «positividad» bajo tales condiciones tenga ningún significado clínico, por no hablar de la afirmación de que tal test prueba la existencia de un virus.

Un resultado positivo en un test de VIH, por tanto, no puede tener ningún significado científico ni clínico. Y se sabe desde hace tiempo que hay más de 50 enfermedades, vacunas, condiciones específicas, etc., que provocan una reacción positiva en ese test del VIH.

3. El material genético del VIH.

Para completar la prueba del aislamiento y la existencia de un virus, ha de demostrarse la naturaleza y el tamaño de su material genético. El material genético de un virus dado, ya sea ADN o ARN (fácilmente distinguible), siempre tiene la misma longitud y es extraído de los virus aislados y distribuido por tamaños mediante la técnica denominada Gel-Electrophoresis.

Con dicha técnica, el material genético siempre aparece en un lugar determinado del gel, denominado técnicamente «una banda» y, al igual que las proteínas, tiene que ser fotografiado directamente, pudiendo incluso ser usado para una experimentación posterior.

Esa foto del material genético del VIH -en este caso se dice que debe ser ARN- tampoco existe. Las denominadas secuencias genéticas víricas, que son usadas en las mediciones de «carga vírica», pero que nunca fueron aisladas fuera de un virus, o que no tienen nada que ver con un virus, no detectan nada excepto fragmentos de ARN celular en la sangre. Su construcción puede hacerse más lenta o inhibirse mediante medicación citotóxica (tóxica para las células).

Conclusión.

En lugar de aislar un virus, los investigadores del VIH están trabajando con proteínas celulares y materiales genéticos de ciertas células en condiciones muy especiales. Nunca ha aparecido un virus VIH en esos experimentos, ni en las publicaciones científicas, incluyendo el libro que nos ocupa. Todas las características asociadas al VIH son, por tanto, únicamente características de esas células: sus proteínas y sus materiales genéticos bajo condiciones especiales, incluyendo partículas de transporte celular, que también han sido presentadas «ad hoc» como de origen vírico.

El error básico que subyace desde 1970 en la equivocada concepción del VIH y demás retrovirus consiste en que un proceso curativo (la entonces recién descubierta actividad de transcripción inversa) fue interpretado como indicador de presencia de (los de otra forma indetectables) «retrovirus», en vez de replantearse el dogma central de la genética, que postulaba como imposible la transcripción inversa del material genético mensajero, el ARN, en el material genético de la vida, el ADN.

Lo sorprendente es que los experimentos de control en la investigación del VIH, especialmente en la detección y aislamiento del VIH, que en todas las publicaciones sobre VIH habrían revelado rápidamente los conceptos erróneos, nunca han sido publicados.

Eleni Papadopulos-Eleopulos.Como el VIH no existe, no puede ser causante de los diversos daños que se engloban dentro del título de «Sida». Mis colegas, especialmente Heinrich Kremer, Alfred Hässig y el grupo que hay en torno a Eleni Papadopulos han analizado la gran cantidad de datos que hay sobre el «Sida» y desarrollado algunas explicaciones para las enfermedades erróneamente agrupadas bajo el término «Sida», en las que -y esto es de gran importancia- si se siguen regímenes de tratamientos y terapias no agresivos se obtienen mejores resultados.

El VIH es una construcción de explicaciones pseudorracionales que se introdujo posteriormente para explicar los daños apreciados en los homosexuales y para ocultar las causas reales de lo que se agrupa bajo la denominación de «Sida».

«Sida» es un Inadmisible Diagnóstico Artificial. Tal construcción no puede ser explicada en términos clínicos. Uno sólo es capaz de explicarlo y entenderlo cuando observa detenidamente las reglas de construcción de sus inventores. Sólo entonces es posible describir científica y prácticamente las diferentes causas de las enfermedades y la destrucción para las anteriormente independientes 29 enfermedades que se ocultan bajo el término colectivo de «Sida».

Esto no es posible si uno se adhiere a la definición oficial de Sida; las enfermedades y causas aisladas tienen que ser analizadas por separado. El «Sida-VIH» como epidemia infecciosa de masas es la percepción de una alucinación colectiva. Y se necesita una investigación sociológica para comprender por qué ha aparecido.

Atentamente,

Doctor Stefan T. J. Lanka.


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