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Venezuela después del magnicidio


Venezuela después del magnicidio

Toby Valderrama, Viernes, 05 de Abril de 2013 (Fuente: debatesocialistadigital.com/)

La situación que hoy vive Venezuela surge con el magnicidio del Comandante Chávez. Una vez más, el asesinato es usado como instrumento político. No debe extrañarnos, el crimen es componente principal de la política desde su propio nacimiento. Se podría decir que la historia de la Humanidad es la historia de los crímenes políticos.

En Venezuela se cumple la anterior máxima: nuestra nacionalidad se funda sobre el asesinato del Libertador, después siguen Ezequiel Zamora, Cipriano Castro, Pío Tamayo, Fabricio Ojeda, Alberto Lovera, por sólo nombrar los más conspicuos. El magnicidio de Chávez no es una pieza suelta, es parte de un plan que se está desplegando y es un elemento fundamental para entender el momento político. Veamos cuál es la situación cuando ocurre el magnicidio.

SITUACION TURBULENTA

La revolución venezolana ha pasado por varias etapas. Se desarrolla en medio de una turbulencia producto de la lucha de clases. Sólo ha mantenido el rumbo, ha persistido la posibilidad revolucionaria, por la presencia del Comandante, por su grandeza política que ha sabido unir a lo mejor en medio de la tormenta. Revisemos etapas.

Una, con hegemonía de la ideología de la derecha, culmina con el golpe de abril de 2002. Desde ese momento, la ideología de la pequeña burguesía toma el control, lo reafirma con la derrota del sabotaje petrolero de diciembre de ese mismo año y lo continúa hasta nuestros días.

Esta ideología de la pequeña burguesía se caracteriza por reconocer los males del capitalismo, unida a su incapacidad para superarlo. No tiene el coraje para realizar los cambios en las relaciones humanas que suponen la superación del capitalismo. Al contrario, su práctica protege la propiedad privada de los medios de producción, el mercado, la relación egoísta entre los individuos. Sólo es capaz, en medio de un discurso estridente, de cambios en la superficie, que más bien profundizan la esencia de la relación capitalista, el egoísmo, la competencia.

Dentro de la revolución se escenifica un choque entre la ideología pequeñoburguesa que extravía el camino revolucionario y las intenciones honestas de ir verdaderamente al socialismo. La realidad va desechando una a una las “soluciones” pequeñoburguesas, los resultados esperados no aparecen, así, la derrota de esta ideología se la infringe la práctica. La honestidad revolucionaria entiende rápidamente la necesidad de rectificar. El Comandante llama a un proceso de crítica y autocrítica.

Simultáneamente, la derecha externa estrella nuevamente sus pretensiones en el formidable muro que es el prestigio de Chávez, en su conexión amorosa con el pueblo humilde, y comprende que con el Comandante el proceso es invencible, que se puede desarrollar, superar las desviaciones, seguir su rumbo al socialismo. Eso los aterra… buscan vías no constitucionales.

CHAVEZ GANA OTRA VEZ

Esta es la situación cuando vamos a las elecciones del 7 de octubre de 2012, en ellas se cumple nuevamente la característica de esta revolución: Chávez gana.

Así se abre la posibilidad de entrar en un periodo de rectificación, de superación de la fase “filantrópica” de la revolución pacífica. El Comandante Chávez ratifica su llamado a la crítica y la autocrítica del proceso -algún ministro declaró, sin mucha felicidad, que se había acabado la “regaladera”, es decir, el reparto de la renta petrolera sin formación de conciencia: dar a cada uno según su necesidad y no esperar nada de cada uno-.

Se abría la discusión, el análisis del periodo que se cerraba con esa elección. La presencia de Chávez era garantía de la discusión con “irreverencia y lealtad”. Era, es necesario corregir el rumbo, volver a la pasión, elevar la conciencia del deber social, remozar las razones sagradas por las cuales luchar, rectificar el precepto “dar a cada uno según su necesidad, y que la sociedad reciba de acuerdo a la capacidad de cada uno”. Esta rectificación es de vida o muerte, es necesario recuperar la combatividad de la masa bolivariana, acerarla para enfrentar las dificultades del camino, derrotar dentro de ella la comodidad rentista, el recibir sin esfuerzo. De esa discusión saldríamos, saldremos, fortalecidos; se habrá dado un paso importantísimo en la comprensión de las leyes de la revolución pacífica.

El imperio, sabio en su crueldad, apuntó a la mayor fortaleza de la revolución: el Comandante Chávez. El magnicidio nos coloca en una nueva situación, ahora debemos resolver nuestros problemas sin la garantía del líder. Debemos avanzar sin la conexión amorosa con el pueblo, rectificar sin la autoridad moral de Chávez. La nueva situación exige coraje teórico-práctico para avanzar, para vencer la tentación de permanecer en lo ya conseguido, y sobre todo, para evitar la seducción que tanto mal ha causado a los procesos libertarios, de resolver la discusión interna por la vía de la represión.

MAGNICIDIO Y ELECCIONES FORZADAS

La “oligarburguesía” consiguió con el magnicidio cambiar drásticamente el paisaje político a su favor. Ha conseguido importantes logros. Lo primero fue dejar a la revolución sin su líder. Pudimos atenuar el impacto gracias a la grandeza política de Chávez, que previó los acontecimientos y dejó al proceso protegido al designar a Nicolás Maduro como continuidad del chavismo.

El segundo logro fue anular el triunfo chavista de octubre. Es así, estas elecciones del 14 de abril son hijas monstruosas del magnicidio. Vamos a ellas forzados por un crimen, a competir con los asesinos de Chávez.
El tercer logro fue abrir cauce a la posibilidad golpista, que trabaja en complicidad con ese sospechoso carácter “democrático” y “bolivariano” que de la noche a la mañana adquiere el candidato del imperio. Es así, ahora la oligarburguesía desarrolla una fina operación conspirativa.

En esta operación de fractura de la legalidad, los oligarcas más agresivos se han repartido los papeles: Capriles debe aparecer como demócrata, intentar aislar a Maduro, dejar al chavismo sin jefatura, polarizar, debilitar. No obstante, manda sus dardos contra la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), ataca a Diego Molero, el almirante ministro de la Defensa: allí muestra su carácter golpista. El ataque a Molero es una vieja táctica de la derecha fascista. Similar actitud tomaron contra Allende: atacaron a sus altos oficiales leales.

En el otro flanco, el agente gringo Diego Arria, destacado funcionario del Consejo de Seguridad de la ONU, agente de confianza de los gringos, encabeza la avanzada golpista. Es el encargado de los radicalismos, de horadar la legitimidad del gobierno y la credibilidad del Consejo Nacional Electoral (CNE), de preparar el ambiente de fraude, pedir modificaciones electorales imposibles para justificar su posición. Ese grupo tiene como misión los susurros a los militares y lo hace en complicidad con el periódico El Nacional, antirrevolucionario y fascista que obsequia páginas enteras a lo más putrefacto de los renegados.

Los cadáveres insepultos de la socialdemocracia y los renegados menos audaces, acechan en las orillas de las aguas turbulentas. Desde allí se mojan un poco, sólo los pies, guardándose de no correr riesgos, esperando que se defina la contienda para tomar su consabida posición oportunista. Esta es la situación: los oligarcas y sus cómplices usan a la Constitución como un santuario; la rompen cuando resuelven, por la vía violenta -la derrota de octubre-, luego la invocan para protegerse y allí atrincherados, atacarla. Ahora mantienen un pie adentro de la legalidad y el otro, con descaro, en el área golpista.

Esta elección de abril no tiene nada de una elección burguesa normal en la que de manera pacífica se legitima al sistema capitalista, aunque se puedan cambiar sus caras. Se parece más a una batalla que a un acto comicial, a ella vamos forzados por un magnicidio. De allí saldrá todo menos el reconocimiento del resultado electoral por parte de los verdugos: lo desconocerán. Ya lo hicieron con las elecciones de octubre, iban sobre seguro, ya caminaba el magnicidio.

¿QUÉ HACER?

El dilema que se plantea es el gran dilema de las revoluciones pacíficas. Qué hacer frente a la clara intención oligarburguesa de fracturar la legalidad, que dicho sea, no contiene ya a la agudización de las tensiones sociales. ¿Cuándo aplicar la ley suprema revolucionaria “dentro de la Revolución todo, fuera de la Revolución nada” o “todo por la sobrevivencia de la Revolución”? El dilema central es hasta dónde, hasta cuándo la legalidad burguesa que caracteriza las primeras etapas de la revolución sirve para protegerla.

Lo primero es entender que se trata de una batalla que adquiere la forma electoral, que se manifiesta por vía del voto. Después vendrán otros episodios igualmente bélicos. Entonces, debemos ir a las elecciones como quien va a un combate por sus ideas, por sus sueños, con el mismo espíritu con el que iban los patriotas a sus batallas. No podemos encararlas como un torneo más de ofrecimientos guiados por las encuestas. Es necesario salir de ellas preparados, con la masa chavista, bolivariana, activada, consciente, lista para vencer en los nuevos retos, con una dirección unida, fortalecida, con ideas claras del rumbo. Es importante aplastarlos electoralmente, demostrar que el pueblo chavista está unido, dispuesto a combatir a los oligarcas en cualquier terreno, a no dejarse arrebatar nunca y por sobre nada la posibilidad revolucionaria.

Es necesario estar estrechamente unidos a Maduro, hacerlo un gigante por el apoyo de la masa, construir una fuerte conexión amorosa Maduro-Pueblo que nos haga invencibles. Chávez, al escogerlo para mantener la llama viva, sabía que es honesto, de extraordinario corazón, entregado desde siempre a la causa de los humildes, sabía que nos conduciría a buen puerto. Y sabía, porque lo vivió, que el calor del pueblo humilde hace el milagro de transformar a los hombres en apóstoles.

Las elecciones del 14 de abril, junto al duelo por la muerte de Chávez, atenúan las contradicciones dentro del chavismo, y simultáneamente posponen para después de esta fecha los planes de la oligarquía fascista. De sus resultados dependerá la vía que tomen los acontecimientos y su velocidad. La derrota de Capriles desatará a la fiera fascista, la masa oligarca fanática se desesperará y -será terreno fértil- aceptará, exigirá, una salida de fuerza.

El triunfo de Maduro dará paso a la gran discusión de la revolución: ¿Ahora qué hacer, cuál es el camino? Aparecerán con fuerza las corrientes conciliadoras, la ideología pequeñoburguesa tomará nuevos bríos e intentará de nuevo obstaculizar la salida socialista. El resultado, cualquiera que sea, nos conducirá a una turbulencia, entraremos en una nueva etapa, que, sin Chávez, exigirá más rigor, más audacia, avanzar o perecer. Nunca antes tuvo tanta vigencia la consigna de Rosa Luxemburgo “Socialismo o barbarie”.

Todo nuestro esfuerzo debe estar dirigido a la victoria de Maduro, lo más importante es existir, que la revolución permanezca. Sólo así habrá tiempo y lugar para dilucidar el rumbo.

En los próximos días asistiremos al desenlace de la situación creada por el magnicidio, la revolución se pondrá a prueba, sabremos hasta dónde se consolidó, cuál es su fortaleza, si podrá resistir la brutal embestida de la bestia imperial. No lo podemos asegurar. De lo que sí estamos seguros es que, como la canción de Silvio, “moriremos como vivimos”: chavistas siempre, revolucionarios, socialistas.

TOBY VALDERRAMA
En Caracas


Publicado en “Punto Final”, edición Nº 778, 5 de abril, 2013
revistapuntofinal@movistar.cl
www.pf-memoriahistorica.org

 

 


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