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Diario 16. Martes, 29 de abril de 1997.

¿Qué es el S.I.D.A.?.

Se enseña en la Universidad que «la ciencia avanza contrastando hipótesis distintas». En el caso del sida, esto no está siendo tenido en cuenta. El lanzamiento del sida como mortal en 1981 y el de un VIH como su supuesta causa en 1984, no fue resultado de contraste alguno de hipótesis. Diario 16 es el primer medio de comunicación en el mundo que impulsa dicho contraste a fin de contribuir a terminar lo antes posible con el sida. En ciencia, el argumento de ser mayoría no tiene validez alguna. En efecto, todo descubridor o inventor ha estado en minoría hasta conseguir el reconocimiento general. Y, sin embargo, la frase «la inmensa mayoría de científicos y médicos considera en todo el mundo que el VIH existe y que es la causa del sida», aparece en seguida en boca de los oficialistas. Menos mal que la vergüenza ajena molesta pero no mata. 


El SIDA debe explicarse de otra manera.

He aquí una teoría globalmente distinta del fenómeno sida. Otras son posibles. Y cada una propone vías de solución.

Madrid/Diario 16.-Si se descarta la existencia del VIH (y los argumentos son enormemente sólidos. Ver Diario 16 del 3 y 15 de abril de 1997), queda claro que «eso» llamado VIH es un invento. Pero que no exista el VIH no implica que tampoco exista el sida. Sí, el sida está ahí, pero no es lo que nos han dicho y nos hemos creído que es. La explicación del Sida por el VIH es insostenible (incluso aceptando imaginativamente que el VIH exista), luego lo que no existe es el sida vírico. Pero el fenómeno sida es real. El que no sea de origen vírico, no le quita precisamente virulencia. El sida es un invento destructivo, un engranaje que resulta fatal a quien es cogido en él si no se sale a tiempo. Sólo que el sida real tiene otra u otras explicaciones.

La que sigue la hemos ido elaborando a lo largo de siete arduos años [la asociación C.O.B.R.A.]. La considero muy verosímil, pero para que quede definitivamente demostrada son necesarias unas investigaciones que no tenemos medios para hacer. En cualquier caso, es una contribución al DEBATE SIDA. Se trata de iniciarlo, no de conducirlo. Y cada aspecto aquí enunciado será desarrollado en martes sucesivos.

Hechos y gafas.

Por sí solos, los hechos no demuestran nada. Todo depende de cual sea la teoría con la que se interpreten. Es decir, depende de las gafas que se lleve puestas.

Con gafas de sol, todo se ve más oscuro. Con las gafas de la teoría oficial, todo se interpreta a través de un virus VIH que no existe, de unos recuentos de T4 que no son las defensas, de una llamada carga viral que no mide cantidad de virus alguna (y menos de un virus que no existe), etc. Lo peor es que todas esas alucinaciones se traducen en usar los fármacos químicos más potentes que hay para pretender matar al inexistente VIH, con lo que sí se mata realmente a la persona etiquetada... sobre todo, si además recibe el tratamiento supuestamente preventivo.

Pero hay otra precisión que hacer: cada teoría selecciona también los hechos, de igual manera que cada tipo de gafas hace ver lo que nos rodea de un color u otro, o con una distorsión u otra. Además la sofisticada técnica que se va imponiendo agrava la cosa: los hechos se fabrican de manera que cuadren con la teoría que preside la fabricación de los aparatos.

Así, «ser seropositivo» no es un hecho «objetivo», sino que se fabrica con unos tests que no tienen validez alguna pero que, aplicando uno de los numerosos criterios distintos de interpretación que tienen, acaban pudiendo poner la etiqueta «seropositivo objetivo», es decir, objeto de estudio, protocolización, experimentación, agregación estadística, comercialización, etc.

Etiquetas.

Al referirnos a las víctimas del invento sida, no hablamos de enfermos ni de afectados, pues consideramos que el sida no tiene base biológica patológica propia. Propiamente, no es una enfermedad a tratar, aunque sí haya que tratar la energiadeficiencia, más que inmunodeficiencia, y las 29 enfermedades que engloba.

Hablamos de etiquetados. Se están usando tres etiquetas.

La una es la de «seropositivo». Una persona se encuentra automáticamente con la de «seropositivo» puesta encima en cuanto tiene la mala suerte (porque, a escala individual, es una cuestión totalmente de azar) de dar positivo en los mal llamados «test del sida».

La segunda es la del «sida», y se puede recibir por dos caminos: A) Una persona ya etiquetada como «seropositiva» se convierta en persona etiquetada como «sida» si le aparecen enfermedades de las 29 que hoy en día están englobadas bajo el nombre «sida». B) A una persona se le pone directamente la etiqueta «sida» si desarrolla una de las 29 enfermedades, va al hospital, le hacen los test (instantáneamente, si es drogadicta u homosexual) y tiene la desgracia de dar positivo. Si da negativo, será simplemente un enfermo de la enfermedad que tenga. Es decir, y como ilustración: «tuberculosis+negativo=tuberculosis», pero «tuberculosis+positivo=sida». Aunque tengan exactamente el mismo cuadro clínico, el primero tan sólo un caso de tuberculosis, mientras que el segundo será un caso de sida, con la condena a muerte que ello implica oficialmente.

La tercera etiqueta es la de «muerto de sida». Pero en realidad muere de sida. Y no porque fallezca de «las enfermedades oportunistas», como tramposamente responden médicos oficiales que, sin embargo, certifican «muerto por infección por VIH» y lo contabilizan en las «estadísticas de muertos de sida». Mueren de las ocho razones que explico más adelante.

Se trata de avanzar suficientemente en la comprensión personal y colectiva como para arrancar estas etiquetas. El sida se habrá acabado. Y se habrá empezado a abordar y resolver aquello para lo que el sida fue inventado como tapadera. 


«Reconocido» no significa «demostrado».

Hace ya unos años, el Tribunal Federal de Alemania emitió una sentencia clarificadora que exigía la necesidad de distinguir entre lo que está «científicamente demostrado» y lo que simplemente está «científicamente reconocido».

Lo que está «científicamente demostrado» es aquello que la acumulación a lo largo de tiempo de argumentos, experimentos, resultados... ha llevado a una total unanimidad entre los implicados y el conjunto de la sociedad. Podría decirse que lo «científicamente demostrado» es aquello que es incuestionable... si no fuese porque el verdadero espíritu científico no deja de cuestionarlo todo constantemente de nuevo.

Actualmente, la mayoría de actuaciones médicas están basadas en hipótesis, es decir, en suposiciones no demostradas sino «reconocidas».

Lo «científicamente reconocido» es algo cualitativamente distinto. La sentencia precisa que no es una cuestión científica sino de corrientes de pensamiento, de poder, de intereses, de grupos de presión, de modas, de dinero, de influencias... Que algo esté «científicamente demostrado». Además, este caso es especialmente grave porque las erróneas concepciones oficiales están llevando a una práctica hospitalaria catastrófica que tendencialmente condena a muerte a quienes la reciben. Y llamo a todos los científicos (incluidos los médicos), especialmente a los no implicados directamente en el tema «sida», a intervenir para que se creen rápidamente foros neutrales donde pueda efectuarse, con árbitros rigurosos y exigentes, el debate científico y público que llevamos años pidiendo.

Lluís Botinas.Lluís Botinas. 


Las reglas de juego del invento SIDA.

Se lograría acabar con este montaje simplemente dejando de aplicar estas normas.

Centers Disease Control (CDC).Madrid/Diario 16.-El sida es el resultado de que hasta ahora la población se ha creído unas reglas de juego que permiten poner las etiquetas mencionadas. Las reglas fueron establecidas por los CDC (Centers for Disease Control, Atlanta), respaldadas por la OMS y seguidas a ciegas por los gobiernos.

Las reglas básicas son: 1ª) Hacer creer que ha aparecido una nueva enfermedad y presentarla como inevitablemente mortal; 2ª) Coger dolientes de diversas enfermedades ya existentes; 3ª) Nombrarlos «enfermos de sida» por medio de un acto misterioso consistente en dar positivo a unos test chapuza; y, 4ª) Matarlos con los tratamientos social y médico, con lo que se autocumple la profecía de que la «nueva enfermedad» era mortal.

Vemos algunos elementos de cómo funcionan las cuatro reglas que hacen que el sida exista. Pero al hacerlo críticamente y entender su funcionamiento, también queda claro cómo lograr que dejen de actuar, con lo que rápidamente se podría acabar con el sida... si se quisiera.

1ª ¿Sida mortal?.

Rock Hudson.A mediados de 1981, los CDC proclaman que ha aparecido una nueva terrible enfermedad que ataca a homosexuales. La presentación desde el primer momento como inevitablemente mortal, carecía de toda base empírica e indica que algo turbio presidió el invento del sida. Sin embargo se convirtió en verdad mundial con la manipulación del fallecimiento de Rock Hudson.

También desde el inicio se apuntó que la causa era un virus transmitido sexualmente. Pero como que las enfermedades de transmisión sexual circulan en todas direcciones, hubo que difundir «eso» desde los homosexuales al resto de la población, a las otras «h»: primero a heroinómanos y a hemofílicos, y finalmente a heterosexuales.

A subrayar que la presión instauradora del invento sida fue tan fuerte que los médicos implicados se creyeron que era mortal de necesidad. Así rompieron con la primera norma deontológica de todo médico merecedor de tal nombre: dar esperanza a los enfermos, sea cual sea su situación. A los etiquetados se les ha negado toda esperanza y posibilidad de recuperación y, por el contrario, se les ha garantizado la muerte.

2ª ¿Nuevos enfermos?.

Pervirtiendo el significado de «síndrome» como conjunto de síntomas, varias enfermedades previamente existentes fueron puestas dentro de un mismo saco, sobre el que se colocó la etiqueta «sida». Además, se ha hecho aumentar arbitrariamente el número de enfermedades incluidas, a fin de que parezca que hay una epidemia. La definición de sida se ha cambiado en cuatro ocasiones: de dos enfermedades (1981) a doce (1983, primera definición oficial de sida); de dieciocho a veintiséis (1987), y de veintiséis a veintinueve (1993).

A cada cambio, cientos de miles de personas ya enfermas de todo que a la noche anterior se acuestan no siendo «casos de sida», por la mañana se despiertan convertidos en «casos de sida» debido a que a medianoche ha empezado a funcionar la nueva definición.

Resumiendo, las personas etiquetadas como «enfermos de sida» no son nuevos enfermos de algo nuevo, sino antiguos enfermos a los que se les cambia el nombre de su enfermedad anterior (por ejemplo, tuberculosis) por el nuevo de sida. ¿Cómo se efectúa esta operación de camuflaje? Por medio de los «test del sida».

3ª ¿Test válidos?.

Los «test del sida» son presentados por los científicos del sida como «al cien por cien». Los medios de comunicación transmiten acríticamente esta afirmación y, en consecuencia, la población se lo cree, en particular quien va a buscar los resultados. Pues bien, ésta es una falsedad que resulta clave en la existencia y mantenimiento del sida. Y también es clave para acabar con él. En efecto, si nadie tomase la temeraria decisión de hacerse los «test del sida», dejaría de haber nuevos «casos de sida».

Lo decisivo es que si el VIH no existe, los «test del sida» se derrumban instantáneamente. En efecto, ¿de qué proteínas serían en realidad anticuerpos los anticuerpos que aparecen en las pruebas que se dan como positivas?

Pero aún aceptando hipotéticamente la existencia y el aislamiento del VIH, los test continúan no siendo en absoluto válidos. Porque pueden dar positivo en la persona más sana y santa del mundo, y dar negativo en la más enferma y degenerada. Porque no son reproducibles, es decir, los resultados pueden no dar igual incluso en el mismo laboratorio. Porque dan reacciones cruzadas; ya se han detectado más de setenta enfermedades (hepatitis, alergias,...) o situaciones (ser vacunado,...) que pueden hacer dar positivo. Y lo más fácil de entender: porque no están estandarizados, es decir, depende de en qué país se resida, en qué parte de un mismo país se esté o a que institución de la misma parte del mismo país se vaya, puede dar positivo o negativo. Así, la mayoría de personas que en España padecen la etiqueta de seropositivos, en Australia serían seronegativos, pues allí se aplican criterios más estrictos.

Resumiendo; los «tests del sida» son una chapuza. Por ello pedimos que se dejen de aplicar mientras el debate permita aclarar quien tiene razón.

4ª Los tratamientos mortales.

Las tres fantasiosas reglas anteriores llevan a una cuarta regla muy real, de consecuencias nefastas: unos tratamientos que son tendencialmente mortales a medio plazo. Hay dos excepciones. Una, negativa; la muerte ha sido fulminante en quienes han decidido suicidarse tras conocer su etiquetaje. Otra positiva: hay numerosos vencedores del sida entre quienes han roto con las reglas de juego oficiales (ver apartado siguiente).

El tratamiento social del sida, mata.

En efecto, el terror psicológico de masas generado en torno al sida pesa como una losa sobre toda la sociedad, y en particular sobre las personas ya etiquetadas o que temen poder serlo. El miedo colectivo se traduce automáticamente en marginación, desprecio, insolidaridad, etc. Todo eso debilita el conjunto de defensas y puede matar. Sólo los médicos hospitalarios del sida ignoran esto, y todo se lo atribuyen a un virus del que son incapaces de mostrar prueba alguna de su existencia.

El maltrato social del sida es importante, ya que todo miembro de los llamados grupos de riesgo está sometido a su presión destructiva desde 1981. Homosexuales primero y drogadictos y hemofílicos después, se han visto arrastrados al inmunodepresor miedo al sida por ser las primeras víctimas del invento. Es lógico que quieran quitarse esta losa de encima. Pero la manera correcta de hacerlo no es ayudando a los montadores del sida a extender el miedo a toda la población, sino contribuyendo con decisión a terminar rápidamente con el sida.

El tratamiento médico del sida, también mata.

Cuando a alguien lo colocan la etiqueta, la farmacopea hospitalaria se ceba sobre él. Va a recibir diez, veinte, treinta, cuarenta o más pastillas diarias gratuitamente. Por suerte para los etiquetados de los países no occidentales, sus gobiernos no son solventes, con lo que no pueden comprarlas y no son envenenados como aquí.

El simple hecho de tenerse que tomar docenas de pastillas al día, ya mata. Recordar las horas y aunque sólo sea los colores de las pastillas correspondientes, obliga a estar todo el día obsesionado con la bomba de relojería que te han dicho llevas dentro. Y esto es inmunodepresor.

Los efectos llamados secundarios pero que en realidad son principales, son aterradores, e incluyen a varias de las 29 enfermedades que están metidas bajo la etiqueta sida. Y los efectos sobre hígado y riñón de estos productos químicos potentísimos, no pueden sino perturbar el funcionamiento del cunjunto del cuerpo. Es decir, el tratamiento farmacológico que están administrando los hospitales a las personas etiquetadas, mata. 


De qué fallecen los presentados como «muertos de SIDA».
No hace falta ningún supuesto virus que supuestamente mate las supuestas defensas.

Madrid/Diario 16.-Han fallecido de:

  1. las 29 enfermedades hoy cubiertas bajo el nombre de «sida», todas ellas existentes antes de 1981 y que a veces matan, sólo que ahora si quien fallece es una persona que ha tenido la mala suerte de haber dado positivo en unos test-chapuza, será considerada infectada por el inexistente VIH e irá a parar a las estadísticas de «muertos de sida»;
  2. los malos hábitos de vida (consumo de drogas, metadona, «poppers», medicamentos, malnutrición) que las llamadas «campañas de prevención» no ayudan nada a dejar, y que ya mataban antes, sólo que ahora si quien fallece ha dado positivo, es un «muerto de sida»;
  3. tener que recibir transfusiones de sangre o de hemoderivados, como es el caso de los hemofílicos, que han tenido una esperanza de vida menor que los no hemofílicos; sólo que ahora si quien fallece ha dado positivo, es un «muerto de sida»;
  4. los tratamientos supuestamente antivirales; nucleósidos análogos (impiden la división celular: AZT-Retrovir, etc.) e inhibidores de proteasas (rompen el complejísimo equilibrio entre proteasas e inhibidores de proteasas naturales: Indinavir, etc.), que son tendencialmente incompatibles con la vida a medio plazo y que deben ser prohibidos;
  5. los tratamientos supuestamente preventivos (antibióticos -en especial, Septrim-, ansiolíticos antidepresivos, corticoides....; todos son inmunodepresores), que también son tendencialmente mortales a medio plazo y que también deben ser prohibidos;
  6. el miedo, pues la experiencia de las colectividades humanas ha llevado a la expresión «muerto de miedo»;
  7. los problemas psicológicos (sentimientos de culpa, de indignidad, de autodestrucción, de autorrechazo, de suciedad, de suicidio...), emotivos (miedo a contagiar, miedo a ser rechazado, no atreverse a contárselo a nadie, ruptura de ralciones...), sociales, laborales, de guardería;
  8. morirse es la única solución que queda cuando en la mayoría de los casos (¡no en todos afortunadamente!) hay rechazo incluso de los allegados, que se añade al rechazo social. ¿Qué salida hay en semejante situación, si no morirse?.
Luego no hace falta ningún supuesto virus que supuestamente mate las supuestas defensas, para explicar de qué fallecen las víctimas del invento sida.

Consejos a una persona etiquetada.

A) Como seropositiva.
Estudiarse rigurosamente la información crítica y contrastarla a fondo con la oficial e incorporar y valorar, claro está, su propia experiencia. Si llega a la conclusión de que el VIH no existe, o/y de que, aún suponiendo que exista, no es la causa del sida, o/y de que los test son una chapuza que no tienen valor diagnóstico ¡felicidades!. Comprenderá que es una persona perfectamente sana que ha tenido la mala suerte de entrar en la macabra rueda del sida por haber dado positivo. Sólo le quedará quitarse la etiqueta, llevar una vida sana, concebir hijos si desea tenerlos y... procurar que la vida normal no lo machaque demasiado. La madurez que habrá adquirido por la experiencia vivida le ayudará a ello, y permitirá que eche una mano a otras personas que inicien el calvario de resultar etiquetadas.

Un consejo extra: no dejarse atrapar en los nuevos protocolos que están poniendo constantemente en marcha los laboratorios. Hay más medicamentos en espera de cobayas humanas que voluntarios, por lo que los hospitales presionan para dejarse meter en ellos...

B) Como sida, incluso terminales.
Igual que en el caso anterior hasta el ¡feliciades! Entonces comprenderá que los problemas de salud que pueda padecer, no tienen nada que ver con la explicación VIH=SIDA que le hayan dado los oficialistas. Tiene que tratárselos al margen de toda la historia y toda la histeria del sida. Y hacerlo de la manera menos agresiva posible. Si busca cuidadosamente (¡también en el mundo alternativo hay mucho pesetero suelto!), encontrará terapeutas, con o sin título, que le pondrán ofrecer buenos consejos.

En el caso de terminales, es decisivo que no tiren la toalla ni ellos ni quienes les cuiden. Que sepan que hay numerosos casos que se han recuperado, casi siempre dejando el hospital. Muchos han salido de las casas de acogida por sus propios pies, y no con los pies por delante, que es a lo que los habían enviado desde los hospitales. Pero la primera condición es volver a tener esperanza y luchar por vivir. Entonces se ponen en marcha el «médico y el laboratorio interiores», que son los más potentes que hay sobre la tierra. Para mí, esta es la explicación de los casos que han sido presentados como recuperados gracias a los inhibidores de proteasas químicos...

Resumen para todos:
No intoxicarse ni psicológicamente (luego no creerse la versión oficial sobre el sida) ni fisiológicamente (luego no meterse en el cuerpo los venenos que están dando en los hospitales). Asesorarse con quien sea, pero asumir la responsabilidad del camino que se decida seguir ¡Y tener ganas de vivir!

Los vencedores del sida.

Hasta hace poco, los medios de comunicación sólo hablaban de los vencidos del sida, y cuanto más ricos y famosos, más. Desde hace unos meses, han sacado algún caso de terminal recuperado por las operaciones dde marketing hechas por los grandes laboratorios que, por fin, han podido entrar en el mercado del sida a través de los peligrosos inhibidores de las proteasas y de los peligrosísimos combinados. Pero en la medida en que estas informaciones, aunque manipuladas, ayudan a suavizar el miedo que aún rodea el tema sida, bienbenidas sean.

En realidad, antes y ahora hubo y hay vencedores del sida. Se pueden distinguir seis grupos:

  1. Terminales recuperados: etiquetados a los que hace años se les daba días de vida y que ahora están plenamente recuperados;
  2. etiquetados como sida que han logrado sacarse esta etiqueta, normalmente con tratamientos no agresivos, y que hace años que llevan una vida normal, a pesar de continuar siendo «seropositivos»;
  3. etiquetados como seropostivos que llevan cinco, diez, quince o, según la versión oficial, más años -desde la última vez que se pincharon o que tuvieron una relación sexual no protegida- con la etiqueta, y que, superada la crisis y depresión iniciales, se encuentran perfectamente bien;
  4. «seropositivas» embarazadas que se negaron a abortar, se negaron a tomar el AZT, se negaron a dar AZT a sus bebés, y ahora tienen hijos de una decena de años, estando ambos perfectamente bien;
  5. «seropositivas» que buscaron el embarazo siendo «seropositivas», han dado a luz y tanto ellas como sus bebés están perfectamente bien;
  6. más de las dos terceras partes de los bebés nacidos «seropositivos» y que han seronegativizado espontáneamente dentro de los primeros 18 meses.

Bibliografía:
  • «AIDS: The failure of Contemporary Science», Neville Hodkingson, Fourth State, Londres 1996.
  • «Inventing the AIDS virus», Dr. Peter Duesberg, 1996.
  • Hojas informativas 1-10, C.O.B.R.A., 1996.
  • Cuadernos «Desmontar el S.I.D.A.» n° 1, 2 y 3, C.O.B.R.A., 1996.
  • «SIDA: la duda», vídeo dirigido por Djamel Tahi, emitido por el canal franco-alemán ARTE, 1996, y que TVE no ha emitido por la censura.
  • «Genética», vol. 95, n° 1-3 Dordrecht/Boston/London, 1995.
  • «Repensar el SIDA», A.M.C., Madrid 1994.
  • «Replantear el SIDA», Medicina Holística, n° 33-34, A.M.C., Madrid 1993.
  • «SIDA: Juicio a un virus inocente», Dr. Enric Costa, Mandala, Madrid, 1993.
  • «Roger venció al SIDA», Dr. Bob Owen, Higea, Madrid, 1993.

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