Positively False.
(Definitivamente falso).
Exposing the myths around HIV and AIDS.
(Exponiendo los mitos en torno al VIH y al SIDA).

JOAN SHENTON.
I. B. Tauris U. K.
St. Martin's Press U.S./Canadá.
277 páginas.

Críticas: CELIA FARBER y RUTH PARNELL.
Traducción: Viviana Diogo.

Celia Farber
Celia Farber.



Celia Farber, escritora y periodista que vive en Nueva York, ha cubierto el debate del SIDA durante la última década. Es famosa por su columna en la revista Spin, «SIDA, palabras desde el frente».

Hay dos libros dentro de este libro: uno que desenreda, hilo por hilo, los engaños, los asertos y las asunciones científicas de la ortodoxia del SIDA y otro que nos cuenta una historia de seres humanos, periodistas (en el sentido más auténtico de la palabra) en una odisea Orwelliana, en un momento de la historia que sólo puede ser calificado como el Fin de la Razón.

Joan Shenton, a la que a veces se alude como la «madre de la camada» de los disidentes, habita en un espacio creativo entre el periodismo, la investigación y la campaña pro derechos humanos, y es debido a que ha roto las reglas del periodismo arribista de la corriente principal de forma tan descarada por lo que su historia resulta tan irresistible y por lo que tiene tantas flechas clavadas a su espalda. Su voz narrativa no está ni mucho menos extinta en nuestra cultura: es la voz del periodista cuyo deseo de informar nace de una sensación de inquietud y que pone la intención en la humanidad más que en «la historia» como un fin en sí mismo.

Glaxo Wellcome.Leyendo los pasajes en los que se detalla el juicio de Shenton y Meditel (la compañía de cine documental independiente que ella fundó) ante la BCC (Broadcasting Complaints Commission) sobre si habían «tratado injustamente el tema del SIDA» y habían sido «injustos con (Glaxo) Wellcome», una parecía estar leyendo fragmentos desechados del libro que George Orwell nunca terminó. Se palpa el profundo terror que tiene que haber sentido Shenton a medida que los perros rabiosos y embebidos de razón de la ortodoxia del SIDA hacían cerco en torno no sólo a su periodismo sino, lo que es más escalofriante, a su juicio moral. Y lo más enfurecedor de todo es que a Meditel nunca se le ha permitido cuantificar o demostrar sus argumentos científicos. Con nombres como Derek Ogg y Duncan Campbell, los enemigos de la libertad de expresión y del debate científico abierto son tan torpes y repulsivos que una siente deseos de meterse en el libro y estrangularles con las propias manos. En lugar de ello es Shenton quien es estrangulada, una y otra vez, por los mandamases de la ortodoxia del SIDA, cuya ira no hace más que crecer a medida que el tiempo pasa a lo largo del libro y sus cacareadas afirmaciones demuestran ser viles mentiras.

Como disidente americana de primera generación, me llamó la atención un rasgo del debate del SIDA existente en el Reino Unido de la que por suerte carecemos en los Estados Unidos. Es el rasgo de la formalidad europea, de los «comités de quejas», de las «vistas» y de los personajes como Lady Anglesey, que Shenton describe como «una de esas 'almas caritativas'». Mi incredulidad alcanzó límites insospechados (¡y yo que pensaba que lo había oído todo!) cuando el impresentable detractor de los disidentes y lealista de las compañías farmacéuticas, Duncan Campbell, comienza a mostrar al «jurado» su propio vídeo en el cual había vuelto a entrevistar a algunas de las personas entrevistadas por Meditel, recolectando lo que parecían ser pequeñas contrariedades sobre la forma en que sus opiniones habían sido reflejadas. ¿Cómo puede alguine quedar «mal reflejado» cuando está hablando ante una cámara?. La auténtica distorsión es la forma en la que se ataca a los periodistas disidentes, sin importar la distancia que tengan (tengamos) que recorrer para ser justos y exhautivos. Lo que Campbell y los de su calaña en realidad pretenden es que el trabajo del periodista se detenga ante la presencia del SIDA, esa terrible «pandemia». Cuando llaman a Shenton «asesina», nos encontramos ante la fascinante manifestación de una proyección. Pocas veces he leído un retrato tan vívido de la auténtica dinámica de la histeria organizada existente entre el SIDA y la ortodoxia científica, la industria farmacéutica, los medios de comunicación, los medios de comunicación disidentes y los llamados activistas que en ese fascinante y aterrador capítulo titulado «Fall Out». Aquellos de nosotros que hemos estado inmersos en la disidencia durante años estamos familiarizados con los argumentos en contra del VIH, el AZT, el test del VIH y el supuesto virus en sí. Shenton documenta los defectos, las anomalías y los misterios con gran tenacidad y detalle. Pero es cuando nos cuenta las historias personales cuando Shenton verdaderamente vive: el hombre de la República Dominicana cuya esposa bebe lejía y muere de forma agonizante porque cree que tiene SIDA y tras su muerte el test resulta negativo. La desgarradora historia de Arthur Rodhes, pintor de hospitales, casado y con un hijo de 19 años, que se pinchó el dedo tras recoger del suelo una caja de agujas hipodérmicas usadas que había tirado del alfeizar de una ventana. Loco de miedo por «el virus del SIDA», se mató envenenándose con monóxido de carbono. Shenton tiene una profunda capacidad para comprender el alcance de la tragedia, que se revela de repente y de forma sobrecogedora cuando nos permite caminar con ella a través del África Subsahariana, y Berkeley, y Londres, donde se encuentra con la gente real y escucha las voces reales, que explican con detalle el horror de la moderna máquina del SIDA. Shenton nos dibuja un mundo oscurecido por la censura, y cuando «los buenos» aparecen como luciérnagas -en la forma de médicos, enfermeras, científicos o ciudadanos normales- uno siente un alivio temporal... hasta que desaparecen de nuevo, engullidos por la oscuridad.

Shenton escribe con lo que yo llamaría una elegancia y una contención clásicamente británicas, pero la narración se anima cada vez que inyecta un poco de su personalidad e ingenio. «Todo lo que veía», se queja el profesor africano Kassi Manlan, con la que Shenton se topa en el Congreso del SIDA en Berlín, «eran mujeres blancas enfundando condones en grandes penes negros». Es très dégoutant. Habiendo tenido el placer de disfrutar de la compañía de Joan Shenton a lo largo de los años, siempre he lamentado que su humor y su personalidad no se pudiesen transmitir a través de sus películas. Me hubiese gustado que los hubiese dejado transfundir aún más en este libro, pero lo que podemos ver aquí es delicioso. Describiendo la hostilidad que se palpaba en el Congreso del SIDA de 1993 en Berlín, escribe, «lo único que podíamos hacer cada mañana era ajustar la expresión de nuestras caras a la de un molde de cemento y vadear a través de un mar de caras ceñudas».

Y eso es precisamente lo que Shenton, acompañada de sus «chicos» (Verney-Elliot, Gildemeister, Adams), ha conseguido: mantener la compostura en situaciones de coacción periodística extrañas e inimaginables. Documenta estos ataques, pero sin autocompasión; al final son sus fanáticos oponentes los que terminan siendo atrapados cuales mariposas destinadas a una exhibición científica sobre el absurdo comportamiento humano. Shenton nunca, ni por un momento, suelta el alfiler.

Celia Farber.
Fuente: Continuum, volumen 5, número 3.

Contacto: Continuum, 172 Founding Court, Brunswick Centre, London WC1N 1QE, Reino Unido, teléfono: 44-171-7137071, fax: 44-171-7137072.



Los oponentes de la hipótesis VIH=SIDA=muerte están ganando terreno dentro de las comunidades científica y médica, mientras que se siguen empleando millones de dólares en la investigación, el desarrollo y la comercialización de terapias farmacológicas como el AZT, del cual ya se ha comprobado que tiene efectos fatales.

Joan Shenton, una periodista médica inconformista y realizadora de documentales que han ganado premios británicos, ha estado siguiendo la pista de la controversia entre la ortodoxia del VIH/SIDA y sus detractores durante más de una década. Su libro, Positively False, constituye una relación de sus investigaciones en el campo de esta gran batalla que aún continúa.

La voz cantante de la disidencia es el microbiólogo Peter Duesberg, que se dio a conocer al gran público por primera vez en 1986 por su refutación de la hipótesis que sostiene que el VIH causa el SIDA. Su conclusión -que el VIH no son más que fragmentos genéticos inactivos que no pueden de ninguna manera provocar SIDA- al parecer está siendo justificada a medida que crece la lista de científicos que se van dando cuenta de que el VIH nunca ha sido aislado. Su creencia de que el SIDA es el resultado de un colapso del sistema inmune causado por una sobrecarga tóxica por abuso de drogas, «tratamientos» farmacológicos y por factores de coagulación impuros en transfusiones, ha sido rechazada vehementemente por los científicos y las compañías farmacéuticas con intereses creados en los fármacos anti-SIDA, en los equipos de test del VIH y en sus propios egos.

No sólo han habido investigaciones científicas prometedoras que han sido dadas de lado en nombre de los beneficios y la reputación, sino que además muchos miles de personas en el mundo occidental industrializado y en el Tercer Mundo han muerto debido a diagnósticos erróneos y prescripciones equivocadas.

Ruth Parnell.
Fuente: Nexus, volumen 5, número 6, octubre-noviembre 1998. Edición europea/Reino Unido.

Joan Shenton.

Contacto: Joan Shenton. Meditel Productions. 172 Founding Court. Brunswick Centre. London WC1N 1QE. Inglaterra. Teléfono: +44-171-833-4959. Fax: +44-171-278-2603. E-mail: 100043.2223@compuserve.com.

Artículo publicado en el número 53 de la revista «Medicina Holística». Edita: Asociación de Medicinas Complementarias.


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