Diario 16. Martes, 16 de septiembre de 1997.

La validez.

Los mal llamados «test del sida» son la pieza decisiva para que el invento «sida» persista y continúe cobrándose un mayor número de víctimas. El sida se terminaría fulminantemente si nadie más se hiciera las que deberían denominarse «pruebas para crear sida». Y si a nadie más se las hiciera, ya que, por desgracia, se están aplicando rutinariamente a todas las mujeres embarazadas, a todos los recién nacidos y a todos los donantes de sangre, con lo que se han creado tres nuevos grupos de riesgo dentro de la población general. La pseudociencia del sida es incoherente. Los test del sida siguen siendo tan solo un vudú científico-médico. El problema empieza cuando alguien tiene la desgracia de dar positivo en uno de los diferentes test que son presentados como fiables al cien por cien pero que en realidad son una chapuza total. Ningún test del sida ha sido correctamente comprobado. Tiene que prohibirse inmediatamente su aplicación y debe indemnizarse a quienes dieron positivo. Todas las personas a quienes se les ha colocado la etiqueta de seropositivo, en realidad son casos falso-positivos. Los seguidores de esta serie saben que sostengo que, apoyándome en los doctores Lanka y Papadopulos, el VIH no existe. 


¿Son fiables los test del SIDA?.

El calvario empieza cuando una persona da positivo en alguna de las diferentes pruebas, presentadas como fiables al cien por cien.

Lluís Botinas.Lluís Botinas/Barcelona.

El calvario del sida empieza cuando alguien tiene la desgracia de dar positivo en unos tests que son presentados como fiables al cien por cien pero que en realidad son una chapuza total. La persona más sana y santa del mundo puede dar positivo a los «test del sida», con lo que automáticamente recibe la etiqueta de «seropositivo», ve desaparecer todo su futuro y empieza a ser envenenada psicológica y médicamente.

Una persona que tenga alguna de las 29 enfermedades englobadas bajo la etiqueta sida se convierte instantáneamente en un «caso de sida», con todo lo que ello implica, si da positivo a los tests; si hubiese dado negativo, continuaría siendo tan sólo un enfermo de neumonía o de tuberculosis o de... Y resulta que, a escala individual, dar positivo o negativo es una cuestión totalmente del azar.

Es necesario abrir una investigación acerca de cómo funcionan estos tests. Y redactar su por ahora descdonocida historia: quiénes los crearon, cómo se patentaron, las peleas por los royalties generados, qué cambios han ido teniendo, cuáles fueron retirados, etc. Eso sí, han sido modificados o retirados sin avisar a quienes habían tenido la desgracia de dar positivo.

Al entender cómo funcionan, la conclusión es clara. Tiene que prohibirse inmediatamente su aplicación. Y debe indemnizarse a quienes dieron positivo.

Seropositivos falsos positivos.

Ningún «test del sida» ha sido correctamente comprobado, incluso dando por cierto que «el VIH existe» y que «VIH=sida».

Al empezar a explicarle las críticas a los mal llamados «tests del sida», el Decano de una Facultad de Biología me interrumpió: «Ya se sabe que no hay ningún test fiable al cien por cien. Lo son un 60 por 100, un 70 por 100, un 80 por 100, y se saca mayor beneficio de usarlos que de no usarlos».

Pregunté: «Si esto es tan claro para los biólogos, ¿como permitís que en las Facultades de Medicina se enseñe, los medios de comunicación transmitan, y la población en general -y quién va a buscar los resultados en particular- se crea, que los «test del sida» son cien por cien fiables?. No hubo ninguna respuesta...

Miquel Calzada, Mikimoto.El presentador Mikimoto tuvo el valor y la honestidad de entrevistarme el 2 de octubre de 1996 durante quince minutos en TV-3, acto que le costó su programa. Por primera vez tuve la posibilidad, ante cientos de miles de telespectadores, de iniciar una explicación totalmente distinta de eso llamado «sida». En particular, subrayé que los «tests del sida» no son en absoluto fiables.

Bonaventura Clotet.A los cinco días, Mikimoto se vio obligado a llevar al Dr. Clotet, número uno en Catalunya del sida oficial, a (en realidad, no) responder las preguntas y críticas que yo había formulado. Sobre los tests, dijo: «La prueba tiene una seguridad absoluta. Como todas las pruebas en Medicina, hay algunos casos que hay falsos positivos, y otros, falsos negativos. (...) Delante de duda, hay un test de prueba de laboratorio más especializada, más sofisticada, que confirma. (...) Pero que no hay duda de que los tests (...) son totalmente fiables siempre que estén hechos en centros de referencia, y aconsejados y llevados por médicos especializados».

Es decir: Seguridad absoluta, pero menos. ¿Cuántos resultados falsos hay?. La «técnica más sofisticada» es la PCR: ver capítulos X y XI para entender que la PCR no sirve para encontrar virus alguno, aunque exista realmente. ¿Cuáles son los «centros de referencia»?. Y, ¿cómo pueden los resultados de un «test de infección por un virus» depender de que el médico que lo pida sea o no especialista?

Sirva esto para invitar a investigar el pilar básico del «sida»: la supuesta total fiabilidad de los mal llamados «tests del sida».

Desde 1985, en efecto, lo que en el Estado español ata a una persona a la cadena «sida» de intoxicaciones mentales y medicamentos que lleva a la muerte si no se rompe con ella, es el dar positivo a las «pruebas del sida». 


Ningún test del SIDA es válido.

Estas pruebas no tienen base alguna y carecen de todo valor diagnóstico de «infección por VIH», virus que nunca ha sido aislado.

Lluís Botinas/Barcelona.

El razonamiento que sigue descalifica todos los «test del sida» hasta ahora utilizados, y ello aún aceptando que fuesen ciertas las hipótesis oficiales nunca demostradas según las cuales «el VIH existe» y «el VIH es la causa del sida».

Stefan Lanka.Los seguidores de esta serie saben que, apoyándome en los Drs. Lanka y Papadopulos, sostengo que el «VIH» o no existe o nuca ha sido aislado. En ambos casos se deduce lógicamente que los mal llamados «tests del sida» no tienen base alguna y carecen de todo valor diagnóstico de «infección por VIH».

Pero la pseudociencia del «sida» es tan incoherente que, incluso dando por ciertas ambas hipótesis, los «tests del sida» siguen siendo tan sólo vudú científico-médico... Veámoslo.

Para diagnosticar a una persona como «portadora del VIH», en los hospitales de todo el mundo se utilizan básicamente dos grandes grupos de pruebas. El primero está formado por los tests llamados indirectos debido a que no buscan el «VIH» sino a supuestos indicadores de su supuesta presencia en el cuerpo de la persona: son los llamados «tests de anticuerpos».

El segundo, por los denominados directos porque supuestamente detectarían el propio «VIH»: hoy en día se usa la técnica PCR.

Pero el problema con estos tests, y con cualesquiera otros que puedan estar siendo utilizados para determinados experimentos especiales o ensayos privados, es que no han sido validados.

¿En qué consiste la validación de un test para algo determinado, es este caso para indicar realmente la infección o no por el «VIH»?. Validarlo consiste en compararlo con lo llamado «gold standard» o «prueba-estándar», es decir, con la prueba de referencia que permita confirmar sin duda alguna que efectivamente el test cumple la función para la que ha sido diseñado; en este caso, para detectar la presencia o ausencia del «VIH». ¿Cuál sería entonces el «gold standard» adecuado?. Tan sólo puede ser el propio «VIH» ya que cualquier otro criterio distinto debería a su vez ser validado con el «VIH» mismo.

¿Qué tendría, pues, que haberse hecho?. Comprobar en un número significativo y concluyente de ocasiones que cada vez que el test que se está validando se aplica a una persona y da positivo, se logra aislar realmente de dicha persona el propio «VIH». Y, por el contrario, que cada vez que el test da negativo, no se consigue encontrar el «VIH» aunque se apliquen exactamente las mismas técnicas de detección que han permitido aislarlo en los casos que daban positivo.

Pues bien, resulta que ni para uno sólo de todos los «tests del sida» se han efectuado jamás esta verificación básica y decisiva, prerequisito para poderlo aplicar.

Al inicio, se evaluó el primer «test VIH» utilizándolo en dos grupos de personas que «se sabía» que eran o «seropositivas» las de un grupo o «seronegativas» las del otro, y «comprobando» que con las primeras el test daba un alto número de «positivos» mientras que con las segundas el test daba muchos «negativos».

Pero, ¿cómo «sabían» que las personas de cada grupo eran «seropositivas» o «seronegativas»?. Es sencillo: en ausencia de prueba-estándar, no lo sabían puesto que no podían saberlo. Se limitaron a suponer que las personas del primer grupo estaban «infectadas por el VIH» porque habían sido etiquetadas como «casos de sida» por criterios clínicos, y suponían que las del segundo grupo no estaban «infectadas por el VIH» porque estaban sanas. Pero ese razonamiento es acientífico. Y es insostenible desde el momento que se sabe que hay miles de «casos de sida sin VIH» y millones de «seropositivos» que se mantienen totalmente asintomáticos.

Los anteriores.

Y los test aparecidos posteriormente se han validado usando a los anteriores, aunque estos nunca habían sido correctamente validados. Esto lleva a la ridícula situación actual: la PCR-b-ADN usa la PCR-QC como falsa prueba-estándar; la PCR-QC usa la PCR normal como falsa prueba-estándar, la PCR normal usa los test de anticuerpos como falsa prueba-estándar. Pero no hay ni un sólo artículo científico publicado donde se demuestre que con alguno de estos test se ha usado al propio «VIH» como prueba-estándar, lo cual es lo único realmente válido.

Y esta burbuja hediente se sostiene, entre otras razones, porque se esconde que la supuesta validación de un test por otro en realidad siempre ha dado cifras de confirmación que varían entre un 30 por 100 y el 70 por 100, es decir, muy bajas, lo cual también descalifica a todos.

Luego todas las personas a quienes se les ha colocado la etiqueta de «seropositiva» en realidad son casos falso-positivos.


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