Diario 16. Martes, 8 de julio de 1997.

Editoriales.

Silencio, muerte y SIDA.

El mayor escándalo médico de fin de siglo amenaza con estallar bien pronto -y a Dios gracias-. Se trata de ese montaje macabro llamado SIDA. Desde hace tres meses, DIARIO 16 ha publicado las tesis y testimonios de los disidentes -científicos y médicos- tratando de que los oficialistas contestaran y se entablara así un debate que aclarase los múltiples interrogantes que pesan sobre la existencia del virus VIH, su presunta malignidad, la validez de los tests y la perniciosa calidad de las medicinas aplicadas a los supuestos enfermos.

Stefan Lanka.No ha habido la menor respuesta. Los oficialistas del SIDA, verdaderos mandarines de su oculta ciencia, no se han dignado responder a los disidentes. Publicamos una entrevista con el virólogo doctor Stefan Lanka que niega tajantemente la existencia del virus VIH. Nadie contestó.

Pedimos las pruebas sobre la existencia del maldito virus, ofrecimos incluso un premio de un millón de pesetas a quien enviara tales pruebas. Nadie contestó. Semana tras semana han aparecido en nuestras páginas expertos disidentes que, cada vez más claramente, califican al «invento SIDA» de montaje mortal. Aseguran que los supuestos enfermos seropositivos del supuesto VIH se mueren por otras razones y no por el inexistente virus. Y entre las razones de muerte más seguras citan precisamente las supuestas medicinas contra el SIDA -a las que acusan de ser mortales a medio plazo- y denuncian también como mortífera la incomprobada definición de que los seropositivos están condenados. Asegurarle a alguien la muerte inevitable es eficaz manera de aniquilarlo psíquica y físicamente.

En la entrevista que publicamos hoy, el disidente doctor español Enric Costa afirma que «por la naturaleza química y la toxicidad de los antiretrovirales (medicinas contra el VIH) que se utilizan, ninguna persona, por sana que esté, puede sobrevivir a medio plazo a su acción y efectos secundarios». Su conclusión es estremecedora: «Esta situación ha colocado a los ciudadanos seropositivos en un callejón sin salida: por un lado, les han informado que tenían un virus que tarde o temprano acabará por matarles y, por el otro, para retrasar el ataque final de ese virus, se les administra una medicación que tarde o temprano efectivamente les matará». Terrible.

Y los oficialistas, callados. Si es cierta la versión de los disidentes -cada vez más y cada vez más seguros- el «invento SIDA» puede ser el mayor escándalo de la medicina moderna en este siglo. Y las responsabilidades del establishment médico y de las autoridades sanitarias serían enormes. Hay vidas por medio. En Alemania van a pedir resposabilidades criminales por inacción política; por dejar hacer y que sigan las muertes en silencio. Aquí puede ocurrir igual. Si los oficialistas no contestan, la Administración debe intervenir y parar una operación que mata masivamente. Ojo los Poncios, que la justicia también les puede llegar a sus manos limpias. 


¿Transmisión sexual?.

El doctor Enric Costa es médico especialista en Medicina Interna y Neurología, aunque hace dieciséis años que practica exclusivamente la Medicina Natural. En 1993 publicó el libro «Sida, juicio a un virus inocente», el primero (¿y único?) escrito en España con un enfoque radicalmente distinto del oficial. Tiene el mérito añadido de que cuando lo escribió, el doctor Costa ignoraba que existe una corriente internacional de más de quinientos científicos (entre ellos, dos Premios Nobel, los doctores Mullis y Gilbert, y tres miembros de la Academia Americana de Ciencias, los doctores Duesberg, Rubin y Lang) que rechazan frontalmente la hipótesis nunca demostrada VIH=SIDA. El Colegio de Médicos de Valencia le abrió un expediente disciplinario porque su Consejo Deontológico consideró que las conclusiones de este trabajo de investigación constituían un peligro para la salud pública. En realidad, lo único que hizo fue utilizar los datos obtenidos en hospitales de la comarca e interpretarlos a la luz de su propia experiencia con personas etiquetadas, de sus conocimientos de Medicina Natural y, como el propio doctor Costa subraya, del sentido común. Las conclusiones a las que llega las puede entender fácilmente cualquiera. Sin embargo, recibió una serie de llamadas amenazadoras para su integridad física que le decidieron a cerrar la consulta y tomarse un largo periodo sabático. Es lógico por múltiples motivos el llamamiento que hace a sus colegas médicos y científicos a que estudien los numerosos argumentos críticos existentes sobre el sida y que obren después razonablemente. Así sea. 


Enric Costa. Médico especialista en Medicina Interna y Neurología.

«El sida no es un fenómeno infeccioso».
El autor de «Sida, juicio a un virus inocente» afirma que el «famoso VIH o es totalmente inofensivo o no existe» y que «lo que se ha llamado sida no se puede contagiar por sexo ni por sangre».

Lluís Botinas.Lluís Botinas/Barcelona.

Diario 16. ¿En que consistió la investigación y a qué conclusiones llegó?.

Enric Costa. Es un trabajo simple de recogida de datos clínicos a través de cinco años, de mil novecientos ochenta y siete a mil novecienos noventa y uno, sobre enfermos presuntamente muertos por el VIH. Se demuestra claramente que lo que se ha llamado sida no es un fenómeno infeccioso y, por tanto, no se puede contagiar ni por sexo ni por sangre. El sida es un fenómeno de acumulación de tóxicos, es consecuencia de la intoxicación crónica motivada básicamente por drogas y medicamentos químicos y tóxicos. Por otra parte, el famoso VIH o es totalmente inofensivo o no existe. En este sentido puedo decir que llevo más de quince años interesado en el tema y todavía no he visto prueba científica de la existencia de ese virus.

¿Qué hechos le hicieron pensar que no se trataba de un virus infeccioso?.

En los años ochenta dirigía una consulta de medicina general a la que acudieron los para mí primeros ciudadanos identificados con la «nueva enfermedad infecciosa». Por entonces sólo disponía de la información oficial difundida por los media. Llamó poderosamente mi atención que los primeros dieciocho casos de seropositivos que se presentaron tenían pareja estable, como mínimo desde dos años antes de hacerse la prueba, y en algunos casos desde ocho, doce y hasta dieciocho años. Sin embargo, estos seropositivos no habían contagiado ni a su pareja estable ni a los hijos en común. Si este virus se contagia por el sexo... ¿cómo se podían explicar estos casos?

¿Hay pruebas comprobables de esas parejas estables que no se contagiaron después de años de relación sexual?.

El miedo a la marginación dificulta que las personas afectadas den su testimonio públicamente. Pero afortunadamente todos los médicos y organizaciones disidentes conocemos algunas que estarían dispuestas a publicar su caso. De todas formas, cada lector ya dispone de información que prueba que el VIH no se contagia a través del sexo. Rock Hudson fue el primer personaje famoso que fue sacado a la palestra: la prensa nos reveló que su novio y compañero sexual de sus últimos años no estaba infectado. Antony Perkins murió supuestamente por un virus que no logró contagiar a su mujer ni a sus hijos. Tampoco lo consiguió Arhur Ashe, el famoso tenista que engendró a su hija siendo seropositivo, y ni su esposa ni su hija lo son. Magic Johnson tampoco contagió a su señora después de cuatro años de matrimonio, y su hijo también está limpio, etcétera. Como puede ver el lector, conoce también casos en los que no se ha producido contagio, y son precisamente los primeros casos públicos y famosos. En mi experiencia personal de todos estos años, el que uno sea seropositivo y el otro no -situación inexplicable desde la versión oficial- se da en el noventa por ciento de las parejas a las que he tenido acceso.

Rock Hudson.Arthur Ashe.Earvin Magic Johnson.

Si no es un virus, ¿de qué ha muerto tanta gente?.

Básicamente por intoxicación; pero, atención, tanto a nivel físico-químico como a nivel psicológico. Se ha producido un efecto vudú colectivo sobre la población de afectados, diciéndoles desde todas partes que tenían un virus que tarde o temprano, pero sin remedio, les mataría. Y además eso se ha convertido en una verdad dogmática que no permite a la persona afectada disponer de otro tipo de información. Esto, sumado a la marginación y desprecio de su propio hábitat social, produce en el «marcado» una desmoralización y un terror que son suficientes para destruir la vitalidad de cualquiera.

Por otra parte, los mismos técnicos oficiales admiten que en el Estado español el mayor porcentaje de sida se da entre población adicta a drogas intravenosas. Estas personas están altamente intoxicadas por las sustancias que se inyectan en las venas durante años. El resto de población afectada está formado por ciudadanos farmacodependientes, es decir, personas que, por una razón u otra, han tenido que consumir grandes cantidades de antibióticos, corticoides, quimioterápicos, etcétera.

Varios científicos y médicos han afirmado que la medicación que se aplica destruye el sistema inmunitario. ¿Es usted de la misma opinión?.

Este es el tema más delicado de todo este asunto, puesto que produce una gran sensación de escándalo en los ciudadanos y encoleriza a los técnicos oficiales que han creado y llevado todo este asunto desde el principio, y claman para que el poder político castigue a los médicos disidentes por nuestras opiniones. Pero no son opiniones. Los científicos no podemos hacernos opiniones sobre la realidad, como los moralistas. Nosotros sólo podemos constatar la realidad con datos y pruebas contrastables por todos los demás científicos. Finalmente la realidad nos gustará más o menos, pero nuestra opinión no cambiará para nada esa realidad. (La ciencia del Renacimiento opinaba, por razones de tipo político y religioso, que el Sol giraba en torno a la Tierra y no admitía disidentes. Uno de los investigadores presentó unos datos que contradecían la doctrina imperante; le obligaron a dar una opinión contraria a sus propios datos, y Galileo Galilei, obligado, así lo hizo. Pero eso no cambió la realidad de que el Sol es el centro del sistema solar). Todos los investigadores que han dicho que la medicación que se administra a los seropositivos destruye el sistema inmunitario y produce la muerte, no han dado una opinión sino que han constatado una realidad que no admite excepción. Por la naturaleza química y la toxicidad de los antirretrovirales que se utilizan, ninguna persona, por sana que esté, puede sobrevivir a medio plazo a su acción y efectos secundarios. Esta situación ha colocado a los ciudadanos seropositivos en un callejón sin salida. Por un lado, les han informado que tenían un virus que tarde o temprano acabará por matarles, y por el otro, para retrasar el ataque final de ese virus, se les administra una medicación que tarde o temprano efectivamente les matará. Por eso el enfermo muere y entonces se opina que «sin duda le ha matado el virus del sida».

Esas afirmaciones son muy graves. ¿Tienen pruebas los científicos disidentes?.

La prueba de que todo esto es verdad son los propios seropositivos que no han muerto después de más de diez o quince años. Los supervivientes de larga duración son seropositivos que no toman la medicación oficial. Aunque hace diez años o más les dijeron que tenían un virus que les mataría en dos o tres años, ha pasado el tiempo y, llevando una vida más o menos sana y exenta de tóxicos, siguen vivos y sanos, obligando a los técnicos oficiales a añadir años al supuesto «periodo de latencia» del virus. Pero también en esta ocasión el lector puede disponer de casos que son de dominio público. Presten atención: Magic Johnson es el único de todos aquellos famosos que no fueron presentados por los media que sigue sano, vivo y fuerte. ¿Saben por qué?. Porque rechazó la medicación al principio, por notar que le sentaba fatal. Todos los demás tomaron la medicación y han muerto. Lástima que recientemente se ha dejado atrapar por el propio doctor Ho y el marketing de sus cócteles venenosos. Mucho me temo que ni su atlética constitución ni su fe en Dios le podrán proteger de los inevitables efectos destructivos a medio plazo.

El doctor Jordi Riba, que es un seropositivo con más de diez años de diagnóstico, afirmó en un programa del periodista Angel Casas que no tomaba el AZT-Retrovir. Pero no tuvo ningún reparo en aconsejar al resto de seropositivos que ellos sí lo consumieran. Él sigue vivo, pero ¿y los que han seguido su medicinal consejo?.

Si todo esto está tan claro y es comprobable públicamente, ¿por qué la clase médica no reacciona, por qué son tan escasos los médicos disidentes?.

Hace unos años éramos aún más escasos. Pero su pregunta tiene una respuesta que guarda relación con la manera de funcionar de la estructura médica moderna. En la actualidad, la inmensa mayoría de profesionales de la medicina son especialistas, es decir, trabajan en ramas de la medicina como ginecología, nefrología, neurología... muy apartadas de otras especialidades como la virología, y más apartadas aun de una superespecialidad como es la retrovirología. Esta tremenda separación motiva que un cardiólogo, un dermatólogo, un digestólogo... tenga la misma información sobre el sida que cualquier otro ciudadano normal, es decir, la información oficial que se ha divulgado tanto en todos los medios de comunicación. Como es normal, la inmensa mayoría de médicos ha confiado en estos retrovirólogos superespecialistas, y hasta el día de hoy no se han planteado el tema porque confían que están en buenas manos. Por otra parte, los superespecialistas que han creado esta alucinación han sacado pingües beneficios de las patentes de su «descubrimiento» y gritan que se castigue a los aun pocos científicos y médicos que, por una razón u otra, han prestado atención al tema y han descubierto este gran fraude. Desde aquí pido por favor a mis colegas médicos, clínicos, universitarios e investigadores que presten atención al tema sida, que estudien los argumentos de los disidentes y que obren después razonablemente.

¿Cuál ha sido su experiencia con las asociaciones y comités oficiales antisida?.

Naturalmente, fui a visitar varias asociaciones oficiales de ciudadanos seropositivos y me encontré con que están formados por dos tipos distintos de personas. Por un lado, cantidad de ciudadanos que han sido diagnosticados como seropositivos y que acuden a estos centros en busca de ayuda e información. Asisten a sus reuniones con verdadero interés, preocupados por su «nueva enfermedad», y se aplican los tratamientos que recomiendan los directores, monitores y médicos que dirigen estos centros. Estos profesionales y algunos seropositivos carismáticos son los encargados de diseñar la información y el tratamiento, que son exclusivamente los oficiales.

Por otra parte, todos los profesionales que se ocupan del tema oficial deben su empleo de reciente creación a la gran cantidad de inversiones y donativos tanto estatales como privados. Asisten a congresos y reuniones informativas en hoteles de lujo patrocinadas por las multinacionales farmacéuticas y gozan de un estatus profesional que no hubieran alcanzado de no ser por el sida. De ahí nace el desinterés, e incluso la animadversión, de estos profesionales por toda otra versión científica disidente que pusiera en peligro su brillante carrera profesional y económica. Significaría un gran avance en la lucha por acabar rápidamente con el sida que estos comités se abriesen a los planteamientos críticos y organizasen debates lo más intesos y plurales posibles.


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