Diario 16. Martes, 6 de mayo de 1997.

En las tres semanas que hace que DIARIO 16 abrió formalmente el debate sida no ha llegado ninguna carta, fax, llamada, etcétera, defendiendo las posiciones oficiales. En particular, nadie ha roto una lanza por el doctor Gallo, por lo que confiamos que no se le seguirán ofreciendo inauguraciones de congresos ni papeles estelares en cursos, cosa que, desgraciadamente, y para vergüenza o ignorancia de los organizadores, venía ocurriendo regularmente en España. ¿Cuántas semanas harán falta para que la presión social, en particular de las personas directamente afectadas, logre que los portavoces oficialistas participen en el debate que pedimos? Las declaraciones recogidas en DIARIO 16 del 24 de abril del 1997 de asistentes al Tercer Encuentro de Virología, recientemente celebrado en Segovia, permiten una serie de precisiones que ayudan a situar las claves del debate. 


SIDA: ¿Con o sin VIH?.
Se afirma que el VIH ha sido aislado de pacientes infectados, pero no se aportan pruebas.

La disidencia piensa que esto es debido a que en realidad no han aislado virus alguno.

Lluís Botinas.Lluís Botinas/Barcelona.-El hecho de que DIARIO 16 esté impulsando el debate ha provocado que la situación en torno al «fenómeno sida» comience a cambiar. En efecto, es decisivo que se empiece a reconocer que los verdaderos problemas de «eso» llamado sida son que:

  1. El VIH no existe;
  2. En consecuencia, los tests no tienen validez alguna y deben ser prohibidos;
  3. Los tratamientos supuestamente preventivos son mortales a medio plazo y deben ser prohibidos;
  4. Los tratamientos supuestamente preventivos son mortales a medio plazo y deben ser prohibidos;
  5. Nadie tiene por qué seguir falleciendo con la etiqueta «muerto de sida» puesta encima (incluso terminales se pueden recuperar), y
  6. Sería muy fácil acabar con el sida... si esto es lo que realmente se quisiera. La presencia de alguien que tenga estos puntos bien asimilados y que formule una pregunta, una observación, una recomendación, etcétera, adecuada, trastoca la situación que sea.
En próximas ocasiones pondremos el ejemplo de una reunión de personas etiquetadas o el de una rueda de prensa oficialista. Pero hoy tomamos el de un congreso, de entre los muchos que tienen lugar cada año (¿quién los financia?) El celebrado en Segovia los días 25 y 26 de abril de 1997.

La presencia de periodistas de Diario 16 hizo que algunos asistentes tuviesen que pronunciarse. Sus comentarios y respuestas son ilustrativos. El doctor Julio Montaner, director del Programa de Investigación de Sida del Hospital Saint Paul, de Vancouver, Canadá, fue quien más habló.

De ningún modo se puede decir que el doctor Julio Montaner aceptase debate alguno, ya que dijo que los disidentes que «están locos», «dicen tonterías» y «no entienden, porque no saben», y concluyó rechazándolo explícitamente porque «para nosostros, este tema está terminado, por eso no le hacemos más caso. La discusión se acabó. Estamos todos convencidos».

A precisar que en realidad nunca han hecho caso, por lo que nunca ha habido debate alguno. Se han autoconvencido ellos solos, y no como resultado de una clarificación sistemática.

Luc Montagnier.A nuestro conocimiento, hasta el momento presente sólo ha habido dos confrontaciones serias. La primera fue organizada por disidentes y tuvo lugar en Amsterdam a mediados de mayo de 1992 con asistencia del doctor Montagnier y varios oficialistas más. La segunda, por neutrales en San Francisco en junio de 1994, en el cuadro de la AAAS (Asociación Americana para el Avance de la Ciencia). Disponemos, en inglés, de los textos de la primera y de las cintas de la segunda. Y las ponemos a disposición de todo científico, médico, colegio, jurado, tribunal, etcétera, para que valore qué bando argumentó mejor, respondió o no a las críticas del otro, etcétera. Hablar como si se tratase de «reabrir» el debate es una manipulación (probablemente defensiva e inconsciente), puesto que hasta ahora nunca ha habido un debate.

Pero en la medida que el doctor Montaner tuvo que decir algo sobre los dos temas claves: la supuesta existencia del VIH y la supuesta causalidad del sida por el VIH, lo que dijo permite responderle, aunque no lo desee.

Detalles técnicos.

Sobre la existencia del VIH dijo: «El virus se ha aislado de pacientes infectados. El virus se ha cultivado de la sangre de estos enfermos, del semen, de los líquidos orgánicos; se lo hace crecer y se lo puede pasar a otro individuo. Incluso tenemos técnicos de laboratorio que se han pinchado con este material y han quedado infectados (...). Podemos dar pruebas clínicas, epidemiológicas, inmunológicas y virológicas sobre su existencia».

Stefan Lanka.Pruebas es lo único que pedimos. Si tantas hay, ¿por qué esta resistencia a presentarlas? Pero precisemos: las pruebas de la existencia de un virus sólo pueden ser virológicas, es decir, según los cánones que marca la virología. Todas las otras que el doctor Montaner ofrece generosamente para un futuro indefinido podrían en todo caso servir para completar o reforzar las pruebas virológicas, pero no pueden sustituirlas. Son las que el doctor Lanka explicaba en su entrevista (Diario 16, 3 de abril de 1997) y que están contenidas en las bases del premio convocado (Diario 16, 15 de abril de 1997) y que se entregará justamente a quien presente dichas pruebas virológicas. Se pueden resumir diciendo que para todo virus realmente existente se han cumplido cuatro requisitos antes de anunciar su hallazgo:

  1. Presentar las cuatro fotografías preceptivas: del virus en el interior de células, del virus sin absolutamente nada más en la foto, de las proteínas de la envoltura del virus y del ácido nucleico del virus.
  2. Caracterizar tanto las proteínas como el ácido nucleico enteros, y para ello secuenciarlos.
  3. Realizar los también preceptivos múltiples ensayos de control.
  4. Publicar en revistas científicas adecuadas los resultados que se van obteniendo así como las condiciones en que se efectúan los experimentos, a fin de que otros equipos científicos puedan reproducirlos y verificar si son o no son correctos.
Para el caso de esos afectados de laboratorio llamados «retrovirus», en una reunión celebrada en 1973 en el Instituto Pasteur, se acordaron siete condiciones menos exigentes.

Robert Gallo.Nada de esto se había cumplido antes de que el doctor Gallo inaugurase la época de la ciencia a base de conferencias de prensa lanzando en 1984 al mundo la noticia de que había aislado la causa del sida: el «retrovirus» VIH. Y tampoco se ha cumplido luego. Los artículos del doctor Lanka, por un lado, y de la doctora Papadopulos y su equipo autraliano, por otro, lo demuestran exhaustivamente.

Mientras aparecen estas pruebas virológicas preceptivas, expreso mi convencimiento de que los oficialistas están persuadidos de lo que también el doctor Montaner afirma: de que realizan unos experimentos en sus laboratorios que interpretan como que realmente les permiten «aislar, multiplicar y transmitir el VIH». Sólo hay una forma de aclarar qué hacen en realidad. Es precisamente entrar en los detalles de las sofisticadas técnicas de cultivo, aislamiento, clonación, hibridación, PCR, etcétera, que aplican siguiendo las instrucciones de los «maestros y manuales de retrovirología», y de los folletos de instrucciones de los fabricantes de aparatos, (casi) todos ellos estadounidenses.

Estas técnicas son sofisticadas, pero esto no significa nada. Tienen unas importantes limitaciones intrínsecas que es preciso conocer para no equivocarse. Además, pueden ser utilizadas de manera interesada para obtener determinados resultados y no otros, con la diferencia de fama y dinero que ello comporta. Y, para colmo, los resultados son abracadabrantes si se analizan con una serie de presupuestos erróneos (ver algunos más adelante). El resultado es que en realidad no aislan ni multiplican ni transmiten virus alguno, sino que interpretan como tal indicios de segundo o tercer o cuarto orden, como por ejemplo, «detección de actividad de transcriptasa inversa», «medidas sucesivas de la carga viral», «desaparición de linfocitos T4», etcétera. 


Frente a la literatura oficial.

Las publicaciones oficialistas acerca del tema sida invadieron las librerías especializadas desde el primer momento, pero con el tiempo no tardaron en alzarse las voces disidentes que se oponían a aceptar el diagnóstico del sida o la seropositividad como una sentencia de muerte. La lectura de publicaciones, libros o revistas que se oponen a la versión comúnmente aceptada en torno al síndrome de inmunodeficiencia adquirida es algo de importancia decisiva para obtener una visión objetiva, y no sesgada, de un problema que afecta a millones de personas en todo el mundo. En Roger venció al sida, publicado en España en 1993, el investigador norteamericano Bob Owen lanzaba un mensaje de esperanza frente a la creciente ola de pánico que invade la sociedad ante esta enfermedad de la que tantos aseguran que es mortal. La obra narra la historia de Roger Cochran, un hombre que se recuperó del sida por negarse a aceptar la versión de todos aquellos médicos que suscriben la versión imperante sobre esta enfermedad. En Roger venció al sida, el autor reivindica también que las distintas versiones y controversias que se dan en torno al síndrome sean puestas en conocimiento del grueso de la sociedad. 


La relación SIDA-VIH: un razonamiento circular.
El argumento de los médicos oficialistas se sostiene tan sólo sobre unos tests que no tienen validez alguna.

Barcelona/Lluís Botinas.-Sobre que el VIH causa el sida, el doctor Montaner dijo que «sólo enferman de sida los que tienen el VIH». Esta afirmación se halla reforzada luego así: «En dos grupos distintos de pacientes con los mismos hábitos de drogadicción, los que tenían VIH enfermaban y los que no tenían el virus, no. También en dos grupos distintos de homosexuales con el mismo tipo de prácticas sexuales, los que tenían VIH enfermaban y los que no lo tenían podían seguir teniendo contactos sexuales pero no se enfermarían».

Esto es un falso argumento usado a menudo por los oficialistas. Repiten con distintas palabras lo que es la propia definición de «caso de sida». En efecto, sólo será un «caso de sida» aquel enfermo que cumple la condición de dar positivo a los tests cuyo resultado positivo es interpretado como que indica infección por el supuesto VIH. Luego, por definición, sólo aquellas personas consideradas «infectadas por el VIH» podrán «enfermar de sida», es decir, serán etiquetadas como «sida» si les aparece, por ejemplo, una tuberculosis. Luego, por definición, el ciento por ciento de los «casos de sida» tienen que estar, segun las reglas de juego oficiales, necesariamente «infectados por el VIH». El argumento dado es un razonamiento circular, y no tiene validez alguna.

Pero el montaje del sida es tan burdo que los propios oficialistas rompen con sus reglas de juego cuando les interesa. El doctor Montaner parece ignorar dos cosas al respecto. Primero, que la mayoría de «casos de sida» del mundo han sido considerados así sin haberles hecho test alguno, por lo que no se les puede considerar «infectados por el VIH». Segundo, para mantener la trampa tautológica de que «sólo enferman de sida lo que tienen el VIH» han hecho otra maniobra aún más escandalosa. Durante varias Conferencias Internacionales de Sida oficiales, los congresistas expusieron que tenían casos de sida que, sin embargo, no daban positivo a los test, por lo que, según su propia creencia de los tests, no estaban infectados por el VIH. ¿Cómo se tapó el problema?. Sencillamente, inventando un nuevo nombre para estos miles de enfermos. Pasaron a ser etiquetados como víctimas de un «Síndrome de Linfocitopenia Idiopática», lo cual significa «conjunto de síntomas debidos a una escasez, de origen desconocido, de linfocitos».

Pero, además, ¿en qué se basa el doctor Montaner para poder afirmar que unos (los que evolucionan mal) «sí tienen el VIH» y otros (los que evolucionan bien) «no tienen el VIH»? Exclusivamente en su fe en que los mal llamados «tests del sida» son absolutamente fiables. En realidad, ni el test Elisa ni el Western Blot sirven para diagnosticar infección alguna, y menos con un virus que no existe. Pero sí sirven para dictar una sentencia de muerte contra la persona que tiene la mala suerte de dar positivo. Y este vudú científico-médico explica la diferente evolución que siguen personas con los mismos hábitos de vida según hayan dado negativo (lo que el doctor Montaner llama «no tener el VIH») o positivo (lo que interpreta como «sí tener el VIH»). Las primeras seguirán practicando sus hábitos y vivirán, mientras que las segundas entrarán en una dinámica de mal tratamiento social y médico que les generará inmunosupresión y enfermedades, y fallecerán probablemente antes y con la etiqueta de «muerto de sida» puesta encima. 


Centers Disease Control (CDC).Todo estudioso imparcial pero exigente del fenómeno sida empieza a detectar una serie de incoherencias, contradicciones, conductas ilógicas, preguntas jamás respondidas, etcétera, que le llenan de sorpresa. Inicialmente se interpretan como errores. Y surgen cuestiones del tipo: ¿Cómo es posible que esto ocurra? ¿Es que no se dan cuenta los especialistas del sida? Si se indaga, se comprende que justamente «los especialistas del sida» españoles son los peor situados para ver sus propias debilidades. Porque están desbordados por el trabajo diario. Pero, sobre todo, porque están presionados por los giros, instituciones, nuevos medicamentos, avalancha de artículos, congresos, etcétera, provenientes de los EEUU y dirigidos por los CDC de Atlanta y las multinacionales farmacéuticas. Y empieza a perfilarse que quizá los errores no sean tales... 
Los errores de la pseudociencia del SIDA.
Las equivocaciones que, cometidas en la investigación sobre el sida, ponen en duda las conclusiones de los oficialistas.

Barcelona/Lluís Botinas.-He aquí brevemente enunciados algunos de los fallos más importantes que subyacen en la pseudociencia del sida, así como un interrogante final.

Todo esto hace surgir una pregunta: ¿Es posible que esta suma de errores sea un error?. El virólogo alemán doctor Lanka responde: «El único error en el sida es pensar que el sida es un error». 
Unos fallos más que peligrosos.

Toda la investigación básica sobre el VIH llevada a cabo por el doctor Gallo y el resto de los oficialistas no es sino un subproducto de los experimentos realizados por los retrovirus con unas líneas de células enfermas anormales sometidas a unas condiciones estresantes también anormales. Lo que ocurre ahí no tiene nada que ver con lo que acontece en un cuerpo humano, por enfermo y deteriorado que pueda estar. Extrapolar resultados es una irresponsabilidad gravísima. El entierro del VIH significará el entierro de toda la retrovirología.

A esto se suma que ni los tests indirectos de anticuerpos (Elisa, Western Blot,...) ni los presentados como directos (PCR, p24,...) tienen fiabilidad alguna. Y no sólo porque no pueden encontrar nada relacionado con un virus que no existe. Aún aceptando hipotéticamente que el VIH exista, todos estos test no son válidos. Sin embargo, están siendo fraudulentamente presentados como «absolutamente fiables».

Para colmo, los cócteles de moda, presentados como antivirales, son tendencialmente mortales a medio plazo, y sólo pueden ser beneficiosos temporalmente si la propaganda que los promociona despierta en la persona etiquetada las esperanzas de vivir y pone en marcha su sistema autocurativo, del que todos disponemos aunque los hospitales lo ignoren.


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