MENSAJE DE «BARCELONA-98».
¿«TECNOLOGÍA GÉNICA», CÁNCER, «SIDA»?.
¡REGENERAR EL CONOCIMIENTO,
DESACTIVAR LOS PELIGROS!.

Deben ser consideradas críticamente las afirmaciones de gran parte de la industria farmacéutica según las cuales la actual y futura «tecnología génica», aplicada a las «Ciencias de la vida» (como dicha industria llama pomposa y engañosamente a las investigaciones que ella misma realiza), es capaz de detectar qué «gen» es el causante de una enfermedad, dónde está situado y cómo actuar reparándolo. Y de que, además, la «tecnología génica» también puede solucionar el problema del hambre en el mundo. Hace ya mucho tiempo que están superadas las premisas que sirven de base a esta forma de pensar sobre la naturaleza de la vida y, en particular, de la genética. Y se infieren unos peligros muy graves para el ser humano y para todo el medio ambiente cuando se ignoran las leyes de la evolución y se destruyen los fundamentos de la vida con masivos ataques con sustancias bioactivas.

Uno de los errores básicos del pensamiento de la «tecnología génica» es considerar que en los dobles filamentos con el material genético ADN -es decir, en los cromosomas del núcleo celular- están contenidas toda la información y toda la programación a partir de las cuales se desarrolla y se mantiene la vida. Esto no es así. La célula viva, expresando los principios de la autoorganización, utiliza todos y cada uno de los trozos de material genético que le sirven para sí misma y que le son necesarios, en las condiciones existentes en cada momento, para la formación de determinadas proteínas y biocatalizadores que precisa.

Otro error es considerar que el lenguaje del material genético -es decir, cómo es leída la sucesión específica de las cuatro letras genéticas A, G, T y C- es igual en todos los seres vivos. Hoy en día se sabe que su lectura es altamente distinta de un ser a otro, e incluso en un único y mismo organismo. Y sobre todo se sabe que, a todos los niveles de la transcripción de la información genética en proteínas, hay más excepciones que reglas, en contra de lo que anteriormente se postulaba. Además, hoy en día ya no hay nadie que esté en condiciones de definir lo que es un «gen», porque el mismo material genético, según el contexto, puede ser utilizado de formas diferentes, e incluso puede no ser usado en absoluto. Por lo tanto, la «tecnología génica» tampoco es ninguna técnica en el sentido de la palabra técnica, sino un caro intento de simular que algo funciona bien gracias a lo que no es sino suma de casualidades, de errores y de cribas sesgadas de datos y resultados. La comparación con buscar una aguja en un pajar no es exagerada, como lo prueban las siguientes explicaciones.

El modelo simplista de una genética estática que debe seguir unas determinadas leyes lineales (sobre todo, ADN->ARN->proteína) se remonta, entre otros, a Gregor Mendel, quien, de las observaciones que efectuó en sus ensayos con cultivos, sólo hizo públicas las que se adecuaban a su modelo de una genética estática. Que la mayoría de las observaciones no puedan explicarse mediante este modelo lineal sino con dinámicas multifactoriales, no impide que la «tecnología génica» afirme que los en realidad complejos desarrollos lleguen a producir, por un lado, enfermedades crónicas (cáncer,...) o, por otro, inteligencia, belleza y resistencia, debido a un determinado «gen» que dice poder identificar exactamente. Más aún, sostiene que puede actuar de forma específica sobre dicho «gen» y sustituirlo por otro que presenta como no-alterado e incluso como mejor.

La realidad es completamente distinta y estremecedora: no es posible introducir trozos de material genético específico en una zona determinada del material genético cromosómico, y aún es menos posible eliminar y remplazar un sector definido por los propios «especialistas» como perjudicial. Los filamentos del material genético nuclear -y esto es tan sólo un motivo- son demasiado largos y frágiles como para que sea posible hacer análisis y manipulaciones manteniéndose intactos. El material genético manipulado introducido no puede ir a situarse en un lugar predeterminado considerado el adecuado, sino que realmente acaba en cualquier imprevisible lugar del cromosoma; así destruye este lugar, y también otros distantes del contexto genético interrelacionado, e incluso toda la estructura cromosómica.

Observaciones -que no llegan a los medios de comunicación- de la investigación internacional muestran que, en contra de lo que afirman las llamadas «Ciencias de la vida», el material genético manipulado en realidad está siendo diseminado de forma incontrolada por todas partes -pudiendo trastocar el ecosistema, etc.- y sin tener en consideración las posibles consecuencias. Tal manipulación del material genético debe ser inmediatamente prohibida. Porque resulta que la catástrofe ya está ocurriendo. El material genético manipulado manejado experimentalmente como «terapia génica» en pacientes de cáncer que, debido al miedo a la muerte, han sido convertidos en cobayas voluntarios, ya ha sido localizado en las células germinales, es decir, en las células reproductoras a partir de las que surge la vida.

En este caso, los legisladores no han sido tan rápidos como las pretendidas «Ciencias de la vida», puesto que en todo el mundo está prohibida la introducción de ADN manipulado en las células seminales humanas. Y ello con razón, ya que no pueden preverse las consecuencias sobre las nuevas vidas que se formen ni sobre las generaciones posteriores, y, sobre todo, resulta que los daños que ocurran son irreparables. Además, con esta forma de actuar se ha degradado la dignidad humana.

Una de las promesas de la «tecnología génica» es que va a solucionar el problema del cáncer. Ya hace mucho tiempo que oficialmente se afirma que alteraciones genéticas, las llamadas mutaciones, son responsables de la aparición del cáncer, y ello a pesar de que se sabe que varios tipos de células jamás desarrollan cáncer aunque estén expuestas al mismo riesgo de tener mutaciones, bien de forma casual o por irradiación o por sustancias cancerígenas. Determinados conmutadores genéticos o incluso «genes del cáncer» serían, por sí solos o conjuntamente, responsables de la aparición del cáncer, lo cual lleva a creer en otras escuelas de pensamiento de la investigación farmacológica sobre el cáncer que ya ofrecen métodos para detectar «con seguridad» tales o cuales genes productores de cáncer. En la «guerra contra el cáncer» decretada en 1971 por el presidente Nixon, incluso llegó a decirse que el cáncer era desencadenado por unos virus recién postulados, los «retrovirus», que tan sólo fueron presentados de forma indirecta. A consecuencia de ello se desarrollaron sustancias químicas (nucleósidos análogos: AZT,...) con la misma estructura que las letras genéticas A, G, T y C, de forma que cuando el material genético ADN debe duplicarse en el momento de la división celular, al colocarse una letra química se interrumpa el proceso de síntesis del nuevo ADN y se provoquen así mutaciones, de manera que se cumpliesen fuese como fuese las esperanzas de los primeros «técnicos génicos» en los «retrovirus».

La idea de «retrovirus» como virus productores del cáncer desapareció (aunque, sin embargo, la quimioterapia permanece), pero lamentablemente el modelo de «retrovirus» resurgió en el cuadro del «SIDA» en forma de «VIH». Con la particularidad de que, en este caso, el supuesto «VIH» no solo multiplicaría células produciendo cáncer (sarcoma de Kaposi,...) sino también, y al mismo tiempo, destruiría determinadas células («linfocitos T4», linfocitos T u otras) de forma y manera aún no conocidas.

Hasta hoy las autodenominadas «Ciencias de la vida» han ignorado que el cáncer es básicamente un problema de formación de energía. Cuando la célula ya no puede utilizar oxígeno o cuando el oxígeno no puede entrar en la célula, ésta sólo podrá obtener la energía que necesita de la manera en que lo hacía en etapas anteriores de la evolución; concretamente, mediante fermentación, cuyo rendimiento energético, sin embargo, es tan pequeño que no basta para mantener la vida pluricelular. Esta regresión celular es la única característica común a todos los tipos de cáncer, y ha sido pasada por alto de una manera totalmente consciente porque los agregados energéticos que utilizan oxígeno, los pulmones de nuestras células, es decir, las mitocondrias, que viven por centenares o miles en cada una de nuestras células en una estrecha (endo)simbiosis, en realidad son bacterias. Estas bacterias, que tienen material genético propio, constituyen nuestro segundo genoma pero, debido a la fijación que las autoproclamadas «Ciencias de la vida» tienen en el núcleo celular, no han sido percibidas en su verdadero significado.

¿Y por qué nuestras mitocondrias, estas bacterias internas a nuestras células, no serían dañadas por los antibióticos que actúan directamente en el interior de la célula y que han sido concebidos precisamente contra las bacterias? ¿Ni, sobre todo, por los antibióticos que inhiben la formación de ácido fólico, el cual es imprescindible para la formación de la letra genética T, sin la cual no se podrá constituir ADN? A estas preguntas no responden las supuestas «Ciencias de la vida». Por ejemplo, el Bactrim, el más potente de los antibióticos, es una mezcla de dos quimioterápicos e inhibe la formación del ácido fólico de forma igualmente doble, y debe administrarse como máximo diez días porque de lo contrario puede dar lugar a destrucciones irreversibles en las células hematopoiéticas. Pero resulta que a los diagnosticados como «VIH-positivos» se les administra Septrin como profiláctico hasta el final de su vida (que, claro está, ayuda a acortar). ¿Cómo puede ser todo esto posible, si se nos dice falsamente que los antibióticos tan sólo afectan a las bacterias «malas»?

Estos hechos ponen en evidencia que tiene una importancia fundamental el desconocer relaciones vitales básicas como, por ejemplo, el papel de las mitocondrias en tanto que punto de unión entre nuestra biosfera interna y la biosfera externa. Y que tiene unas consecuencias fatídicas la ignorancia y la alteración de las premisas de funcionamiento de estos procesos productores de energía. Las llamadas «Ciencias de la vida» esquivan estas cuestiones porque tienen la responsabilidad de estar ocasionando alteraciones de este tipo desde hace tres generaciones. Además, ellas mismas se han creado un problema adicional: la invención del «SIDA»... que por ahora les sirve para abrir nuevos mercados mundiales a quimioterápicos ya antiguos pero presentados bajo nuevos disfraces.

Síntomas específicos de intoxicación fueron declarados como una grave deficiencia inmunitaria a pesar de que no ha aparecido ninguna demostración de ello. En efecto, las infecciones bacterianas nunca han tenido un papel importante en el «SIDA», al contrario de lo que ocurriría si ciertamente hubiese graves inmunodeficiencias (caso de los «niños burbuja» o de las infecciones fulminantes cogidas en los hospitales, que son muy mayoritariamente bacterianas).

El material genético propio, endógeno, catalogado como «retrovirus» (hoy día también como «taxis génicos» por las necesidades de la «terapia génica») fue reinstrumentalizado para definir un nuevo retrovirus, el «VIH». Esto pasó en 1981-84 aunque mientras tanto ya se sabía que la actividad biológica «transcripción inversa» que en 1970 había sido postulada como específica de los «retrovirus», en realidad se encuentra en toda actividad celular y es un proceso de reparación del material genético, especialmente en células cancerosas. Además, también se supo en seguida que la totalidad del material genético atribuido al «VIH» en realidad es de origen endógeno, por lo que está también en las líneas celulares permanentes que se utilizan constantemente para producir lo que llaman «VIH» (que, por cierto, no las mata...) a fin de utilizar «sus proteínas» en los «tests de anticuerpos».

Pero se desarrolló un test de anticuerpos especial, adaptado al perfil de estrés de hombres homosexuales, a fin de que diesen positivo y así extraerlos del conjunto de la población y seguir probando intencionadamente en ellos (ya que no se reproducen) medicamentos quimioterápicos que actúan sobre el material genético -¡y ello cuando estas sustancias habían sido prohibidas desde 1966 en la experimentación animal!-, y también todas las sustancias bioactivas de nuevo desarrollo diseñados por las pretendidas «Ciencias de la vida». El trasfondo es la amenaza de la catástrofe ocasionada por el mal uso de los antibióticos -que en Alemania ya ocasionan anualmente 40.000 muertos, en comparación con el total de 17.048 casos de «SIDA» alemanes desde 1981 (de ellos, una tercera parte todavía viven)-. En relación a esta real catástrofe por antibióticos, es significativo señalar que el descubrimiento de la más reciente clase de antibióticos se remonta al año 1977.

Hay que situar en este contexto la arbitraria escenificación mundial desde 1981 de la supuesta epidemia mortal de «VIH/SIDA» a través del sexo y de la sangre, con la intención de ensayar, en varones homosexuales1 sin actividad reproductora, medicamentos quimioterápicos que actúan sobre el material genético.

1Aunque también han quedado atrapados dos grupos (hemofílicos y drogadictos) que tienen parecido perfil de anticuerpos en su sangre por tener factores estresantes similares, así como algunos heterosexuales -incluso sanísimos y santísimos- que, para su desgracia, tienen mayor cantidad de los autoanticuerpos que hacen dar positivo a los mal llamados «tests del SIDA» y que, en cantidad menor, están presentes en todo ser humano.


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