Replanteando el S.I.D.A. en África.
Profesor Charles L. Geshekter.Charles L. Geshekter.

Se puede ver un cartel en Kenia en el que, debajo de un dibujo de un gusano moviéndose a través de un corazón humano, se puede leer siguiente frase: «El sexo sin precauciones es como un fruto con un gusano en su interior: el SIDA». En la X Conferencia Internacional sobre el SIDA de Yokohama en Agosto de 1.994, el Dr. Yuichi Shiokawa expresó la misma idea de otra forma. El SIDA en África, dijo, sólo puede ser controlado si los africanos refrenan sus deseos sexuales.

El profesor Nathan Clumeck, de la Universidad Libre de Bruselas, es escéptico respecto que los africanos quieran cambiarlas. En una reciente entrevista para Le Monde, Clumeck señala que «el sexo, el amor y la enfermedad no significan lo mismo para los africanos que para los occidentales [porque] el concepto de culpa no se entiende de la misma forma que en las culturas de origen judeo-cristiano».

Los mitos sobre los excesos sexuales de los africanos son antiguos. Los primeros viajeros europeos volvieron en África con historias de que aquellos hombres de color llevaban a cabo auténticas proezas atlético-carnales con sus mujeres, quienes, por otro lado, eran sencillamente insaciables. La impresión que causó en la sensibilidad victoriana, así como los conflictos tribales y otros comportamientos «incivilizados», fueron utilizados para justificar la necesidad del control colonial.

Hoy, los investigadores sobre el SIDA han añadido nuevos e indocumentados tópicos al viejo repertorio. Denuncias de zaireños que frotan la sangre de un mono en cortes como afrodisíaco; noticias de genitales ulcerados que son esparcidos; o el folklore urbano sobre los camioneros de África del Este que han contraído el virus VIH en flirteos con prostitutas y lo han contagiado a sus mujeres.

La Organización Mundial de la Salud «ha estimado» que 12 millones de seropositivos son los responsables de los 301.000 casos de SIDA contabilizados desde 1981 hasta julio de 1994. A primera vista parece ser catastrófico. Pero dicha cifra de 301.000 casos es el número total contabilizado en trece años de 660 millones de habitantes. En otras palabras, el 99,996% de los africanos no tiene SIDA. Pero además el 97% de todos los africanos que se supone son seropositivos no han desarrollado el SIDA.

Sin embargo, si en los países desarrollados el 90% de los casos de SIDA son homosexuales masculinos, drogadictos por vía intravenosa o receptores de transfusiones de sangre, el SIDA en África se supone que incide en hombres y mujeres casi por igual ya que es contraído, presumiblemente, en las relaciones heterosexuales. Estas cifras son frecuentemente utilizadas por el «establishment» del SIDA y por los defensores del sexo seguro que intentan probar que cualquiera, en Europa o EUA, puede contraer la enfermedad.

Las discrepancias sobre la forma de transmisión del virus VIH, el escepticismo sobre lo que realmente causa la enfermedad y la cada vez mayor evidencia sobre la imprecisión en los diagnósticos médicos, han proporcionado un apoyo a los científicos africanos. Estos suponen que el SIDA no es una epidemia contagiosa transmitida por vía sexual sino que es el nuevo nombre para viejas enfermedades que tienen su origen en cuidados sanitarios inadecuados, amplia malnutrición, infecciones endémicas y en una distribución de las aguas sin garantías sanitarias. Richard y Rosalind Chirimuta, de Zimbawe, aducen de una forma un tanto sarcástica que, para que la tercera parte de la población adulta sexualmente activa en África Central y del Este se contagie con el SIDA, «la vida en estos países tendría que ser una orgía interminable».

Un número creciente de médicos, como el Dr. Mark Mattah (Midland Center for Neurologie, Inglaterra), el Dr. Sam Okware (director de la investigación sobre el SIDA en Uganda) y el Dr. P.A.K. Addy (Director de Microbiología clínica en Kumansi, Ghana) creen que el pánico por la transmisión heterosexual del SIDA puede ser un engaño. El Dr. Felix Konotey-Ahulu, un médico nacido en Ghana del London's Cromwell Hospital, visitó los países hace unos años para verificar la «epidemia». En un artículo mordaz de Lancet, el Dr. Konotey-Ahulu se preguntaba «si hay decenas de miles que mueren de SIDA (y si tenemos en cuenta que los africanos no queman a sus muertos), ¿dónde están las tumbas?».

Luc Montagnier.Por otro lado, algunos científicos occidentales, como Luc Montagnier, el virólogo francés que descubrió el VIH, creen que la práctica de la circunscisión en las mujeres facilita la extensión del SIDA. Entonces, ¿cómo explican que Somalia, Etiopía, Djibuti y Sudán, donde la circunscisión en las mujeres está muy extendida, se encuentren entre los países con menor tasa de SIDA?..

De hecho, hay muy pocas evidencias que puedan probar la imagen que tenemos los occidentales de la promiscuidad sexual en África. La amplia incidencia de los códigos morales en las mujeres -se considera su sexualidad como un don para la procreación- hace que las sociedades africanas parezcan verdaderamente castas frente a las occidentales. Los somalíes, afaros, oromos y amharas de nordeste de África creen que el mostrar en público los deseos sexuales decrementa dicho «don» en las mujeres; así, pues, los contactos sexuales están restringidos a bailes o tocamientos ceremoniales. En estas culturas se tienen las primeras relaciones sexuales cuando se proponen iniciar una familia. La noción del noviazgo, casi universal en Occidente, no tiene paralelo en la mayoría de las culturas tradicionales africanas.

Nadie ha podido probar que la población de Ruanda, Uganda, Xaire o Kenia -el área conocida como «el cinturón del SIDA»- sea más activa sexualmente que la población de Nigeria, donde se han contabilizado 722 casos de SIDA con una población de 100 millones, o Camerún, con 2.870 casos y una población de 10 millones. Los científicos desmienten el hecho de que los hombres de cualquier continente o región sean más adictos al sexo que otros, ya que los niveles de testosterona, la medida del vigor sexual en los hombres, apenas varía en cualquier parte del mundo.

En 1991, los investigadores de Médicos Sin Fronteras y de la Escuela de Harvard de Salud Pública hicieron un estudio del comportamiento sexual en Moyo, distrito al noroeste de Uganda. Sus hallazgos mostraron que el comportamiento no era muy diferente a los de Occidente. Como media, las mujeres tenían su primera experiencia a los 17 años, mientras que los hombres a los 19. El 18% de las mujeres y el 50% de los hombres tuvieron relaciones casuales el mes anterior al estudio, mientras que el 2% de las mujeres y el 15% de los hombres las habían tenido el año anterior.

No ha habido estudios sobre el comportamiento sexual a nivel «nacional» en África. Así que los investigadores sobre el SIDA han supuesto alegremente que la transmisión del VIH por vía heterosexual en África equivale a la que encontramos en Occidente entre los homosexuales hombres. No hay ninguna base científica para ello, ya que la transmisión del virus de la mujer al hombre es extremadamente difícil. Por esto el SIDA nunca ha «estallado» entre la población heterosexual en Europa o EUA, incluso si tenemos en cuenta que en la mayoría de relaciones sexuales no se utiliza preservativo.

Desde 1985 hasta 1991, la Dra. Nancy Padian y sus asociados estudiaron a 72 hombres VIH-seronegativos con compañeras infectadas por el virus. Como se publicó en el Journal of the American Medical Association (1991), encontraron «un caso probable» de transmisión de mujer a hombre. Y sobre la transmisión sexual en general, un estudio definitivo del Grupo Europeo del SIDA en el British Medical Journal (1989) concluyó que las únicas prácticas sexuales con posibilidades de contagio elevadas era la práctica del sexo anal.

Se ha supuesto que el SIDA es el síndrome de una enfermedad infecciosa difundido por relaciones sexuales promiscuas y desprotegidas, y que su forma viral de transmisión difiere según la raza y la región. Si se identificase el SIDA con el VIH, «no habría, claro, ninguna razón para creer que un único factor es el causante del cáncer de cérvix en la mujer, del sarcoma de Kaposi en los homosexuales hombres y de la disentería en los africanos».

Se supone que el SIDA en África es una manifestación de culturas africanas que permiten prácticas sexuales «anormales» y esotéricas. Por lo tanto, la literatura sobre el SIDA en África está repleta de referencias a contactos con prostitutas, úlceras genitales, incrementos de ETS, falta de la circuncisión en los hombres, práctica de la circuncisión en las mujeres y cualquier otra forma de desviación «autoinfligida». Estas son las proyecciones occidentales que identifican los comportamientos heterosexuales en África con las formas de transmisión habituales en Occidente. Cindy Patton habla de una paradoja no resuelta al correlar los mismos hechos entre diferentes culturas y distintos géneros:

«Los investigadores sobre el SIDA intentaron conciliar sus tópicos culturales y sus ansiedades con algunos datos curiosos. Sus esfuerzos se centraron en explicar cómo en Occidente, y sobre todo entre los blancos, los homosexuales activos contagiaban el virus a los homosexuales pasivos, mientras que en África, o también en los contactos entre prostitutas e individuos de color en EUA, las mujeres pasaron el virus a hombres heterosexuales mediante contacto anal. La unión de la discriminación homosexual y del racismo hizo que el ano adquiriese curiosas características según el género: el ano femenino era capaz de algo imposible para el masculino».
Además, la definición de SIDA difiere de un continente a otro. En Europa y América, el SIDA lo confirman veintinueve enfermedades sin relación entre ellas que van desde la pneumonía por pneumocistis carinii y la tuberculosis pulmonar hasta el cáncer de cérvix. Además, para confirmar un diagnóstico es necesario una prueba positiva del VIH y que el número de células T esté por debajo de 200.

Pero en África el nombre de «SIDA» se utiliza para describir los síntomas asociados a enfermedades anteriormente conocidas. A mediados de los 80, estas enfermedades comunes fueron repentinamente rebautizadas como «infecciones oportunistas relacionadas con el SIDA», y se aconsejó a los africanos que cambiaran sus prácticas sexuales adoptando la abstinencia, la monogamia y los preservativos, o morirían.

World Health Organization (WHO).Si Hilarie Standing, una antropóloga médica británica e investigadora del SIDA, acepta que «la población africana con riesgo de contraer el SIDA es más supuesta que manifiesta». Entonces, ¿por qué los casos de SIDA en África se dan casi por igual entre los hombres y las mujeres?. La respuesta la podemos encontrar en que la definición de SIDA que da la Organización Mundial de la Salud (OMS) para África difiere radicalmente de la que da para el SIDA en Occidente. La definición de los casos clínicos de SIDA dada por la OMS en 1985 no se basa en el test del VIH o en el número de células T, sino en la combinación de varios síntomas, como la fiebre prolongada, una pérdida del 10% de peso en dos meses y tos persistente, ninguno de los cuales son nuevos o infrecuentes en el continente africano. Los motivos de estos síntomas no se transmiten por vía sexual; los causan los factores de riesgo ambientales a los que los africanos están regularmente expuestos.

Los tests para el VIH son notablemente ineficaces en África. En un artículo del Journal of infectious diseases se concluye que el tests VIH es inutilizable en África central donde los microbios responsables de la tuberculosis, malaria y la lepra eran tan comunes que se registraron más de un 70% de positivos falsos. Los tests VIH darán positivo en los individuos que puedan tener su sistema inmunitario comprometido por un gran número de causas además del VIH, sin exceptuar las infecciones crónicas parasitarias. En otras palabras, el VIH puede no ser en absoluto un virus causante de enfermedad. Los médicos no deben confiar en diagnósticos supuestos o en extrapolaciones de un único test de anticuerpos conocido por generar tantos positivos falsos.

Además, todo lo que sabemos sobre los virus nos dice que son microbios de oportunidad. Atacarán a hombres y mujeres debilitados por la malnutrición, que es la más efectiva causa de inmunodeficiencia. Las enfermedades venéreas dejadas sin tratamiento pueden también dañar el sistema inmunitario, dejando a la víctimas susceptibles a otras infecciones. Se supone que muchos africanos mueren con síntomas «como los del SIDA» después de que su sistema inmunitario ha sido debilitado por la malaria, la tuberculosis, el cólera u otras enfermedades parasitarias.

Las organizaciones occidentales oficiales de salud, al decir que estos muertos los causa el SIDA y que, por tanto, hay una epidemia en África, están, quizá de forma ingenua, ayudando a proporcionar oportunidades a las agencias de desarrollo, los investigadores biomédicos y las compañías farmacéuticas, que claman por más dinero y más mercados. Lo cierto es que la idea de que el SIDA es una epidemia causada por la promiscuidad sexual aumenta la dependencia africana de la ayuda occidental para tests de diagnóstico, material de esterilización de alta tecnología y personal médico.

Otra consecuencia que puede acarrear el considerar que millones de africanos están amenazados por el SIDA es que sea políticamente aceptable el utilizar dicho continente como laboratorio para experimentos con vacunas y para la distribución de drogas tóxicas antivirales de eficacia desconocida, como el ddI o el AZT. En EUA, las regulaciones gubernamentales y el miedo provocado por las demandas de los damnificados por los experimentos con vacunas fueron postergados porque ningún estudio había podido responder a «¿pueden estas vacunas realmente prevenir que los humanos contraigan el virus VIH?». Según un informe publicado en 1.994 por la Fundación Rockefeller, Accelerating the development of preventive VIH vaccines for the world (Acelerando el desarrollo de vacunas preventivas del VIH para el mundo) ensayos que conlleven riesgo de vacunas del VIH podrían ser toleradas -incluso aplaudidas- en los países africanos. La discutible premisa es que las investigaciones sobre vacunas y su aplicación son necesarias para salvar a los africanos de una muerte futura.

Debido al intervalo extraordinario que va de la infección con el virus VIH hasta el desarrollo del «SIDA», los educadores de las conductas relacionadas con el SIDA señalan que sus campañas de concienciación requerirán muchos años de activa intervención gubernamental y de fondos masivos para poder cambiar la resistencia tradicional a los cambios de comportamiento.

Estos nuevos misioneros con sus mensajes de sexo seguro parecen especialmente preocupados en cambiar la conducta de los hombres. Quieren convertir a las mujeres africanas en unas «vigilantes» que negociarían sus relaciones sexuales y las estrategias para la reducción de los riesgos. En la «Conferencia sobre el SIDA» de Yokohama y en la «Conferencia sobre el Desarrollo y la Población» de la ONU en El Cairo, las feministas insistieron en que sólo se podría parar el SIDA cuando las mujeres consigan poder para reducir las desigualdades creando «redes» para aumentar la sensibilidad de género y prevenir el ser víctimas sexuales.

Al diagnosticar las infecciones parasitarias o la malnutrición por falta de proteínas como «SIDA» y considerar que dichas enfermedades se transmiten por vía sexual, ¿es así como los educadores del SIDA justifican sus giras por África para adoctrinar a los nativos sobre el «sexo seguro»?.

Conclusión.

Replanteando el SIDA en África.Lo que está matando a los africanos es la política económica de subdesarrollo, no los contactos sexuales. Cosechas escasas, pobreza rural, sistemas de cultivo que provocan migraciones, superpoblación urbana, degradación ecológica y la violencia sádica de las guerras civiles ponen en peligro o destruyen muchas más vidas africanas. Cuando se hunden los servicios esenciales de agua, energía y transporte, entonces se deteriora la sanidad pública y aumentan los riesgos de cólera y disentería. La pobreza africana, y no unos supuestos comportamientos sexuales extraordinarios, es el mejor predictor de las enfermedades que definen el SIDA.

Los disidentes del SIDA tendrían que escudriñar los estereotipos etnocéntricos y racistas sobre la sexualidad africana y revalorar por entero la ortodoxia que identifica el VIH con el SIDA. La anunciada relación entre VIH y SIDA fue una hipótesis lanzada hace ya diez años pero subsecuentemente adquirió vida propia, sobre todo entre buscadores de fondos y los educadores sexuales, quienes, como dicha teoría, se mantienen obstinadamente indiferentes a las críticas. Una revisión crítica sobre VIH y SIDA en África concluye:

«Puesto que el único comportamiento sexual con factor de riesgo para un homosexual masculino es ser receptor en una relación anal, el hombre que sea exclusivamente activo no tendría riesgo alguno de infección por parte del pasivo. Pero si este mismo individuo viajase a África y cambiase su orientación sexual, correría riesgo de infección por su compañera pasiva. por lo tanto, el VIH tiene que poder distinguir las preferencias sexuales, el género y el país de residencia de un individuo».
Por supuesto, se ha de animar a la gente de todo el mundo a que viva su sexualidad de forma más consciente. Se ha de proporcionar información digna de confianza sobre el uso de preservativos, contracepción, planificación familiar y enfermedades venéreas. Pero, desde Camerún hasta California, la educación sexual no tiene que continuar estando distorsionada mediante desinformación terrorífica y tendenciosa que equipara el sexo con la muerte.

Charles L. Geshekter es profesor de Historia Africana en la Universidad estatal de California, Chico. Ha escrito numerosos artículos sobre la historia somalí y en 1984 produjo un documental para la PBS con el título «The Parching Winds of Somalia» («Los abrasadores vientos de Somalia»). Geshekter fue Fullbright Scholar en Djibuti en 1991, y está acabando un libro titulado «The Death of Somalia in the Historical Perspective» («La muerte de Somalia desde la perspectiva histórica»).

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