Incoherencias, desaguisados y conflictos morales
de esa diosa llamada genética

Mariano Cereijo Gelo
Correo electrónico: marianocege@yahoo.es



Durante 1997-1998, y debido al escepticismo por parte de la ciudadanía europea a los alimentos transgénicos, varias multinacionales iniciaron en algunos países fuertes campañas de marketing, publicidad y limpieza de imagen a fin de limar el rechazo que la sociedad manifestaba por este tipo de alimentos. Acabar con el hambre en el mundo o sembrar en tierras poco fértiles fueron algunas de las premisas de una campaña que quería llegar al corazón de millones de personas.

Pero hubo un hecho muy significativo y sorprendente en la conferencia de la FAO celebrada en Roma en 1988. Todos los delegados africanos, menos el sudafricano, rechazaron públicamente y mediante un manifiesto este tipo de tecnologías, a la vez que apostaron por una agricultura tradicional, sostenible y ecológica. Podía ser hasta intolerable que los mismos representantes de los países pobres huyeran de estas empresas y de sus inventos si no fuera porque sospechaban que detrás de este macro montaje había escondido un gran negocio que nada de provecho les podía proporcionar.

El 26 de junio del 2000 se hizo público el descubrimiento del mapa del genoma humano. De esta manera, el hombre podía conocer todo aquello que un determinado gen aporta al cuerpo humano. Un amplio campo se abría en el mundo de la medicina. Muchas enfermedades podrán ser prevenidas, reducidas o neutralizadas.

Un Bill Clinton sonriente anunciaba la gran noticia. Los milagros que sólo Dios y sus elegidos tienen capacidad de plasmar en el mundo, rebosaron en la boca del presidente de Estados Unidos.

Tal optimismo parecía haber borrado de un plumazo todas las injusticias y salvajadas que cotidianamente suceden en el planeta Tierra. Los medios de comunicación cumplieron. Una nueva era empezaba para la humanidad. La distancia entre el hombre y sus circunstancias parecía reducirse. Se estaba más cerca de la perfección, de la grandeza. La guerra por la inmortalidad ganaba una batalla en un mundo de muerte que se muere. Esto fue el romanticismo que se vendió en las urbes ricas. En otras no hay ni televisión.

Pero, ¿es todo tan bonito como vociferaron los dueños del mundo? ¿Qué se esconde detrás de la "diosa genética"?

De momento muchos interrogantes. Empecemos.
 

Primera:

¿Qué negocio podemos esperar de la genética en general y también, por qué no, de la clonación terapéutica?

En principio, la metodología es la misma que la aplicada en alimentos y cultivos transgénicos. Es decir, la protección de los descubrimientos a través de patentes, para obtener posteriormente beneficios económicos. "...en la actualidad el hecho de descifrar, aislar, reproducir o manipular el material genético de los seres vivos (...) se interpreta como una innovación susceptible de derechos de patente, y la concesión de patentes biotecnológicas que cubren genes, material biológico, o incluso organismos vivos o variedades y especies enteras se está convirtiendo en algo cada vez más generalizado".

Lo que apunta la Sra. Bermejo (Bermejo, I.,"El debate acerca de las patentes biotecnológicas" en el libro Genes en el laboratorio y en la fábrica, editorial Trotta, Fundación 1º de mayo, Madrid, 1998, pág. 56) ya es un hecho consumado. Existen muchas especies vegetales que han caído en manos de particulares a través de patentes.

En el sistema económico en el que se nos obliga a vivir, el negocio es seguro

Con estas normas sobre patentes, reguladas por organismos como la Organización Mundial del Comercio, los pueblos indígenas, los campesinos y los sectores más vulnerables son aplastados y saqueados. Yo diría, incluso, que es la misma humanidad la más afectada. Esos seres vivos patentados fueron, en tiempos pasados, propiedad de la humanidad para su goce, disfrute o aprovechamiento. Ahora, hay que pagar a su dueño por sus aportes.

Las patentes, ¿son cuestión exclusivamente de especies vegetales?

En el mundo en el que vivimos, todo es vendible y todo es comprable. Los avances de la genética no serán la excepción. Si usted desea tener hijos con características genéticas, va a tener que comprarlas a la compañía o la universidad propietaria de la patente.

La clonación terapéutica es un negocio idéntico. Existen laboratorios biotecnológicos con patentes sobre células madre. Si usted quiere aprovecharse de este avance de la ciencia, deberá abonar la cantidad que el expendedor le indique.

Algunos pensarán que estoy exagerando, que soy excesivamente radical. ¿No recuerdan el caso de los medicamentos contra el sida en Sudáfrica? A la multinacional de turno le importaban bien poco los enfermos. Lo único que tenía en cuenta eran sus propios beneficios económicos.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) también llevó a cabo una serie de investigaciones para la creación de una vacuna contra la malaria. Cuando se descubrió, se pidió a la empresa Gonentech que la elaborara a gran escala. Esta empresa aceptaba si se le proporcionaba la exclusividad, el monopolio. La OMS rechazó la propuesta de Gonentech aduciendo que una vacuna de dichas características debía estar al alcance de toda la humanidad. Fue acusada de "anticuada y antiamericana".
 

En el contexto de este gran negocio, el segundo interrogante:

¿Quiénes van a poder comprar el producto genético?

Dicho de otra manera: ¿Vamos a tener acceso todos los ciudadanos de la Tierra a estos avances científicos? La respuesta es no.

Si usted vive en los países del tercer mundo entenderá perfectamente mi posicionamiento. Ahora bien, si por el contrario usted es europeo o norteamericano, tal vez no lo tenga tan claro.

Debemos partir del siguiente razonamiento: Cuando los descubrimientos genéticos son patentados por la persona o empresa X, éstos pasan a ser propiedad privada de X. Mr. X o X Corporation Inc. Ellos pueden hacer de su producto un bien para toda la humanidad, cosa muy poco probable; o por el contrario, tratar su descubrimiento como una mercancía más, vendiéndola a quien pueda comprarla, como se hace hoy con un coche último modelo o una casa lujosa.

Por lo tanto, en principio, las maravillas del milagro genético dependerán del precio con que X vende una porción de su descubrimiento.

Pero seamos realistas y zanjemos lo que empezamos. ¡Levantemos la cabeza y miremos el mundo!

"...el recalentamiento causa cada vez más catástrofes ambientales que durante la última década causaron la muerte a tres millones. (...) De los 4 mil 400 millones de personas que viven en el mundo en desarrollo, casi tres quintos no poseen saneamiento básico, y un tercio no tiene acceso al agua potable, 25 por ciento carece de habitación adecuada y un quinto no cuenta con servicios modernos de medicina. Uno de cada cinco niños no llega a completar la educación primaria, y un porcentaje semejante no consume la cantidad de proteínas y calorías necesarias. Este dato explica, en parte, por qué aproximadamente nueve millones de niños menores de cinco años mueren todos los años en las naciones pobres, víctimas de enfermedades que podrían prevenirse totalmente" (Joseph Stiglitz). En un mundo donde hay más de mil millones de desnutridos, mil 500 millones de seres humanos sobreviven con un dólar diario. El sida en África ya afecta a 250 millones de niños.

¿Creen ustedes que los aludidos en estos números, van a poder algún día pagar los avances genéticos privados? ¿Creen que algún día lleguen a tener conocimiento de los mismos?

El futuro empeora las cosas. El neoliberalismo que los Bush, Aznar, Blair, Fox y compañía quieren imponernos augura más pobreza y miseria en el mundo. Las medidas de ajuste estructural propuestas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional en los países pobres, y promocionadas por personajes como los mencionados anteriormente, incluyen la reducción de gastos sociales y la privatización de lo público. Por lo tanto, la sanidad gratuita cada vez será más inalcanzable para más gente.

Resumiendo, los milagros divinos de la genética estarán al alcance de una abrumadora minoría en los países del sur (políticos, empresarios, caciques, obispos, milicos, terratenientes, etc.). En los países ricos, mucha gente tampoco disfrutará de este gran invento.

Los avances de la genética no son patrimonio de la humanidad. La genética y todas sus maravillas, forman parte de la propiedad privada de unos cuantos. Si tiene dinero, podrá gozar de sus beneficios. Si no es así, acabará siendo una pequeña esquela en el rincón de un periódico. Como los miles de muertos por accidentes laborales o por contaminación atmosférica en las grandes ciudades.
 

Tercer interrogante:

¿Contribuirá la genética a ensanchar la distancia entre ricos y pobres?

Desgraciadamente sí. Se ha explicado el negocio que se esconde detrás de la genética. Y se ha visto que debido al carácter mercantil de la misma, sus ventajas sólo estarán al alcance de un pequeño porcentaje de la población mundial, de quienes puedan comprar este producto.

El año pasado, pude ser testigo de una imagen que me llegó a lo más profundo de mi corazón. Una madre salía de un hospital en Nicaragua acompañada de su hija pequeña; le comentaba a otra señora que el médico había diagnosticado dengue a su hija y que no podía comprar los medicamentos recetados.

Dentro de ese mismo hospital pude ver un ratón y un perro deambulando por los pasillos y corredores. En ese mismo hospital era posible observar a dos personas en una misma cama y el enfermo tiene que proporcionar las sábanas, las gasas, el alcohol y hasta las medicinas más elementales. ¿Y si no tiene los recursos económicos? Pues entonces pasa algo de lo que también fui testigo. Los enfermos se retorcían de dolor encima de unas camas desnudas.

Muchos de los avances de la investigación genética nunca estarán en manos de aquellos que no tienen ni para comprarse una sábana. Estarán al alcance de aquellos que hacen horas extras para comprarse su segundo coche. Así, los milagros de la genética serán un lujo en el norte y una utopía en el sur. En la coyuntura del mundo capitalista en el que vivimos, se convertirá en un nuevo invento antipopular, inalcanzable y hasta desconocido para la mayoría.

No descarto la posibilidad de que las multinacionales, laboratorios o universidades propietarios del elixir genético de la vida, junto a políticos corruptos inicien una campaña similar a la del arroz transgénico Golden Rice: sensacionalista y amarillista, donde una milagrosa vacuna obtenida por técnicas de investigación o manipulación genética es capaz de salvaguardar a los niños del tercer mundo frente a la malaria.

No se olviden. Será la excepción. La excepción que no confirmará la regla.

Llegado el día, los medios anuncian la vacuna. Imágenes de niños pobres llorando mientras la aguja y la jeringa introducen el milagro genético. Políticos y monarcas haciéndose la foto de rigor. Obispos bendiciendo barcos enteros de vacunas. Comentarios de científicos satisfechos por su invento. Prefabricados y adulterados coloquios televisivos y radiofónicos. Encuestas y entrevistas a ciudadanos amnésicos. Objetivo de la campaña: allanar el camino de nuestros corazones a estos inventos. Intentar que creamos que la genética es popular, gratuita y milagrosa.

Pero, detrás de esto, decenas de patentes que impedirán que dichos avances beneficien a millones de niños porque son propiedad privada de unos ricos, y ellos son pobres.

No se extrañe de que el niño vacunado crezca sano y fuerte para ser explotado en los campos de cultivos de las multinacionales fruteras. Sin derecho a sindicarse y reclamar, ni a una mascarilla que lo proteja del nemagón o del paraquat.

También puede ser que dicho niño, al día siguiente de vacunado, regrese a trabajar a la maquila de turno. Allí zurcirá zapatillas de una prestigiosa y reconocida multinacional de prendas deportivas a cambio de un mísero salario, sin ninguna garantía sindical y laboral.

O también, por qué no, la misma multinacional que inventó la vacuna puede que acabe patentando aquella planta medicinal que crece en la montaña cercana a la casa del niño vacunado, y que su abuela y su madre utilizan desde siempre para atacar ciertos padecimientos.
 

Pasemos al cuarto interrogante:

¿Es la genética la solución a muchas enfermedades y muertes?

Muchos son los científicos que trabajan en esta "maravillosa" aventura para salvar vidas humanas y engrandecer nuestro bienestar.

Mientras esto ocurre, hay otros científicos que se hallan encerrados en otros laboratorios, diseñando armas cada vez más mortíferas o productos químicos con efectos imprevisibles para la salud pública y el ambiente.

Además, siguen pereciendo trabajadores en accidentes laborales, cientos de miles de personas sufren hambre, pobreza y guerras, mientras los países ricos les facilitan armas, les envían sus residuos nucleares. Y que decir de Chernóbil, de Tokaimura, de las "vacas locas", de la fiebre aftosa, del Tireless, del Erika, del DDT, de Doñana, de Bophal, de Afganistán, de Palestina, Vieques, Chechenia, el pueblo saharaui, Sierra Leona, y toda África, de los bloqueos a Cuba e Iraq, de los PCB, del PVC, del DBCP, del glifosato, del agente naranja, de las dioxinas, del uranio de Kosovo, de la tala ilegal de árboles, del cambio climático, de la contaminación de mares y océanos, de la destrucción de la Amazonia, de la explotación laboral infantil, del maltrato y vejación a mujeres, de los escuadrones de la muerte, de los paramilitares, de los sin tierra, de los pueblos indígenas ultrajados, del comercio injusto, de los residuos, de las víctimas por la contaminación atmosférica, de las incineradoras, de la pérdida de biodiversidad, de la ayuda alimenticia con ingredientes transgénicos y un largo etcétera.
 

Quinto interrogante:

La ciencia, ¿al servicio de quién?

Sería una equivocación globalizar todas las ramas de la ciencia y a todos los científicos dentro de mismo paquete. También, negar los avances y comodidades que la ciencia ha proporcionado a la humanidad. Pero faltaría a la realidad si negara que muchas ciencias y científicos se rigen cada vez más por las leyes del capital y del mercado.

Sus descubrimientos, estudios y avances han dejado de servir a la humanidad, como sucedía siglos atrás, para acabar sirviendo a aquellos que llenan sus cuentas corrientes. La humanidad ha dejado de ser la máxima beneficiaria para convertirse en la principal víctima de sus inventos. Estamos hablando de una ciencia privatizada. Una ciencia que se ha aprovechado y robado muchos de los conocimientos, descubrimientos elementales, avances, inventos, etc. que salieron de la "ciencia de todos", de la "ciencia pública".

El científico que hoy estudia nuevos agroquímicos no parece tener en cuenta el grave impacto ambiental que provoca su trabajo. Parece darle igual que su patrón cree monopolio y dependencia que ahoga a millones de agricultores pobres en el mundo.

El biotecnólogo desarrolla cultivos transgénicos que pueden ser peligrosos para la salud humana y el ambiente. Los técnicos y científicos que diseñan y construyen centrales térmicas son conscientes de los desajustes que ya ocasiona el cambio climático. Pero siguen edificando. Al igual que con las centrales hidroeléctricas, que afectan gravemente los ecosistemas de los ríos afectados.

El científico que diseñó el nemagón era consciente de los efectos adversos de su hallazgo. Calló y ocultó. Miles de personas lloran hoy su invento. A él sólo le preocuparon los miles de litros que la multinacional en donde trabajaba podía vender a las multinacionales alimenticias, para que éstas ensuciaran los campos de América Latina, Asia y África, y acabaran con la vida y las ilusiones de miles de trabajadores desprotegidos.

La ciencia (o parte de la misma) como ente altruista, angelical o filantrópico forma parte del pasado. La ciencia (o parte de la misma) juega en las grandes ligas del capitalismo mundial. No olvidemos dónde se fraguaron ciertas revoluciones, como la industrial, la verde o la que yo llamo revolución genética. No confundir con las revoluciones populares que nacieron del corazón y del hambre del pueblo.
 

Sexta cuestión:
Democracia y genética: todo para el pueblo pero sin el pueblo

Ya he comentado que muchos avances que puede proporcionar la genética serán privilegios solamente accesibles por aquellos que puedan costearlos. También hemos mencionado la existencia del "colonialismo genético", por el cual, una persona, empresa, laboratorio descifra el material genético de un determinado ser vivo para patentarlo, robándolo de esta manera a la humanidad entera.

Pero no hay realmente un debate público, abierto, imparcial y serio sobre las futuras aplicaciones genéticas y, sobre todo, del iceberg de las patentes.

La genética forma parte del "dogma de fe" propio y característico del capitalismo. Es buena y maravillosa por decreto ley. Al igual, por ejemplo, que privatizar la sanidad de un determinado país centroamericano para ahorrarle gastos y preocupaciones al gobierno de turno; aunque dicha privatización cierre las puertas de hospitales y centros de salud a los pobres, que son mayoría.

Y como es buena y maravillosa, ¿para qué preguntarle y consultarle al pueblo? ¿Para qué informarle? ¿Para qué crear debates donde organizaciones populares y políticas de todo color y sabor puedan decir lo contrario?

Otra cuestión a discutir es el de la participación ciudadana, la democracia. En una encuesta realizada a mil 700 personas en Inglaterra en 1995, revelaba que el 93 por ciento de los consultados estaba a favor de un etiquetado claro de los productos obtenidos por la moderna biotecnología. Los políticos son conscientes de estas inquietudes del pueblo europeo. El trabajo de información y divulgación de las asociaciones ecologistas, de consumidores, ONG, etcétera ha sido constante. Pero en la Unión Europea, el etiquetado de alimentos transgénicos no es total. Una decisión política permite que los europeos puedan estar consumiendo alimentos procesados, compuestos con pequeños porcentajes de ingredientes transgénicos sin saberlo, sin tener derecho a dicha información.

El siete por ciento de los encuestados en Inglaterra ganó la batalla al 93 por ciento.
 

Séptima cuestión:

¿Es el humano un ser superior con potestad para decidir sobre el resto de seres vivos? ¿En qué condiciones?

Los genes son lo más íntimo que posee un ser vivo por su condición de ser vivo. Determinan su identidad, sus características y su función ecológica en el ecosistema mundial. Pero existe una cuestión fundamental que analizar primeramente: ¿son los seres vivos un medio para satisfacer las necesidades del ser humano?

Una respuesta positiva condicionaría cualquier manipulación genética sobre un determinado ser vivo. Rousseau lo calificaría como "...accidentes que han perfeccionado la razón y arruinado la naturaleza humana originaria".

Si tomamos en cuenta que la ruina de la naturaleza humana a la que se refiere Rousseau es consecuencia del progreso capitalista, deshumano y egoísta del mundo norte-occidental, podríamos estar encontrando un poco de luz a nuestra cuestión y afirmar que los seres vivos son un medio para satisfacer las necesidades humanas en aquellas civilizaciones, sociedades, personas y entes que defienden el progreso, los medios y la forma de vida capitalista.

No es de extrañar cuando los medios de acumulación de riqueza, privilegios y necesidades de estos últimos conllevan, directa o indirectamente, la explotación laboral infantil y no infantil, el hambre, la pobreza, golpes de Estado, guerras, etcétera.

Teniendo en cuenta lo anterior, la alienación y sometimiento de los seres vivos a los caprichos y necesidades del ser humano supondrían un medio de acumulación de riqueza, de progreso y de desarrollo.

Las necesidades superfluas que se imponen como canal para obtener la "felicidad" en el mundo capitalista, precisan de seres vivos que puedan satisfacerlas. Ejemplos sobran: la agricultura industrial y química, la tala de madera, la ganadería intensiva, etcétera.

También las actuaciones de los seres humanos conllevan consecuencias indirectas negativas sobre el resto de seres vivos. En estos casos, los humanos no buscan directamente el beneficio a costa de los seres vivos. Pero inciden negativamente sobre éstos. Por ejemplo, cuando una determinada industria vierte residuos tóxicos en un río, no lo hace por querer dañar y destruir el ecosistema de dicho río. Lo hace porque tiene un problema técnico, del cual se desprende echando al río los residuos.

Intentar dar un mínimo de luz a estos interrogantes, basándonos en la premisa del derecho moral ya no de los seres vivos sino también de los inertes, supone una odisea difícil y sometida a la libre interpretación de cada humano, y que vendrá determinada por muchos factores y circunstancias.

Por ejemplo, un miembro de una comunidad indígena del Caribe centroamericano seguramente que otorgará más derechos morales a los seres vivos que George Bush o José María Aznar.

No sólo el ser humano precisa de seres vivos para vivir. Los propios seres vivos precisan de otros seres vivos para poder subsistir. Entre ellos se han establecido infinidad de relaciones que la ecología se encarga de descifrar y estudiar.

Entre las distintas especies se establecen diferentes relaciones. Pueden cooperar mutuamente para obtener beneficios conjuntos, o una especie puede aprovecharse de otra, llevándola a la misma muerte.
 

Octava cuestión:

Tanto poder y conocimiento ¿es positivo o negativo?, ¿es peligroso o no?

La genética permite al ser humano conocer, desentrañar, estudiar y manipular aquello más íntimo que los seres vivos poseemos. Permite visitar la sala de máquinas y computadoras de los seres vivos. Además, cambiar las instrucciones y órdenes de dichas máquinas, atendiendo al gusto y capricho del ingeniero.

El interrogante que surge al respecto es el siguiente: tanto poder y conocimiento en manos de científicos, empresarios, multinacionales, manos privadas, banqueros, políticos, "politiquillos", etcétera ¿es positivo o negativo?, ¿es peligroso o no?

La genética permitirá (o tal vez permite), el diseño y fabricación de peligrosas y sofisticadas armas biológicas. En un documental que tuve ocasión de ver, se afirmaba que mediante manipulación genética se podían crear armas biológicas específicas a una determinada raza. Todo consistía en desentrañar y descubrir el gen o genes que distinguen a las razas que existen. ¿Se imaginan semejante poder en manos del Pentágono? Acabar con una raza o con un continente, dominar, avasallar, doblegar, amenazar y humillar ahora puede ser cuestión de ponerse a investigar en un laboratorio.

¿Sigue alguien creyendo que todos los humanos poseemos en propiedad un pedacito de este avance científico revolucionario?

¿Vale la pena jugar a este juego, sabiendo que es manejado por unos pocos tramposos?
 

Último interrogante:

¿Es la genética la revolución del siglo XXI?

Indudablemente. El problema son las manos en las que está, el uso que se haga de ella, a qué precio, para quién, etcétera.

Demasiados interrogantes cuando se habla de lo más íntimo que poseemos los seres vivos. Demasiados interrogantes peligrosos en un mundo capitalista que se hunde en la miseria y en la pobreza. Y demasiados interrogantes para ninguna respuesta clara, convincente, positiva y esperanzadora.

No es cuestión de ser negativo. Tiempo al tiempo.


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