Agosto del 2000

Editorial:

Sida: histórico acuerdo en Sudáfrica.

Por primera vez desde que esta revista nació dedicamos nuestro editorial durante dos números consecutivos al mismo tema pero -a nuestro entender- la importancia del mismo lo justifica sobradamente. Especialmente porque se trata de un asunto grave que afecta a millones de personas y que, contra lo que la gente de la calle pueda pensar, oculta gigantescos intereses políticos y económicos. Sólo así se explica que una conferencia internacional que cuesta miles de millones de pesetas se dedique sólo a servir de escaparate de lo que quienes la organizan quieren vender con la complicidad de los medios de comunicación de medio mundo. Porque, ¿cómo se explica que se celebre un acto así y se prohíba hablar a los científicos que disienten de las explicaciones tenidas por verdades?. ¿Cómo se explica que los responsables de la línea oficial admitieran finalmente reunirse con un grupo de científicos disidentes... pero exigieran que las reuniones se celebraran a puerta cerrada y sin la presencia de periodistas?. ¿Y cómo se explica que la mayoría de los medios de comunicación se hayan limitado a actuar de corifeos sin molestarse en conocer lo que estaba sucediendo en la trastienda de la conferencia?. Ciertamente, hay muchas cosas inexplicables en el asunto del SIDA. Desde hace muchos años. Y no ha habido voluntad política de aclararlo. Hasta que Thabo Mbeki, actual presidente de Sudáfrica -un hombre culto, formado, intelecutalmente brillante y honesto al que se ha intentado ridiculizar- puso el dedo en la llaga y exigió que se celebrara un debate científico entre los dos bandos enfrentados. Pues bien, ese debate ha comenzado y ya se han celebrado dos reuniones. Eso sí, de forma discreta... por no decir secreta. Pero lo cierto es que de ellas ha salido un compromiso: por fin va a corroborarse si los tests que se utilizan para comprobar si alguien está infectado por VIH son o no son fiables. Con lo que eso implica: la demostración de que el VIH o «virus del SIDA» puede aislarse. Algo que todo el mundo afirma que se ha hecho pero hasta hoy nadie ha demostrado. Se trata, pues, de un gran paso adelante que puede suponer -si no se rompe la colaboración entre los dos sectores- un importantísimo hito en la resolución de este caso. Ojalá sea así.


Conferencia mundial sobre el SIDA: acuerdo entre el sector oficial y el disidente.

Nuestro enviado especial a la XIII Conferencia Internacional del SIDA recién celebrada en Sudáfrica, Lluís Botinas, tuvo el privilegio de poder acceder como observador a la segunda sesión del foro asesor sobre el SIDA organizado por iniciativa del presidente sudafricano Thabo Mbeki que tuvo lugar con la presencia de científicos del sector oficial y del sector crítico pocos días antes de la conferencia internacional. Ha sido, pues, testigo de excepción del verdadero debate acaecido en Sudáfrica, celebrado a puerta cerrada sin la presencia de periodistas. Nuestros lectores tienen, pues, el privilegio de saber lo que es importante ha ocurrido en realidad estos días al margen de la propaganda oficial voceada por muchos medios de comunicación.

La verdad es que pude asistir como observador a la segunda sesión del foro internacional sobre el SIDA en mi calidad de dirigente de una asociación -Plural 21- y no como enviado de esta revista porque la entrada estaba radicalmente prohibida a causa del veto expreso del sector oficial. Tuve la fortuna, pues de ser una de las escasísimas personas del mundo -sólo estábamos en la reunión 70- que pudo ser testigo de un acuerdo histórico que, a mi juicio, podría marcar el principio de una etapa totalmente nueva respecto al tema del SIDA. Porque en esta segunda reunión (la primera, como publicamos el mes pasado, se desarrolló los días 6 y 7 de mayo con la presencia de sólo 33 científicos de 14 países) los dos sectores enfrentados, oficialistas y críticos, decidieron -sin ninguna voz en contra- comprobar la validez de los llamados «tests del SIDA» mediante la aplicación del «gold estándard», es decir, mediante el aislamiento del VIH, algo que hasta ahora, aunque les parezca increíble, nadie ha demostrado que se haya hecho.

Otros enfoques.

No se extrañe pues el lector de que la inmensa mayoría de los más de diez mil participantes en la Conferencia Internacional sobre el SIDA de Durban y las más de mil personas acreditadas como informadores que la cubrieron no parezcan haberse enterado de lo que de verdad se ha estado cociendo en Sudáfrica. Porque lo que ha habido detrás de esa conferencia masiva no tenía carácter científico sino político. De ahí que, a nuestro juicio, la posibilidad de que la siguiente conferencia -programada para los días 6 al 13 de julio del 2002 en Barcelona- tenga algo que ver con ésta es ya más bien escasa.

Y como muestra de los cambios que empiezan a producirse, un botón: diferentes asociaciones del Estado español, Estados Unidos, Alemania, Suiza y otros países han ofrecido médicos dispuestos a ir a los hospitales en los que presuntamente decenas de personas están «muriendo de SIDA» para acordar con los responsables hospitalarios protocolos alternativos con medicamentos no agresivos y baratos asegurando que en pocos meses la mayoría (en medicina no existe el cien por cien) de ellos estará fuera de peligro.

¡Queremos los venenos más baratos para todos los africanos!.Ofertas de soluciones terapéuticas al «problema SIDA» que provienen de enfoques que consideran que, o bien el «VIH» nunca ha sido aislado y, por tanto, nadie debería decir que existe y menos aún que cause problemas de salud, o bien que el «VIH» existe pero es inofensivo o no es mortal. Lo que es evidente es que ninguna oferta comparable de tratamiento efectivo ha sido hecha por los miles de presuntos «especialistas del SIDA» existentes en el mundo a pesar de los más de sesenta mil millones de dólares (más de diez billones de pesetas) que llevan gastados «investigando» sólo en los Estados Unidos. La única propuesta aparentemente interesante ha sido la promesa de abaratar el precio de los llamados cócteles anti-SIDA para tratar con ellos a millones de africanos y eso es lo que han recogido los medios de comunicación de medio mundo. Es decir, han aplaudido entusiásticamente que algunas multinacionales se enriquezcan aún más haciéndolas pasar encima poco menos que como hermanitas de la caridad porque van a reducir sus desorbitados precios cuando se trata de un gigantesco negocio. Y no cuentan que tales cócteles no curan a nadie -de hecho, los mismos que los venden dicen que sólo enlentece el proceso- y que en muchísimos casos no sirven para nada. Por supuesto, de mencionar que sus efectos secundarios son terribles, ni hablar.

Sin Mbeki, seguiríamos sin debate.

En realidad, lo más importante de este congreso ha sido la actitud del presidente sudafricano Thabo Mbeki porque sin él hoy no se habría celebrado el primer debate en casi 20 años entre los dos sectores enfrentados. Y aunque ya apuntabamos el mes pasado en las páginas de la revista cómo y por qué se implicó personalmente en el problema del SIDA, añadiremos que ello se debió al conocimiento de la documentación que, fundamentalmente, le llegó por dos caminos. Por un lado, los textos sobre la toxicidad del AZT escritos por el abogado sudafricano Anthony Brink, residente en Pietermaritzburg, hombre que se interesó en el tema del SIDA a raíz de la rápida muerte de un colega que, encontrándose físicamente fuerte a pesar de haberle aparecido un bulto en la cara, fue diagnosticado «VIH-positivo» con uno de los tests que ahora serán verificados. Tratado con AZT, se extinguió en pocas semanas. Pues bien, el 17 de marzo de 1999 el periódico The Citizen publicó un artículo de Brink titulado «AZT, medicamento infernal». Dos semanas después reproducía la respuesta al mismo del Dr. Desmond Morris, reconocida autoridad en tratamientos del SIDA, con el título «AZT, medicamento celestial». Sólo un día después, Brink le replicaba con otro texto titulado «El AZT y los remedios celestiales». Nadie le rebatió.

El caso es que fue precisamente la lectura de este debate lo que llevó al presidente Mbeki a decidir el 28 de octubre de 1999 que en Sudáfrica no se administraría AZT a las embarazadas y a abrir una investigación -que aún hoy continúa- sobre la toxicidad de este producto.

Anita Allen.Paralelamente, Mbeki había leído un dossier de más de 100 páginas que le hizo llegar en junio de 1999 la periodista científica Anita Allen, residente en Johannesburgo, quien se decidió a escribir al propio presidente tras haber recorrido todos los escalones anteriores en la jerarquía científica y sanitaria que había en el país y que alternaron como respuesta los portazos con un «gracias, pero...». No debe extrañarnos, pues, la agradable sorpresa que se llevó ésta cuando a las 23 horas 52 minutos del 31 de octubre pasado (de 1999) recibía una carta manuscrita del presidente Mbeki invitándola a mantener una entrevista personal a las 17 horas del día siguiente. Anita aceptó encantada, se llevó consigo un maletín entero de artículos científicos y, una vez con él, tras una hora de conversación, vio como Mbeki hacía suya la propuesta de convocar un foro internacional para debatir las cuestiones esenciales sobre el tema del SIDA. Debate cuyo primer round se celebró en Pretoria los días 6 y 7 de mayo -aunque la mayor parte de los medios de comunicación no se ha enterado y, si así ha sido, han silenciado- con la participación de 33 personas, dos tercios de las cuales pertenecían al sector oficialista y un tercio al sector crítico. Aquella primera reunión debió haber dado lugar a dos meses de intercambio de información, preguntas y documentación -exclusivamente entre los asistentes y a través de Internet- con el objetivo de celebrar luego una segunda reunión que, como decimos, finalmente se ha celebrado en Johannesburgo los días 3 y 4 de julio.

Pero hay que decir que lograrlo resultó muy complicado ya que, además de las claras reticencias que encontró en el interior de su propio Gobierno, Mbeki comprobaría que las personas encargadas de cursar las invitaciones no habían cumplido el encargo. El responsable, obviamente, fue substituido.

Luc Montagnier.¿Y cuáles fueron las respuestas a la invitación de las primeras «figuras» mundiales en el tema SIDA?. Pues he de decir que el Dr. Robert Gallo -que tampoco vino a la conferencia de Durban- la rechazó de forma grosera y el Dr. Luc Montagnier, que asistió a la primera, no se presentó a la segunda. ¿Qué temían?.

Asimismo los sectores oficialistas locales y muchos más de otros países pusieron multitud de pegas para asistir. Pero lo más patético de todo es que exigieron que, si se celebraba, no debía haber periodistas presentes en los debates.

Se aceptó. Y con un mes de retraso sobre la fecha prevista, el foro se celebró. ¡El presidente Mbeki había logrado que se celebrara un debate al que los oficialistas se habían estado negando sistemáticamente durante casi dos décadas!.

Una fecha histórica.

En definitiva, el domingo 4 de julio del 2000 será una fecha clave en la historia del «SIDA» ya que ese día se llegó a un acuerdo trascendental entre los dos sectores: como vienen pidiendo desde hace años los científicos del sector crítico, van a realizarse los experimentos necesarios para comprobar científicamente la validez de los llamados «tests del SIDA».

Helene Gayle.Algo que ha sido posible gracias a que la doctora Helen Gayle, responsable del «SIDA» en los CDC (Centros de Control de las Enfermedades) de Atlanta, cambió de actitud y aceptó este punto explícitamente con el asentimiento -más o menos forzado o silencioso- del Dr. Clifford Line y de otros componentes de los NIH así como de otras instituciones norteamericanas representadas en la reunión.

Es decir, se van a aplicar las normas estándar preceptivas para validar cualquier test que pretenda detectar los anticuerpos generados por el organismo ante el virus. Solo que para hacerlo será necesario aislar el virus VIH en la sangre de quienes den positivo en el test, algo que jamás -al menos, nadie ha presentado las pruebas- se ha realizado.

Y es que antes de haberse aplicado entre la población mundial cualquiera de los tests que actualmente se utilizan habría que haber demostrado que se aislaba el «VIH» en un número significativo de personas que hubiesen dado positivo al test y que, asimismo, es imposible aislar el VIH cuando esa misma técnica se aplica a un número igualmente significativo de personas que han dado negativo en el mismo. Sólo después de haber efectuado estas comprobaciones que indican que el test es válido se podría haber empezado a utilizar para diagnosticar «infección por VIH». Validación, por cierto, que nada tiene que ver con la «sensibilidad» y la «especificidad» de que hablan los representantes de la versión oficial y que se basan en presunciones arbitrarias e indemostrables.

Lo malo es que la realización de estos experimentos tampoco va a estar exenat de dificultades. Por ejemplo, el Dr. Malegapuru Makgoba, presidente del Consejo de Investigación Médica de Sudáfrica, ha llegado a decir airadamente a uno de los disidentes que «nunca se efectuarán estos experimentos». Claro que el Dr. Makgoba -y otros que como él se niegan a poner en marcha el acuerdo- lo tienen complicado: la totalidad de las sesiones han sido filmadas íntegras. ¿Y cómo podrían justificar ante el mundo una nueva negativa?. Y es impensable que el presidente Mbeki vaya a retroceder en su decisión de llegar al fondo de la cuestión a estas alturas.

Maniobras de distracción.

Hay que añadir que la iniciativa de Mbeki ha generado un enorme nerviosismo entre los más comprometidos defensores de la hipótesis oficial. Lo demuestra su intento de opacar la noticia de los acuerdos alcanzados en este foro en los medios de comunicación social de todo el mundo. Algo para lo que planificaron cuidadosamente las cosas preparando dos espectaculares declaraciones a fin de lograr que los periodistas centraran su atención en ellas en vez de hacerlo en las actividades del foro y en el discurso con el que Mbeki iba a inagurar la XIII Conferencia Internacional sobre el SIDA.

Rafael Nájera.La primera maniobra. Fue la llamada Declaración de Durban, en la que 5.000 «científicos» firmaron una carta asegurando que el VIH existe y es la causa del SIDA. Declaración impulsada por un «comité organizador» integrado por 181 «especialistas en SIDA», los mas comprometidos de 43 países. En él se hallan, por parte española, el Dr. Rafael Nájera -artífice de que el Premio Príncipe de Asturias de Investigación y Ciencia de este año (2000) haya sido concedido conjuntamente a los doctores Gallo y Montagnier-, el Dr. José M. Gatell (copresidente de la anunciada XIV Conferencia Internacional sobre el SIDA que se celebrará en Barcelona) y el Dr. Vicente Soriano. Pues bien, esta declaración fue programada para que saliese publicada en la revista Nature del 6 de julio pero se filtró ya días antes. Dada su espectacularidad -por el número de firmantes- lograban así sofocar los importantísimos resultados de la segunda parte del foro celebrado los días 3 y 4 de julio, caldeando además el ambiente para la apertura del día 9.

Ahora bien, ¿hay 5.000 «científicos expertos en SIDA»?. Obviamente, no. Para comprobarlo basta leer la carta que se envió a la mayor parte de los firmantes donde, entre otras cosas, se dice textualmente: «Muchos de ustedes dirán que el tema del VIH/SIDA no es su especialidad. Sin embargo, a lo largo de los años han oído lo suficiente de los argumentos para comprender la asociación (entre VIH y SIDA)». Es decir, los propios organizadores del manifiesto reconocen que los firmantes no son expertos. Tal apoyo, por tanto, no tiene relevancia científica alguna. Y nada debe extrañarnos que muchos de los firmantes sientan pronto que fueron manipulados. Como lo fueron los periodistas que se hicieron eco de la declaración sin siquiera caer en la cuenta de que es imposible que esas 5.000 personas fueran expertas en la materia. Es más, ni siquiera se han preguntado qué hacían en ese congreso -invitadas todas, por supuesto- si no lo son. Ingenuos...

Pero hay más. Porque resulta que la propia Declaración de Durban reconoce -involuntariamente, es de suponer- que la hipótesis oficial es errónea. He aquí los dos puntos clave.

  1. La Declaración empieza afirmando: «Diecisiete años después del descubrimiento del VIH (...)». Bueno, ¿y cómo se explica entonces que no ofrezca una sola referencia bibliográfica sobre esa trascendente afirmación?. Porque a pesar de que el documento es corto hay otras trece referencias -en la segunda frase ya aparece una- a otros trece artículos científicos sobre otras cuestiones. Artículos, por otra parte, que han sido rebatidos ampliamente por el sector crítico. En suma, los propios propulsores de la declaración aceptan implícitamente que no pueden referenciar un sólo artículo científico que demuestre el descubrimiento del «VIH».
  2. Uno de los motivos utilizados en la Declaración de Durban para afirmar que el VIH causa el SIDA tiene esta sibilina formulación: «En el laboratorio, el VIH infecta exactamente el mismo tipo de glóbulos blancos, los linfocitos CD4, que resultan disminuidos en personas con SIDA». Pues bien, hay que decir, en primer lugar, que el hecho de que el VIH infecte CD4 en un laboratorio no significa necesariamente que los mate. Y, en segundo lugar, que los CD4 «resultan disminuidos en personas con SIDA» no implica que los mismos sean matados por el VIH. Y, de hecho, no lo afirma ni la formulación usada por los autores de la declaración. Que los propios redactores escriban «infectan» en vez de «matan» es el reconocimiento implícito de lo erróneo de la hipótesis oficial. Y es que ésta se basa en que el VIH es tan dañino precisamente porque mata a los CD4, presentados como los «generales» encargados de organizar las defensas del cuerpo. Y claro, al encontrarse sin generales -dicen- las defensas del organismo se hunden, la persona coge «enfermedades oportunistas», acaba muriendo de ellas y es contabilizada en las estadísticas de «muertos de SIDA». La verdad, sin embargo, es que nunca se ha podido demostrar que el VIH mate a los CD4 ni a cualquier otra célula.
La segunda maniobra. Consistió en contratar una página entera de publicidad pagada en el New York Times precisamente el día 9 de julio, día de la apertura por Mbeki del evento. En ella, nueve importantes «especialistas del SIDA» escriben una carta en la que solicitan fondos y firmas de apoyo: «(...) Sentimos que estos dos esfuerzos son complementarios y juntos tendrán un gran impacto entre el público y la prensa tanto en los Estados Unidos como en el resto del mundo (...)». Sobran los comentarios.

De lo que sí se informó.

El lector se habrá dado cuenta de que los medios de comunicación españoles -y de todo el mundo-, casi sin excepción, han informado de manera uniforme, como si alguien hubiera fijado las líneas maestras. Porque -¡oh, casualidad!- todos han coincidido en:

-No hablar del foro ni de sus importantes acuerdos.

-Hacer ceer que Mbeki está solo.

Por ejemplo, es falso -como se ha dicho y publicado en el Estado español- que «cientos de congresistas se marchasen al oír su discurso inaugural». Igualmente se ha omitido decir que los trece ministros del Gobierno sudafricano forman parte del Consejo Nacional del SIDA constituido para dirigir el proceso, que la cumbre africana de Togo tenía el SIDA como uno de los puntos principales del orden del día o que Nelson Mandela afirmó en su discurso de clausura sobre Mbeki que «el presidente de la nación es un hombre de gran inteligencia que se toma muy en serio el pensamiento científico y que dirige un gobierno comprometido con los principios de la ciencia y la razón»; antes bien, se ha querido hacer ceer al mundo que están enfrentados. Por nuestra parte, esperamos a ver cómo reaccionan en el futuro próximo Bill Clinton y Tony Blair, con quienes se entrevistó recientemente Mbeki...

-Cear la impresión de que hubo una movilización masiva solicitando los tratamientos oficiales.

Porque la manifestación convocada para unas horas antes de la inauguración no reunió a más de 50 personas aunque la manipulación de imágenes hizo parecer en las televisiones que había centenares.

Añadiré que es cierto que la mayoría de los «especialistas del SIDA» programados para tomar la palabra insistieron en la necesidad de lograr los fondos necesarios para poder administrar «cócteles» a todos los infectados y AZT o Niveparine a las seropositivas embarazadas del llamado Tercer Mundo. Pero dentro no había nadie para argumentar que el fracaso de esos cócteles apareció en titulares de prensa en Estados Unidos ya en agosto de 1997 y en el Estado español en febrero del 2000. Y que hay numerosos estudios demostrando que el AZT produce importantes daños -sobre todo nerviosos pero también genéticos- tanto a las madres como a los bebés.

De hecho, todo parece indicar que, tras el «hundimiento» del mercado occidental, el principal objetivo de esta conferencia era «abrir el mercado» de Bostwana y, sobre todo, el de Sudáfrica, los dos países africanos con mayores recursos económicos. Qué duda cabe, pues, de lo conveniente que resultaba dejar claro la «terrible epidemia de SIDA» que está azotando de forma especialmente virulenta a esos dos países...

Lo que también se silenció.

Aunque a menudo se afirma que lo cualitativo debería primar sobre lo cuantitativo, lo cierto es que lo más importante de lo acaecido en Sudáfrica no ha aparecido en ningún medio de comunicación.

Y fueron cualitativamente importantes:

Y ahora, ¿qué?.

En suma, caben cuestionarse muchas cosas sobre todo lo que ha pasado y pasa en el tema del SIDA. Desde las explicaciones oficiales sobre su origen a la validez de los tests del VIH y la eficacia de los tratamientos terapéuticos oficiales. Y, claro está, la existencia de una pandemia de SIDA en África.

Mientras, nuestro gobierno calla. Y casi todos los demás también.
Lluís Botinas.Lluís Botinas.


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